La Mansión
***
Estoy parado frente a la verja. La empujo, y empiezo a caminar por el sendero principal que da a la mansión. Parece que estoy en el campo. Hay un fuerte sol, esplendoroso, veo a mi alrededor plantas, césped, árboles, pero toda esta vegetación está ligeramente descuidada, o mejor dicho, con ese aire de haber crecido simplemente consigo misma, con el amparo y protección de la mismísima naturaleza. Todo lo circundante a la mansión es como un pequeño prado salvaje. Pero también por momentos me da la sensación que estoy en medio de un gran bosque, no sólo de un inofensivo y bello prado natural, sino de una misteriosa y espesa selva. Hay sol pero también hay un poco de viento. Me abrigo hasta el cuello con la chaqueta. Miro bien la casa, y es una mansión verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Esta mansión tiene ventanas que se abren para afuera y otras hacia adentro. Es de dos pisos, y parece la casa de un cuento navideño inglés, aunque nunca he visto uno, pero eso viene a mi mente mientras sueño, y al pensar inmediatamente en ello veo todo borroso. Pero a medida que voy acercándome y me olvido de mis pensamientos, me doy cuenta que parece estar vacía, o que hay poco movimiento ahí dentro. Parece no haber nadie. Parado frente a la puerta principal recuerdo el motivo de mi presencia ahí, pero no recuerdo cómo llegué, ni siquiera cómo aparecí en la verja, sólo sé que he ido ahí a visitar a mi hermana mayor. Ella me espera. Toco la puerta, y de repente siento en la naturaleza una sensación extraña como si alguien me estuviera acompañando. No obstante, no hay nadie a mi alrededor, es solo una percepción imaginaria. Pero el sol disminuyó su resplandor y el viento empieza a ulular discretamente, y todo se vuelve difuso. Otra vez toco la puerta, y nadie se asoma o responde por ningún lado. Entonces empujo un poco, y la puerta se abre. Y en ese preciso instante, veo que algo dentro, se mueve, no sé qué, pero algo avanza hacia alguna habitación de esta mansión. Doy un paso, entro, y todo se ve sombrío. Los tonos grises lo invaden todo, y los pocos rayos de sol que entran por las ventanas crean haces luminosos en fuerte contraste con lo opaco que es todo. Empiezo avanzar y estoy en un pequeño salón donde hay cuatro puertas, una en cada pared, y al centro veo una escalera en dirección al segundo piso. Voy con cierto temor a la puerta más cercana, que es la que está a mi derecha, y al abrirla sigilosamente mi corazón se estremece y el asombro es alto al encontrar un par de cuerpos tirados en esa habitación. Están muertos, pero no hay hedor, sólo el pálido color mortecino en ellos. Cierro la puerta con cuidado y siento nuevamente la presencia de ese algo que corre hacia otro lugar. Camino entonces, motivado por la curiosidad pero a la vez por una imperiosa necesidad, guiado por no sé que, hacia otra puerta. Y encuentro ya no dos, sino cuatro cuerpos, y estos tienen puestas unas máscaras, y además están desnudos. Me siento impulsado a entrar, porque veo que ahí hay algo más, pero siento que eso que me ronda se aparece, doy un par de pasos hacia adentro, y me coloco tras la puerta, y en eso una silla de ruedas aparece con un mutante encima de ella cubierto con algo ligeramente, las sombras no me dejan ver. No me ve, pero ya lo he visto, sé quien es. Me busca, pero no me encuentra. Cree que estoy en otra de las habitaciones, y va a ver si estoy por allá. Salgo de detrás de la puerta, y veo que él ha abierto las otras dos puertas que faltan, y ahí hay más cuerpos, duplicados en cantidades, en uno ocho, en otro dieciséis. Los diviso. Pero estos últimos no están muertos. Están esperando serlo. En ese momento me encuentro en el centro de la sala inicial, con las cuatro puertas abiertas, y sale de la