Meditaciones de otro personaje... (La vida como teatro)
La realidad siempre supera la fantasía. Esta frase puede parecer indignante para algunos amigos teatreros –no todos felizmente- pero en lo personal, la considero algo muy real. Hace poco, un amigo con ciertas y grandes dudas, luego de leer -y divertirse también- con mi texto, esbozo de pequeño cuento “Ese dedo meñique” me dijo: ¿Pablo, pero eso es algo real? ¿Existe eso, un dedo meñique así? ¿O es tu imaginación que ha creado todo eso? Luego –para variar, (parece que hay una alta incertidumbre de medio mundo)- una amiga me comentó algo parecido, y ahí está publicado su comentario, más o menos así: “Francamente no me he topado con un cholo power similar”. Inconscientemente, y como metamensaje -me parece- nos dice “¡¡Ya quisiera encontrarme uno así!!” Jeje. Bueno, ya saben lo bromista que suelo ser.
Pero no solo a ellos quiero decirles, sino a todos los que visitan este blog, que un «cholo power», o una «ricachona venida a menos» (Que dicho sea de paso, ambos existen no sólo en mi imaginación sino en la realidad cotidiana de las combis, de nuestra cultura chicha), es lo menos que uno puede encontrarse! Solo basta que abramos bien los ojos, y que dejemos de mirarnos tan egoístamente y observemos nuestro medio, nuestro entorno, y nos sorprendamos con ese ver más allá. Con esa gama impresionante de seres -¿extraños, confusos, anormales, poco comunes?- que nos encontramos día a día. Y que para mí, todos aquellos seres, todo ese abanico policromático no son ni extraños, ni confusos, ni anormales, ni poco comunes. Si no más bien todo lo contrario! Son la normalidad (Para mí claro está). Cayetano Heredia –si mal no recuerdo- definía la normalidad, algo así como la moda estadística, como lo que se repite con cierta frecuencia en una población determinada. Esa repetición sería lo “normal”. (Que no tiene nada que ver con lo moral / inmoral, o lo correcto / incorrecto, o lo establecido o no).
Me pregunto, ¿existe entonces “lo normal”, -pero como lo entendemos nosotros-? ¿En un medio como éste? Donde puedes encontrar desde políticos como Paulina Arpasi (¿eso es lo normal?), o el norteño que ni recuerdo su nombre el “vaquero chicha”, (ya que están de moda los vaqueros). Religiosos como los hiper llorones y sensiblones de “Pare de Sufrir”, sin contar con los que salen en el canal Católico con sus caritas de “yo no fui”, mostrándonos que efectivamente saben poco. O por otro lado intelectuales tan capaces y brillantes llenos de harta sapiencia como Marco Aurelio Denegri, con esa manera tan peculiar de ser, de hablar y de gesticular y de moverse. O una ex congresista ex vedette que se colocaba el número 13 en la pierna, -en esos grandes y apetecibles jamones- tan suelta y natural como la tan aclamada Susy Díaz? Eso sin contar personajes como Fujimori, Montesinos, y el actual Toledo (con esa forma tan repelente en su hablar con ese acento tan ridículo y esa voz engolada que no sabemos que es realmente), eso es normal? común? ¿Y qué decir de todo el “circo – zoo” que es la política peruana? (Y eso que no estoy trayendo a colación algo relacionado con la tele eh? Porque si no nunca acabamos, además ya saben Mafalda es a la sopa, como Pablo a la tele, ósea yo paso, asi de simple). (Y luego me da mucha risa, cuando la gente “común” / “promedio” / “normal” ve un personaje teatral, y dice entre admirada y otros más que se toman todo a pecho, medio indignados: “¡No, que va, eso no sucede en la realidad!” Me asombro de su poca percepción –y falta de verdadera sensibilidad, entendida ésta simplemente como capacidad para ver lo que hay fuera- para y con su entorno)
Claro muchos me dirán que los ejemplos que pongo son exagerados, estrambóticos quizá para ellos, «poco comunes». Que si bien es cierto que existen, no son la media común, no es la normalidad, que son casos aislados. Pero ¡no!, sigo refutando y manteniendo mi hipótesis. Y para ello, no nos vayamos tan lejos. Sino tal vez miremos los alrededores de nuestras casas. (Y eso sí, sin caer en chismes de vecindad que eso ya hay de sobra y no es de nuestra incumbencia). ¡O mejor aún miremos bien nuestra propia casa!. Y cada cual haga el mismo ejercicio con lo suyo. Encontrará en cada vecino, en cada familiar, ¡¡¡cada personaje que camina día a día que ni les cuento!!! (Esto en un taller teatral, se llama “trabajo de esquina”, donde te pones a observar la realidad que nos rodea en una esquina determinada de alguna plaza de la ciudad. Esto sirve mucho fundamentalmente para los displicentes y desentendidos con el medio. Es muy fácil, te detienes en una esquina como si tú no existieras y sólo observas –mínimo media hora-, observas el cúmulo de identidades que caminan delante de ti. ¡Ellos están actuando sin saberlo para ti! Nada más. Te asombrarás de lo que descubres, porque también, sin saberlo ellos son actores).
