Blogia
PabloLuna

¡Qué tal destino!

¡Qué tal destino!

Este título léase dándole la entonación que se quiera.

Más aún considerando que hoy tenemos que repetir ese fastidioso proceso que es el ir a cumplir con el deber cívico-patriótico de votar.

¡Pero en que tal encrucijada nos ha puesto el destino! ¡¿O nos hemos puesto nosotros mismos?! ¡¿¿O como en el mito platónico de la caverna, nos han puesto los amos y líderes que sólo buscan su beneficio??! En fin, buscando un culpable, quitamos y lavamos nuestras culpas, pero también ponemos más claras las cosas.

Repetir las características, cero virtudes, y matices pintorescos y personales que poseen los candidatos -a conducir todo un pueblo, a dirigir una nación, a intentar arreglar todo este meollo que es el Perú- sería redundar. Y ya el pueblo como resignado a su suerte para no llorar tiene que reír. Otro extremo disfrazado de su angustiada realidad.

Mi vecina, una señora cuarentona del oriente, como ofreciéndome algo, con su sensualidad natural, me dice: "¿qué prefiere joven el cáncer o el sida?" Y le respondo todo anonadado, como esos dibujos del msn, "¡que nada!" que ninguno de los dos, que no hay como estar saludable y disfrutar de lo que la madre naturaleza nos ha dado. Que quien va a querer esas opciones. Y ella, chismosa, persistente, continúa. "No, no, usted tiene que elegir; está obligado a elegir uno de ellos". Y yo, por no mandarla a rodar por tu tubo, y decirle que está más loca que una cabra, pues le insisto en que no, que nada, que quien va a querer estar enfermo. Entonces, me sale diciendo que eso es traicionar a la patria, porque donde muchos están muriendo, yo me estoy lavando las manos.

Luego viene Cristian, el artista, que le encuentro más de loco que de artista, pero en fin, viene y me dice: "Elige: Alan o Humala". Y le respondo, ¿Por qué me dices "¿Alan o Humala?", porque mejor no cambiamos el orden de los factores, ¿no se alteraría el producto o sí?, ¿porque no me dices "Humala o Alan?". Y luego él de razonar un poco, cosa que no hace tan a menudo, se queda sin palabras, como si le hubiera descifrado un enigma o el secreto del Código Da Vinci. Al no obtener respuesta pienso en voz alta: "¿Qué tal dilema eh?" Si esto de la onda "reencarnacionista" no es cuento chino, pues que tal karma le toca al Perú eh? Qué habrá hecho en sus vidas pasadas. Bueno, tenemos a la historia para que nos ilustre algo, con el plato de fondo, corrupción por todos lados.

Y finalmente, aparece Angelita, que tiene más de diabla que de santa, con todo su esoterismo light de moda, y me dice: "Cuando vayas a botar ponte un calzoncillo negro, eso hará que las energías se concentren donde deben estar". Y le respondo que eso no es necesario que ya todos los días me pongo una trusa negra, porque desde dentro creo saber o intuir que ya la suerte está echada. Ya hay que hacer el luto de un país que ha muerto. Donde muchos andan por andar, donde la política a nadie le interesa. Donde el meollo es la economía. No la política. Así que en ese sentido, con Angelita, sí que estoy de acuerdo, vayamos de negro, por dentro y por fuera, demostrando el hondo dolor que es ir a las urnas a votar y botar lo que llevamos dentro y lo que sentimos.

Pero luego me pregunto a mí mismo y a todos, ya sin trusa, ya más fresco, ¿Te imaginas el destino futuro de todo el Perú con cada uno de ellos? Francamente, que las náuseas sobreabundan. Y creo que ese es el miedo latente en el corazón de muchos peruanos. Ese es el temor que agobia muchas de las mentes por aquí. Porque al final, este proceso electoral, este llamado amor a la democracia, no nos da nada. Más bien nos quita. Nos quita mucho.

Hoy iré a botar temprano, claro está, a ese colegio numerado a marcar lo que deba de marcar. También no marcar es una alternativa. Así como el marcar todo o escribir un poema es otra, por la cual parece se inclina mi balanza. Pero igual, con el destino dantesco que muchos creen ver, con el futuro sin esperanza que otros parecen encontrar, con el Perú en crisis -cosa que escucho desde mi niñez-, el Estado me pregunto ¿qué hace por mí?. Otros me dirán ¿tú que haces por él? Terceros querrán convertirme a alguna ideología, pero francamente me pregunto, lleno de ingenuidad ¿Qué hace el Estado por ti?

La respuesta como para muchos enigmas filosóficos, o problemas trascendentales que encuentran los entendidos es "La nada". Nada es lo que rodea a estas respuestas. Nada, es lo que hay con ellos y en ellos. Nada es lo que importa la vida de millones de peruanos a aquellos que postulan por tener el poder. Por muy bien o mal que hablen, por muy suaves o agresivos que parezcan, en el fondo hay otros deseos ocultos que el único de servir a un pueblo. ¿Qué hacer entonces? ¿Pasar de todo? ¿Ignorar la realidad? ¿O como dice Clara, uno de los personajes de aquella bella obra teatral peruana "Daniela Frank" de Alonso Alegría: "Si alguna vez invadimos el Perú, tú... ¡contesta con el fuego! Cava tu trinchera, cava bien hondo tu trinchera en tu playa y contesta el fuego. Ralph Waldo Emerson nunca pudo parar una guerra, pero todavía puede parar una bala"?

Y hoy la invasión está por comenzar (o continuar)!

Un saludo a todos

1 comentario

montse -

como siempre, Pablo, tus comentarios tan profundos y tan sentidos... Y a mi me gusta esta forma tuya de escribir, de vivir las cosas, de saber compartirlas con esta intensidad.
Un slaudo,
Montse