habitación de los dieciséis, el mutante dando un grito grotesco, directo a mí, para atropellarme con su propio impulso. Corro entonces, a la escalera y empiezo a subirla primero rápidamente pero luego lentamente al saber que él nunca podrá subirla. Pero veo en su cuerpo, en su forma, algo que calma su furia, su impotencia de no poder atraparme. No le tomo importancia. Al llegar al segundo piso, me asombra encontrar la misma distribución que en el primero: cuatro puertas, con una escalera más. Me acerco a cada una de las puertas, y las voy abriendo, pensando y esperando encontrar a mi hermana mayor. La busco con premura. Abro la primera no hay nada, la segunda, tampoco, la tercera, vacía. Pero al llegar a la cuarta, veo en el centro de ella, que cae un haz de luz de una claraboya circular que hay en el techo directamente a un cuerpo inerte. Y este cuerpo, es el de un bebe, es un feto. Parado en el umbral de aquella puerta, sin haber logrado entrar, todas al unísono y fuertemente se cierran estampando el sonido en mis oídos y en mi corazón. Me asusto. Y subo nuevamente por la segunda escalera. Llego entonces a una azotea. Puedo ver el sol, siento el viento que lucha consigo mismo por calmarse. Lo sombrío quiere brillar. Y a lejos, a la distancia, me siento observado y buscado. En una azotea similar, a la misma altura, la veo, la encuentro, veo a mi hermana mayor, bella, dulce, sencilla, con una calma sonrisa en sus labios. Me hace señas, levanta los brazos, veo sus manos con las cuales me llama dulcemente para que vaya donde ella está. El sol brilla, el viento se calma. Hay una rara paz en el ambiente. Aprovecho entonces, para bajar por las escaleras, muy lentamente. Siento que con un sol esplendoroso, las ventanas abiertas, el mutante se esconderá. Empiezo a bajar al segundo piso. Miro a todos lados, las cuatro puertas siguen cerradas. Abro las tres primeras con rapidez, ingreso y abro también las ventanas respectivas, y llega un poco de luz en el salón central que da directamente a la escalera para el primer piso. Y cuando llego a la cuarta habitación, donde está el cuerpecillo, no me decido si abrirla o no. Muy lentamente, con temor a no sé qué, lo hago. Abro la puerta, y todo esta oscuro. Completamente oscuro. No hay haz de luz, no hay claraboya, no hay nada. Es la oscuridad total. Y la puerta abierta da un débil resplandor que no logra mostrar nada de lo adentro. Ingreso. Entro a tientas tocando las paredes. Busco una ventana, otra puerta, busco algo, ya no sé qué, mi corazón entonces comienza a galopar. Tengo temor que pueda pisar el feto, o sino algún cuerpo, algún objeto. Camino como en un campo minado. Me perturbo. Y mientras estoy ahí, siento que estoy en el centro, y me digo a mí mismo levantando la cabeza, buscando a tientas esa claraboya que podría dar algo de luz: "¿Qué hago aquí?" Pero reconozco que he perdido el sentido de la orientación, que no sé en que parte estoy exactamente de esa habitación y la puerta por efecto del viento ha ido juntándose, pero cuando volteo logro ver, los débiles rayos de luz que se aparecen por debajo. Me muevo en la oscuridad, busco una ventana nuevamente, pero no hallo nada. Sigo temiendo, no sé de qué. Estoy asustado. Estoy solo. Estoy a oscuras. Hasta que en todo ese movimiento, en esa vorágine interna corporal por hallar algo, mis manos, tocan al fin la puerta, la abro intempestivamente, y la luz de las tres habitaciones me ciega parcialmente. Al menos salí de ahí. Mi corazón se calma un poco. Miro la escalera que me llevará al primer piso, y recién entonces ligeramente empiezo a sentir el hedor que viene de abajo. Estoy al borde de esa escalera que debo bajar para salir de la mansión. Y empiezo a descender, seguro, lentamente, firme, pero también con temor, aún