Por mi barrio hay muchos, muchos de estos personajes. Santa Marina es todo un emblema de una infinidad de personajes que en cada uno de ellos ya no sé lo que es esa famosa palabra “normal”. Pongamos algunos ejemplos, ya que siempre estos ayudan mucho no? Vivan los ejemplos!
Todas las tardes, muy religiosamente a una hora determinada –como Kant lo hacía- aparece ella. Dios sabrá de donde viene, (nadie aún lo ha descubierto). Pasa con un aire de diva, de tan integrada con la vida –una especie de Susana Baca alternativa- alcanzando atisbos de estar extasiada en una rara y oculta espiritualidad. Ladeando las anchas caderas, moviéndose de un lado hacia otro, con unos faldones hasta el tobillo, y un escote voluptuoso que muestra sus amplias carnes, la famosa “señora kantiana”, -la llamaremos así, por la rigurosidad y puntualidad en su desfile particular de todos los días a la misma hora- y también porque ya debe ser señora; la estilista de quien les hablo, pero eso sí con esa cara de inca que “el cuchillo” parece no ha podido cambiar si es que ha pasado por ahí, porque parece haber pasado por otros lares. (Y esto no es nada peyorativo, ya lo entenderán). Ella, que es observada con mucho más detalle por mi vecino que tiene la mitad de sus años, y que día a día la mira a escondidas, detrás de sus persianas haciendo no se sabe que raras cosas ¿normales también? camina como lo hacía “la bikini”. (…Por la playa camina la bikina… ) Claro está que hay que resaltar que esta señora, la señora kantiana, no es señora, -y eso él bien que lo sabe, es decir ella, no mi vecino- ya que es altamente evidente por mucha prótesis, cuchillo, maquillaje y silicona que tenga, que hasta hace algún tiempo atrás era nada más y nada menos un señor al que nadie conocía.
Otro caso es el fisicoculturista, el ex Mister Perú, que ya hace un año se fue de este mundo y tuve la suerte –no sé si buena o mala- de estar presente con él en sus últimos momentos. Pero la experiencia, como todo lo que me pasa no dejó de ser también intensa y porque no divertida –al menos el entierro- luego del inmenso susto ante el final de su existencia. (Felizmente que con los familiares somos grandes amigos y conocen mi extraño sentido del humor y saben a qué me refiero, como siempre con mis brutales y directas palabras). Pero sigamos con la normalidad, ¿es común, normal, que mi vecino haya sido un ex mister Perú, una escultura en el estricto sentido de la palabra, y que luego se ponga amenazar de muerte a medio mundo víctima de algún ligero desequilibrio? Como alguna vez, a la famosa gorda Chela –personaje sui géneris por defecto en este medio, la tía de los ciento cuarenta kilogramos- que la quiso reventar pero no íntima –como dicen los periódicos chicha-, sino literalmente porque tan solo le dijera ella coquetamente que bajara la voz y no se pusiera a cantar canciones de amor a la rival? “Shst Shst silencio amable caballero… por favor…” / “Calla gorda de mierda, que ahora entro y te pongo una bomba molotov y te reviento!” ¿Esto es común, es normal?
