Blogia
PabloLuna

Filosofía

¿Qué nos pueden enseñar...?

¿Qué nos pueden enseñar...?

Lo reconozco. Me apasionan la razón y la Filosofía, y esto en pleno siglo XXI, para muchos -al menos en mi entorno- es algo pasado de moda, anticuado, o quizá pesado y difícil de entender. Pero me consuela saber que esa vieja ley tan cotidiana que dice que lo semejante atrae lo semejante, se repite con una exactitud milimétrica. Y felizmente uno se encuentra en la vida "mágicamente" -por usar un lenguaje a lo Coelho- con personas de los mismos intereses.  

Así fue como caí en el conversatorio del día de ayer. Un conversatorio con exponentes de lujo, gente muy reconocida, que ha estudiado bastante, y que conoce del tema. Pero siempre, o casi siempre muchos de estos panelistas están tan teñidos de un academicismo, un tecnicismo o una manera intelectual que hace que obviamente hasta el más genio de los genios odie la Filosofía. Y eso pasa en muchos campos también. No obstante, felizmente hay gente muy clara y directa y que puede saber y conocer bastante pero que para demostrar todo su conocimiento no tiene que caer en el aburrimiento, las palabras difíciles -no porque no se sepan o sean completamente irremplazables- sino porque simplemente me parece sabrán mucho pero no saben como mostrar lo que saben. Y eso es un error muy grande en la búsqueda de la verdad, en el diálogo, o en la Filosofía.  

Ayer escuché al señor Gerard Naddaf, un canadiense tan preciso, tan directo, tan puntual y que además nos mantiene atentos ante su saber. Y encima, que lo hizo en su lengua nativa, el inglés. Esto es algo que debo recalcarlo, porque es una lástima que muchos docentes, profesores, intelectuales, nos hagan la Filosofía tan aburrida, pesada, oscura y poco atractiva. Cuando no lo es.

Discrepo totalmente de aquellas personas que porque creen que han leído a los maestros y porque se han sentido inspirados y elevados por las palabras de Sócrates, Platón, Aristóteles y compañía, o los modernos como Heiddeger, Nietzche o Sartre, tengan -o no puedan o no quieran o no tengan la capacidad- que mostrarnos todo este saber de una manera poco "digerible". No creo que la Filosofía ni el saber en general sea privilegio de unas élites más "bendecidas" por la capacidad de poder saber, conocer y entender. El arte, la Filosofía, la ciencia es para todos. Ahora, que algunos no quieran conocerla, que no les interese, es otra cosa. Pero tampoco debemos poner obstáculos con un tecnicismo que nos lleva a ninguna parte. Tampoco no nos vayamos a los extremos. Por supuesto que hay cosas que son claras, no podemos decir por ejemplo que un médico usa un cuchillo por un escalpelo. Pero lo que sí debemos hacer es tener la capacidad (y ahí radica vuestra responsabilidad) de poder explicar con la palabra adecuada (que es una herramienta poderosa y eficaz) lo que es un escalpelo para el que no sabe. E incluso, así el tema sea dirigido para un público específico, la palabra debe ser una herramienta para unir, más que para dejarnos con un sabor de insatisfacción y brutalidad rondándonos a nosotros mismos. 

Ya entiendo porque la juventud actual habla pestes de la Filosofía, ya entiendo porque no leen tampoco, y ya entiendo porque el saber es poco atractivo. Mejor es escuchar a un cómico ambulante un sábado por la noche, porque al menos me divierto y no me aburro. ¿Es que es tan, tan difícil ser sencillo? ¿Es que se nos programa "académicamente" para hablar distinto? ¿Es que tenemos necesariamente que ser tan "profundos", "rigurosos" para mostrar un saber? ¿Es tan difícil no enredarse? Reconozco que tuve una suerte única, porque personalmente tuve un excelente profesor de Filosofía en la secundaria, que nos hablaba de temas tan profundos pero con una sencillez impresionante. Algo así como "El Mundo de Sofía" de Jostein Gaarder, o "Ética para Amador" de Savater. Tuve suerte. Me tocó la excepción de la regla, seguramente. Y me pregunto ¿No sería bueno que esa excepción se vuelva cada vez más la regla? ¿El poder transmitir clara y profundamente un conocimiento?

Ayer hablamos sobre los griegos, "¿Qué pueden enseñarnos hoy los filósofos griegos?" y sobre cómo decía el título del conversatorio cómo estos pudieran ayudarnos -enseñarnos fundamentalmente- en la actualidad. Un tema tan enriquecedor y tan hermoso que a mi modesto juicio, sólo este filósofo canadiense, Naddaf, explicó con mucha claridad, transparencia, naturalidad y verdad. Los otros serían muy capaces, renombrados y leídos, pero mi profesor de quinto de media -al que le debo mucho-, me decía lo mismo en un par de minutos y me hacía incluso motivar a leer muchos libros!