no he olvidado completamente la oscuridad y las percepciones que dentro me capturaban, estoy como cegado, mi vista no me ayuda, y cuando estoy en la mitad de los escalones, entonces lo veo. El mutante, está en la habitación de los dieciséis. Otra vez no me ve, eso creo. Pero cuando llego al primer escalón, él se da cuenta de mi presencia, y con una voz distorcionada y como en trance dice: "no te irás". De tres zancadas, salgo de aquella casa, cruzo la puerta principal, la dejo abrierta, corro por el camino inicial, cruzo la verja, y creo estar fuera. Encuentro lo del inicio, césped, plantas, árboles, a mi alrededor, pero todo ligeramente descuidado. Empiezo a correr, a correr, a correr, hasta que encuentro un montón de enredaderas que están a modo de barrera impidiéndome continuar y al observar con calma, y mirar a todos lados, las enredaderas están cercando equidistantemente todo el perímetro de aquella mansión. Recuerdo ese "no te irás". Me asusto, pero algo se podrá hacer. Veo la altura de las plantas y pienso que no es tan alto. Podré escalarlas, pienso. Lo hago, me rasguño, me trepo en ellas, mis brazos sangran, mis fuerzas se cansan, pero poco a poco sigo subiendo, hasta que logro llegar al límite, y descender es más sencillo. Logro entonces pasar al otro lado. Allí me espera mi hermana mayor, la he visto, me ha hecho señales. Tengo que verla. Ella me espera. Está en esa azotea. Tengo que verla. Apenas pongo el pie en tierra firme, veo otra mansión. Pero veo bien y me doy cuenta que la construcción es la misma, una casa verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Miro a la azotea y no logro divisar si estará ahí mi hermana mayor. Cansado, y agotado, empiezo a caminar rápidamente, estoy muy agitado, y voy casi corriendo y de pronto, abruptamente disminuyo el ritmo. Veo en la verja, una silla de ruedas. Me despierto.
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Estoy parado frente a la verja. La empujo, y empiezo a caminar por el sendero principal que da a la mansión. Parece que estoy en el campo. Hay un fuerte sol, esplendoroso, veo a mi alrededor plantas, césped, árboles, pero toda esta vegetación está ligeramente descuidada, o mejor dicho, con ese aire de haber crecido simplemente consigo misma, con el amparo y protección de la mismísima naturaleza. Todo lo circundante a la mansión es como un pequeño prado salvaje. Pero también por momentos me da la sensación que estoy en medio de un gran bosque, no sólo de un inofensivo y bello prado natural, sino de una misteriosa y espesa selva. Hay sol pero también hay un poco de viento. Me abrigo hasta el cuello con la chaqueta. Miro bien la casa, y es una mansión verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Esta mansión tiene ventanas que se abren para afuera y otras hacia adentro. Es de dos pisos, y parece la casa de un cuento navideño inglés, aunque nunca he visto uno, pero eso viene a mi mente mientras sueño, y al pensar inmediatamente en ello veo todo borroso. Pero a medida que voy acercándome y me olvido de mis pensamientos, me doy cuenta que parece estar vacía, o que hay poco movimiento ahí dentro. Parece no haber nadie. Parado frente a la puerta principal recuerdo el motivo de mi presencia ahí, pero no recuerdo cómo llegué, ni siquiera cómo aparecí en la verja, sólo sé que he ido ahí a visitar a mi hermana mayor. Ella me espera. Toco la puerta, y de repente siento en la naturaleza una sensación extraña como si alguien me estuviera acompañando. No obstante, no hay nadie a mi alrededor, es solo una percepción imaginaria. Pero el sol disminuyó su resplandor y el viento empieza a ulular discretamente, y todo se vuelve difuso. Otra vez toco la puerta, y nadie se asoma o responde por ningún lado. Entonces empujo un poco, y