Otro personaje sin duda alguna es mi tío. Esos tíos que siempre están, y que nos hacen divertida la existencia. Otro con algún atisbo de locura seguramente, como los anteriores tal vez. Que parece sacado de alguna revista del siglo XIX. Con esa rigurosidad en el vestir, -en el pensar también- con esa forma excesivamente pontificada al hablar, con esos gestos tan a lo Denegri –pero de barrio-, moviendo manos, boca, cuerpo, y que parece le vaya a dar una crisis cada vez que habla. Desde que lo recuerdo nunca lo he visto con otra ropa que no sea un terno plomo y bueno tal vez otro azul. Eso sin contar las botellas lanzadas al mar con no sé que mensaje, porque en un sueño una voz se lo indicaba. ¿Es común, es normal eso? (¡¡¡Y luego –medio mundo- se asombra cuando ven en el escenario teatral algún ¿”estrambótico personaje”?!!!) (¿Es que podrá existir algo más estrambótico que la misma realidad?)
Hace poco salía de una clase. Al pasar divisaba un entierro. ¿Quién sería el muerto? No lo sé. Pero lo que sí me asombró fue que justo cuanto pasaba, traían en un taxi a la abuelita, la matriarca sin duda de esa familia. Muy pequeñita ella, pero muy lúcida también. Eso me parecía. Ella pagó el taxi, con la sobrina que la llevaba del brazo. (Es que no sé porqué pero siempre en los velorios son las sobrinas las que llevan a las abuelitas, y por lo general la solterona). Francamente al verla, me reí. Y no era una falta de respeto a las canas que ella vestía. Ni tampoco una burla malvada. Pero era completamente gracioso ver a una abuelita de unos noventa años, con un bastón de casi su tamaño con el que iba pegándole a medio mundo para que la dejaran caminar sola y en paz, y lo más gracioso, el pequeño detalle: llevaba sobre su cabeza un par de cachitos amarrados con unas bolitas de esas que tienen las niñas de tres años y riéndose tranquilamente ante el espectáculo que iba a presenciar. (Y no era una risa de alguien que le pasa algo o tiene algún desequilibrio, simplemente era una risa natural de felicidad, de satisfacción). Francamente, que eso me dio mucha gracia, los cachitos en la cabeza de la abuelita. Las pili-mili de la ancianita. A lo mejor, ella tiene una enfermedad mental, a lo mejor es una caprichosa y voluntariosa, a lo mejor es su moda natural, a lo mejor es de las pocas, una excelente superada… Hay innumerables respuestas a los cachitos de su cano cabello, a su risa, a su desfachatez y a esa manera de ser. Pero sean cuales sean las respuestas, esos cachitos daban tanta gracia que no pude soportar y tuve que pasar rápidamente para continuar mi camino… y mi sonrisa. (¡¡¡Y luego dicen que los personajes teatrales son estrambóticos y poco verosímiles!!!)
Sí, sí, el cholo power y la rica venida a menos, son altamente reales. Claro que de hecho, hay algo de imaginación en la situación. (Que no revelaré qué parte es, Jeje). Pero luego muchas cosas lo son. Al final de cuentas, yo no explico –ni tengo por qué- lo que proyecto y plasmo en mis cuentos. Ellos hablan por sí solos. Y eso me basta. Simplemente intento mostrar lo que mis sentidos y algo de sensibilidad captan por ahí. La gente los lee, y encima se divierte. Aunque claro hay de todo. Tampoco es mi intención explicar aquí en este artículo, el anterior, “Ese dedo meñique”, sino que es el pretexto para hablar de este pluralismo diario –de personajes- que muchos no podemos ver con facilidad. Y donde al final, cada uno de nosotros lo somos también.