Bueno, sea como sea uno siempre aprende. De todo. Y luego de las dos horas de dicho conversatorio, vino lo más enriquecedor. Porque el verdadero diálogo se dio después, afuera. Ahí, en la calle, en las puertas del recinto sagrado que son las aulas del saber. Con un frío intensísimo, nos programamos sin querer nuestra hora académica de cuarenta y cinco minutos, pero sin paredes, sin aulas, sin espacios físicos, sino con la libertad del aire de la calle en esta selva de cemento; pero con unas ganas y pasión por compartir. Formamos intuitivamente un círculo "académico" y nos encontramos Isa, Edgar, Mauro, Stefano y quien les escribe, el santo moderno, por el nombre solamente. Aparentemente cinco desconocidos, aparentemente cinco personas completamente distintas, pero con algo en común: la pasión. Que existe en todos, pero poco se encuentra, poco se ve, y que poco se respira (porque en algunos casos se la mata con la razón). Los cinco tuvimos nuestra propia mesa de preguntas, con una noche que cada vez se ponía más reacia y friolenta, y mientras todos nos abrigábamos más las chaquetas, coincidíamos que Naddaf estuvo muy bien justamente por explicarnos la filosofía con mucha altura y conocimiento pero con mucha claridad. Y ahí en la calle, descubrimos que teníamos la continuación del conversatorio que nos dejó insatisfechos a algunos y motivados a otros. Y salvo, a las conclusiones -y respuestas- que llegó dicho filósofo canadiense: el ejercicio de la práctica cotidiana de filosofar para vivir mejor, de practicar la moderación e intentar lograr el justo medio, y de comprometerse con su sociedad, me sigo preguntando, y sigo preguntando a esos que saben tanto, pero poco dicen. ¿Que nos pueden enseñar los griegos?. Al menos a nosotros, el grupo de los cinco, coincidimos ayer, que el diálogo práctico es un inicio de esta enseñanza. ¡Muchas Felicidades a todo el equipo del Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Católica, por darnos un tiempo y un espacio para poder reflexionar!

Un saludo sincero a todos!

Querida Mafalda

Querida Mafalda Siempre me identifiqué con Miguelito... Comparto con ustedes este texto, cortesía de Gerardo Begérez, forista del CELCIT. Espero saber tu opinión, o con quien te identificas?

De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay): Para compartir

Les regalo a mis compañeros del foro este texto que me llegó y me emocionó mucho. Espero ustedes lo disfruten tanto como yo.

Querida Mafalda:

En este día tan especial me acordé de tu cumpleaños...
¡Como pasa el tiempo!
Nacimos en el corazón de un país que soñaba.
¡Cuántas utopías! ¡Cuántos deseos de crecer, de mejorar las cosas!
Nos tocó convivir con un tiempo de hombres creativos: Luther King, Che Guevara, Juan XXIII, John Kennedy; nos trasmitieron el sentido de la justicia, el valor de los sentimientos, la maravillosa aventura de pensar con la propia cabeza...
Ayer me preguntaba por nuestra amiga Libertad, aquella pequeñita que un día encontraste en una playa, no me acuerdo si era Santa Teresita o Mar del Tuyú, me acuerdo todavía cuando la presentaste a tus padres...
Era vivaracha y quemadita por el sol de febrero.
¿Dónde vive Libertad? ¿Es verdad que la mataron durante la dictadura?
Dicen que la torturaron y su cuerpo desapareció en el Río de la Plata....
Me cuesta pensar que se murieron sus sueños. ¿Y si vive? ¿Estará filosofando sobre la fragilidad de las cosas y el sentido de la vida?
¿Que fue de Susanita? ¿Se casó? ¿Pudo realizar su vocación de ser madre?
La imagino viviendo en alguna ciudad de provincia, paseando del brazo del marido (un hombre bajo y calvo) en una tarde de verano, contenta con sus hijos y cuidando el primer nieto, realizada como tantas comunes mujeres...
Supe de Manolito, que perdió sus ahorros durante el corralito y no soportó tanta crisis. Los últimos días lo vieron cabizbajo, murmurando palabras incoherentes, abandonado como un mendigo en una estación de trenes, triste y abatido como tantos...
Sé que Felipe vive en La Habana, que probó con el cine, que tiene un taxi y que habla a los turistas de Fidel y de la revolución con el mismo entusiasmo de cuando vivía en Buenos Aires...
A Guille, tu hermano, lo escuché tocar, hace poco, en la Scala de Milano. Vive en Ginebra, nunca se arrepiente de haber emigrado en los últimos años de Alfonsín, me contó que es feliz con su nueva pareja...
Y vos, querida amiga, ¿como estás?
Hace tanto tiempo que no tengo noticias tuyas.
Sé, por otros, que seguís escuchando la radio, que leés los diarios del mundo, que te duele el Irak como te dolía Vietnam, sé que trabajas para la FAO por los pueblos del hambre, que estás indignada por la prepotencia de Bush. Me llegó tu pedido para juntar medicinas para los Médicos sin Fronteras, sé que siguen las reuniones en tu casa de París, que estás confundida, inquieta y preocupada por el futuro del mundo...
En fin, Mafalda, sé lo suficiente como para saber que seguís viva, viva en el alma, niña como siempre...
De parte mía sigo escribiendo siempre, renegando porque me falta tiempo; creyendo, como siempre, en el valor de la sinceridad, perdiendo oportunidades por manifestar mis ideas. Algunos días estoy triste y deprimido, pero puede siempre más la alegría que la tristeza...
El mundo no mejoró mucho desde la época en que vivíamos juntos en nuestra patria.
A veces, cuando miro el globo terráqueo, encuentro tu mirada, pienso en todos aquellos que lo miran como vos, en los ojos de los que protestan, de los que no se conforman, y de los que viven en la atmósfera del optimismo y de la justicia..
Esos ojos, junto a los míos, te desean un buen día, querida amiga, por otros cuarenta años tan intensos y jóvenes como los que has vivido.
Un beso grande de tu amigo que te quiere como siempre.
Miguelito.