la puerta se abre. Y en ese preciso instante, veo que algo dentro, se mueve, no sé qué, pero algo avanza hacia alguna habitación de esta mansión. Doy un paso, entro, y todo se ve sombrío. Los tonos grises lo invaden todo, y los pocos rayos de sol que entran por las ventanas crean haces luminosos en fuerte contraste con lo opaco que es todo. Empiezo avanzar y estoy en un pequeño salón donde hay cuatro puertas, una en cada pared, y al centro veo una escalera en dirección al segundo piso. Voy con cierto temor a la puerta más cercana, que es la que está a mi derecha, y al abrirla sigilosamente mi corazón se estremece y el asombro es alto al encontrar un par de cuerpos tirados en esa habitación. Están muertos, pero no hay hedor, sólo el pálido color mortecino en ellos. Cierro la puerta con cuidado y siento nuevamente la presencia de ese algo que corre hacia otro lugar. Camino entonces, motivado por la curiosidad pero a la vez por una imperiosa necesidad, guiado por no sé que, hacia otra puerta. Y encuentro ya no dos, sino cuatro cuerpos, y estos tienen puestas unas máscaras, y además están desnudos. Me siento impulsado a entrar, porque veo que ahí hay algo más, pero siento que eso que me ronda se aparece, doy un par de pasos hacia adentro, y me coloco tras la puerta, y en eso una silla de ruedas aparece con un mutante encima de ella cubierto con algo ligeramente, las sombras no me dejan ver. No me ve, pero ya lo he visto, sé quien es. Me busca, pero no me encuentra. Cree que estoy en otra de las habitaciones, y va a ver si estoy por allá. Salgo de detrás de la puerta, y veo que él ha abierto las otras dos puertas que faltan, y ahí hay más cuerpos, duplicados en cantidades, en uno ocho, en otro dieciséis. Los diviso. Pero estos últimos no están muertos. Están esperando serlo. En ese momento me encuentro en el centro de la sala inicial, con las cuatro puertas abiertas, y sale de la habitación de los dieciséis, el mutante dando un grito grotesco, directo a mí, para atropellarme con su propio impulso. Corro entonces, a la escalera y empiezo a subirla primero rápidamente pero luego lentamente al saber que él nunca podrá subirla. Pero veo en su cuerpo, en su forma, algo que calma su furia, su impotencia de no poder atraparme. No le tomo importancia. Al llegar al segundo piso, me asombra encontrar la misma distribución que en el primero: cuatro puertas, con una escalera más. Me acerco a cada una de las puertas, y las voy abriendo, pensando y esperando encontrar a mi hermana mayor. La busco con premura. Abro la primera no hay nada, la segunda, tampoco, la tercera, vacía. Pero al llegar a la cuarta, veo en el centro de ella, que cae un haz de luz de una claraboya circular que hay en el techo directamente a un cuerpo inerte. Y este cuerpo, es el de un bebe, es un feto. Parado en el umbral de aquella puerta, sin haber logrado entrar, todas al unísono y fuertemente se cierran estampando el sonido en mis oídos y en mi corazón. Me asusto. Y subo nuevamente por la segunda escalera. Llego entonces a una azotea. Puedo ver el sol, siento el viento que lucha consigo mismo por calmarse. Lo sombrío quiere brillar. Y a lejos, a la distancia, me siento observado y buscado. En una azotea similar, a la misma altura, la veo, la encuentro, veo a mi hermana mayor, bella, dulce, sencilla, con una calma sonrisa en sus labios. Me hace señas, levanta los brazos, veo sus manos con las cuales me llama dulcemente para que vaya donde ella está. El sol brilla, el viento se calma. Hay una rara paz en el ambiente. Aprovecho entonces, para bajar por las escaleras, muy lentamente. Siento que con un sol esplendoroso, las ventanas abiertas, el mutante se esconderá. Empiezo a bajar al segundo piso. Miro a todos lados, las cuatro puertas siguen cerradas. Abro