Por eso será que tengo cierta afición por los personajes de Almodóvar. Que más allá de toda la mariconada –como se empeña en decir mi hermano mayor- (y la verdad no encuentro otro adjetivo) que transmiten sus películas y que noto cada vez va de menos a más. Es decir, en el director ha existido una evolución en ir mostrándonos esta parte homosexual con la cual se solidariza muy, muy altamente y cada vez obviamente in crescendo. De hecho algo no asumido, como dirían por ahí. Pero eso no nos interesa aquí, ni su vida, ni sus rollos, ni quien dijo esto o aquello. Además ¿quiénes somos para hablar sobre alguien en particular? Simplemente lo que nos interesa son sus personajes! Que a mi juicio, -parcializado, obnubilado, o poco común seguramente para muchos- son completamente reales. ¡¡¡Existen, esos personajes, más cerca de lo que pensamos!!! Están ahí a la vuelta de la esquina, al costado de tu casa, o en tu propia familia. Los personajes como diría Shakespeare, somos cada uno de nosotros. Y actuamos en el famoso teatro que es el mundo en sí. La vida es un gran e inmenso teatro. Entonces, bajo esa óptica no nos debe asombrar, menos aún admirar, algún horripilante dedo meñique, o alguna «linda delgada de buen vestir» venida a menos que pierde los papeles y se olvida de todo y manda a la mierda a su tan deseado «cholo power». (Véase artículo anterior, recomendado le han puesto *****). Jajaja.
Un saludo a todos y espero sus comentarios,
Pablo
Pero no solo a ellos quiero decirles, sino a todos los que visitan este blog, que un «cholo power», o una «ricachona venida a menos» (Que dicho sea de paso, ambos existen no sólo en mi imaginación sino en la realidad cotidiana de las combis, de nuestra cultura chicha), es lo menos que uno puede encontrarse! Solo basta que abramos bien los ojos, y que dejemos de mirarnos tan egoístamente y observemos nuestro medio, nuestro entorno, y nos sorprendamos con ese ver más allá. Con esa gama impresionante de seres -¿extraños, confusos, anormales, poco comunes?- que nos encontramos día a día. Y que para mí, todos aquellos seres, todo ese abanico policromático no son ni extraños, ni confusos, ni anormales, ni poco comunes. Si no más bien todo lo contrario! Son la normalidad (Para mí claro está). Cayetano Heredia –si mal no recuerdo- definía la normalidad, algo así como la moda estadística, como lo que se repite con cierta frecuencia en una población determinada. Esa repetición sería lo “normal”. (Que no tiene nada que ver con lo moral / inmoral, o lo correcto / incorrecto, o lo establecido o no).
Me pregunto, ¿existe entonces “lo normal”, -pero como lo entendemos nosotros-? ¿En un medio como éste? Donde puedes encontrar desde políticos como Paulina Arpasi (¿eso es lo normal?), o el norteño que ni recuerdo su nombre el “vaquero chicha”, (ya que están de moda los vaqueros). Religiosos como los hiper llorones y sensiblones de “Pare de Sufrir”, sin contar con los que salen en el canal Católico con sus caritas de “yo no fui”, mostrándonos que efectivamente saben poco. O por otro lado intelectuales tan capaces y brillantes llenos de harta sapiencia como Marco Aurelio Denegri, con esa manera tan peculiar de ser, de hablar y de gesticular y de moverse. O una ex congresista ex vedette que se colocaba el número 13 en la pierna, -en esos grandes y apetecibles jamones- tan suelta y natural como la tan aclamada Susy Díaz? Eso sin contar personajes como Fujimori, Montesinos, y el actual Toledo (con esa forma tan repelente en su hablar con ese acento tan ridículo y esa voz engolada que no sabemos que es realmente), eso es normal? común? ¿Y qué decir de todo el “circo – zoo” que es la política peruana? (Y eso que no estoy trayendo a colación algo relacionado con la tele eh? Porque si no nunca acabamos, además ya saben Mafalda es a la sopa, como Pablo a la tele, ósea yo paso, asi de simple). (Y luego me da mucha risa, cuando la gente “común” / “promedio” / “normal” ve un personaje teatral, y dice entre admirada y otros más que se toman todo a pecho, medio indignados: “¡No, que va, eso no sucede en la realidad!” Me asombro de su poca percepción –y falta de verdadera sensibilidad, entendida ésta simplemente como capacidad para ver lo que hay fuera- para y con su entorno)