las tres primeras con rapidez, ingreso y abro también las ventanas respectivas, y llega un poco de luz en el salón central que da directamente a la escalera para el primer piso. Y cuando llego a la cuarta habitación, donde está el cuerpecillo, no me decido si abrirla o no. Muy lentamente, con temor a no sé qué, lo hago. Abro la puerta, y todo esta oscuro. Completamente oscuro. No hay haz de luz, no hay claraboya, no hay nada. Es la oscuridad total. Y la puerta abierta da un débil resplandor que no logra mostrar nada de lo adentro. Ingreso. Entro a tientas tocando las paredes. Busco una ventana, otra puerta, busco algo, ya no sé qué, mi corazón entonces comienza a galopar. Tengo temor que pueda pisar el feto, o sino algún cuerpo, algún objeto. Camino como en un campo minado. Me perturbo. Y mientras estoy ahí, siento que estoy en el centro, y me digo a mí mismo levantando la cabeza, buscando a tientas esa claraboya que podría dar algo de luz: "¿Qué hago aquí?" Pero reconozco que he perdido el sentido de la orientación, que no sé en que parte estoy exactamente de esa habitación y la puerta por efecto del viento ha ido juntándose, pero cuando volteo logro ver, los débiles rayos de luz que se aparecen por debajo. Me muevo en la oscuridad, busco una ventana nuevamente, pero no hallo nada. Sigo temiendo, no sé de qué. Estoy asustado. Estoy solo. Estoy a oscuras. Hasta que en todo ese movimiento, en esa vorágine interna corporal por hallar algo, mis manos, tocan al fin la puerta, la abro intempestivamente, y la luz de las tres habitaciones me ciega parcialmente. Al menos salí de ahí. Mi corazón se calma un poco. Miro la escalera que me llevará al primer piso, y recién entonces ligeramente empiezo a sentir el hedor que viene de abajo. Estoy al borde de esa escalera que debo bajar para salir de la mansión. Y empiezo a descender, seguro, lentamente, firme, pero también con temor, aún no he olvidado completamente la oscuridad y las percepciones que dentro me capturaban, estoy como cegado, mi vista no me ayuda, y cuando estoy en la mitad de los escalones, entonces lo veo. El mutante, está en la habitación de los dieciséis. Otra vez no me ve, eso creo. Pero cuando llego al primer escalón, él se da cuenta de mi presencia, y con una voz distorcionada y como en trance dice: "no te irás". De tres zancadas, salgo de aquella casa, cruzo la puerta principal, la dejo abrierta, corro por el camino inicial, cruzo la verja, y creo estar fuera. Encuentro lo del inicio, césped, plantas, árboles, a mi alrededor, pero todo ligeramente descuidado. Empiezo a correr, a correr, a correr, hasta que encuentro un montón de enredaderas que están a modo de barrera impidiéndome continuar y al observar con calma, y mirar a todos lados, las enredaderas están cercando equidistantemente todo el perímetro de aquella mansión. Recuerdo ese "no te irás". Me asusto, pero algo se podrá hacer. Veo la altura de las plantas y pienso que no es tan alto. Podré escalarlas, pienso. Lo hago, me rasguño, me trepo en ellas, mis brazos sangran, mis fuerzas se cansan, pero poco a poco sigo subiendo, hasta que logro llegar al límite, y descender es más sencillo. Logro entonces pasar al otro lado. Allí me espera mi hermana mayor, la he visto, me ha hecho señales. Tengo que verla. Ella me espera. Está en esa azotea. Tengo que verla. Apenas pongo el pie en tierra firme, veo otra mansión. Pero veo bien y me doy cuenta que la construcción es la misma, una casa verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Miro a la azotea y no logro divisar si estará ahí mi hermana mayor. Cansado, y agotado, empiezo a caminar rápidamente, estoy muy agitado, y voy casi corriendo y de pronto, abruptamente disminuyo el ritmo. Veo en la verja, una silla de ruedas. Me despierto.
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9 comentarios
Pablo Luna -
Por otro lado, yo también encuentro un nexo en ambos sueños! Y tienes mucha razón! He descubierto que soy claustrofóbico.
Muy interesante tu visión en general. Me agrada. Y es que realmente ese es el meollo del asunto, "algo está pasando ahí"... Cosa curiosa que tengo que añadir, -siguen las revelaciones-, es la constante presencia de estas fuerzas, estas pulsiones, estos elementos -el mutante, los gendarmes- que están rondando al protagonista.
Recién veo que es toda una parábola. Y también sé que no debo bajar!
Con respecto a "gustos", lo mismo me dijo mi amigo el Dr. Dovale, a él le gustó más el anterior. Pero mira tu, luego le has encontrado el gusto a este. Bueno, a mí, me gustan mucho, muchísimo los dos. Como diría mi amiga Montse, en ambos "hay mucha tela"
Elio, Alucinantes las elucubraciones! Valen la pena! Gracias por tu opinión. Bueno, estamos hablando, un abrazo, Pablo
Pablo Luna -
Gracias por escribir! Siempre tus comentarios, como el de muchos, son muy interesantes.
Sí, eso es muy cierto, a este sueño lo he matizado "literariamente", (Bueno, creo que todo lo que escribo lo tiene, Jeje).
Cuando me dices, esto del simbolismo, aquí viene el "quid del asunto personal", por decirlo de alguna manera. Sinceramente, yo simplemente siento la necesidad de comunicar y expresarme. Nada más. Solo eso. Así de simple. Ni me lo cuestiono a mí mismo siquiera, solo lo hago. Exponer, mostrar, comunicar. Casi siempre tengo mi propia idea personal y muy arraigada de mis propios juicios y razonamientos. Y cuando los expongo, ya tengo mi opinión bien formulada. Y creo haber descubierto lo que para mí significa. Me agrada mucho el saber lo que los demás piensen, pero ya no irónicamente por mí, sino por ellos mismos, es decir, ¿qué ven ellos? ¿qué ven los demás? Y si bien por ejemplo, en "la casa, blanca" de todos los comentarios ninguno se asemejaba a lo que según yo creo saber y quiero decir, me agrada mucho, muchísimo la percepción de los demás. Me agrada ese abanico multicolor que se pueden formar a partir de una historia, un cuento, o un sueño como el que he expuesto, y que todos podemos hacer. En pocas palabras: soy chismoso y caprichoso, porque quiero saber que hay en las mentes de los demás ante algo.
Elio Marruffo -
Otra cosa muy interesante, ya sea movido por el cariño, apego hacia tu hermana (tus cercanos) o por algún temor, quizás del feto muerto, sales de la protección del segundo piso y regresas al primero donde puedes morir. Toda una parábola. Si te concentraras en seguir tu proyecto te darías cuenta que debes permanecer en ese piso superior y no bajar más por seguir a nadie o su espejismo en la azotea de visiones.
Al principio pensé que me gustaba más el "sueño" anterior.
Pero ahora noto que se complementan y éste es también muy complejo. Y tu interés en hacerlos públicos, parece ser parte de un camino que intuyo te llevará a ploclamar algún tipo de emancipación. Sin embargo yo te encuentro con una personalidad muy diferente al común. Qué proyectos tendrás, tan desafiantes.
Yo también me siento atrapado en el sistema, cuya mayor arma es la culpa. Sin embargo estoy aún un proceso largo de conocerme a mi mismo, antes de proclamar mi verdad.
Espero no haber elucubrado demasiado.
Un abrazo,
Elio.
Elio Marruffo -
Y tu yo "salvador" intenta liberarse y liberar a otros cercanos a ti. Pero en esa fuga hacia la libertad temes caer en otra prisión (otra "casa", otra "mansión") la prisión de tus propias ideas llevadas a la práctica, y miedo al encontrar otro mutante que no sería otro que tu pasión, que podría conducirte al fanatismo de tus propias ideas, y así perder nuevamente tu libertad.
No sé si esto te lo dije antes, pero al parecer no existe la posibilidad de libertad. El infierno es que otros elijan por ti la prisión a la que creen que perteneces. La única libertad es elegir la prisión que quieres.
El feto muerto podría ser la muerte, la posibilidad de ser tu mismo. Y está en otro piso en una habitación oscura, esto me indica que tienes mucha dificultad en visualizar tu propio proyecto de ti mismo o temes mucho a las consecuencias. Y el feto está en otro piso, el piso superior, que es idéntico al otro, pero con la diferencia que en éste no puede atacar el mutante, porque simboliza, todo este piso, tus posibilidades fuera del sistema.
Elio Marruffo -
Leí tu relato un par de veces.
Se puede comentar en varios niveles.
Se trata de un sueño, otra vez, entonces hasta cierto punto no podría observar una creatividad conciente total. Pero los sueños tienden a ser borrosos, y me parece evidente que tu has aportado al recuerdo de tu sueño mucha literatura.
Me agrada nuevamente el ritmo, a pesar de no haber pausas, no me saturé y lo leí todo de un tirón. El estilo, la forma, me gustó, las descripciones son sencillas pero estéticas sin caer en complejidades.
Respecto al simbolismo (que parece ser que tu tienes mucho interés en descubrir, tal vez con la ayuda de tus lectores), está a mi parecer, ligado al otro sueño...
Hay paralelismos: una casa, de la que hay que escapar nuevamente, enemigos de los hay que huir, una atmósfera de tensión, parientes a los que hay que rescatar o encontrar (en el anterior cuento era sacarlos de la casa), y parece que ése es el premio.
Pablo Luna -
Gracias por escribir!
Como siempre todos tienen sus diversas opiniones. Y eso es lo gratamente enriquecedor.
Para eso he creado esa página, para que justamente la gente diga: "Esto me parece un desastre" / "¡Qué interesante historia!" / "No me agrada lo que escribes" / "¡Qué profundos pensamientos!" O simplemente lo que les provoque decir. Como por ejemplo, en tu caso, bien lo sientes, que para tí no hay un mensaje o enseñanza. Algunos sí la han encontrado, otros no. Y es que todos tenemos que tener nuestra propia visión, y tenemos la facultad de decidir y elegir. Eso me parece simplemente alucinante.
Por otro lado a nivel personal, y en el arte en general, es mi opinión, la función del mismo no es precisamente educar, o dejar una enseñanza, o hacer apología de alguna verdad. (En tal caso esto es una consecuencia) Es cierto que hay grandes exponentes de la literatura y del arte del teatro, que apuntan mucho a dejar un mensaje y una enseñanza.
Pablo Luna -
Cada cual tiene su estilo, tendencias, pensamientos.
A mí me agradan mucho los mensajes entre líneas. Pero también me agrada mucho exponer una realidad (no aconsejando nada) y que al verla, al sentirla, al vivenciarla, las personas se digan: "Mira, que esto me hace recordar a mí en tal o cual circunstancia" Y luego cada uno tome sus propios razonamientos.
Bueno, Henry, tampoco mi fin es convencer a nadie. Creo mucho en el exponer, más que en el enseñar. (Eso viene por añadidura)
Un abrazo y estamos en contacto!
Pablo
Henry Luis Aquino Cervantes -
estoy leyendo los escritos que dejaste en tu pagina web y con el poco tiempo que tengo esto tratando de hacerlo con calma.
lei por completo tu sueño, al puro estilo de mision imposible, con tu acostumbrado buen gusto a la hora de narrar tus vivencias, muy entretenido, aunque no encontre un mensaje o enseñanza, que es lo que realmente me apasiona de las lecturas.
Espero que sigas viento en popa con tus presentaciones.
Bye, Bye
Henry Aquino.
Andrés Dovale Borjas -
Un abrazo, Andrés