Claro muchos me dirán que los ejemplos que pongo son exagerados, estrambóticos quizá para ellos, «poco comunes». Que si bien es cierto que existen, no son la media común, no es la normalidad, que son casos aislados. Pero ¡no!, sigo refutando y manteniendo mi hipótesis. Y para ello, no nos vayamos tan lejos. Sino tal vez miremos los alrededores de nuestras casas. (Y eso sí, sin caer en chismes de vecindad que eso ya hay de sobra y no es de nuestra incumbencia). ¡O mejor aún miremos bien nuestra propia casa!. Y cada cual haga el mismo ejercicio con lo suyo. Encontrará en cada vecino, en cada familiar, ¡¡¡cada personaje que camina día a día que ni les cuento!!! (Esto en un taller teatral, se llama “trabajo de esquina”, donde te pones a observar la realidad que nos rodea en una esquina determinada de alguna plaza de la ciudad. Esto sirve mucho fundamentalmente para los displicentes y desentendidos con el medio. Es muy fácil, te detienes en una esquina como si tú no existieras y sólo observas –mínimo media hora-, observas el cúmulo de identidades que caminan delante de ti. ¡Ellos están actuando sin saberlo para ti! Nada más. Te asombrarás de lo que descubres, porque también, sin saberlo ellos son actores).
Por mi barrio hay muchos, muchos de estos personajes. Santa Marina es todo un emblema de una infinidad de personajes que en cada uno de ellos ya no sé lo que es esa famosa palabra “normal”. Pongamos algunos ejemplos, ya que siempre estos ayudan mucho no? Vivan los ejemplos!
Todas las tardes, muy religiosamente a una hora determinada –como Kant lo hacía- aparece ella. Dios sabrá de donde viene, (nadie aún lo ha descubierto). Pasa con un aire de diva, de tan integrada con la vida –una especie de Susana Baca alternativa- alcanzando atisbos de estar extasiada en una rara y oculta espiritualidad. Ladeando las anchas caderas, moviéndose de un lado hacia otro, con unos faldones hasta el tobillo, y un escote voluptuoso que muestra sus amplias carnes, la famosa “señora kantiana”, -la llamaremos así, por la rigurosidad y puntualidad en su desfile particular de todos los días a la misma hora- y también porque ya debe ser señora; la estilista de quien les hablo, pero eso sí con esa cara de inca que “el cuchillo” parece no ha podido cambiar si es que ha pasado por ahí, porque parece haber pasado por otros lares. (Y esto no es nada peyorativo, ya lo entenderán). Ella, que es observada con mucho más detalle por mi vecino que tiene la mitad de sus años, y que día a día la mira a escondidas, detrás de sus persianas haciendo no se sabe que raras cosas ¿normales también? camina como lo hacía “la bikini”. (…Por la playa camina la bikina… ) Claro está que hay que resaltar que esta señora, la señora kantiana, no es señora, -y eso él bien que lo sabe, es decir ella, no mi vecino- ya que es altamente evidente por mucha prótesis, cuchillo, maquillaje y silicona que tenga, que hasta hace algún tiempo atrás era nada más y nada menos un señor al que nadie conocía.
Otro caso es el fisicoculturista, el ex Mister Perú, que ya hace un año se fue de este mundo y tuve la suerte –no sé si buena o mala- de estar presente con él en sus últimos momentos. Pero la experiencia, como todo lo que me pasa no dejó de ser también intensa y porque no divertida –al menos el entierro- luego del inmenso susto ante el final de su existencia. (Felizmente que con los familiares somos grandes amigos y conocen mi extraño sentido del humor y saben a qué me refiero, como siempre con mis brutales y directas palabras). Pero sigamos con la normalidad, ¿es común, normal, que mi vecino haya sido un ex mister Perú, una escultura en el estricto sentido de la palabra, y que luego se ponga amenazar de muerte a medio mundo víctima de algún ligero desequilibrio? Como alguna vez, a la famosa gorda Chela –personaje sui géneris por defecto en este medio, la tía de los ciento cuarenta kilogramos- que la quiso reventar pero no íntima –como dicen los periódicos chicha-, sino literalmente porque tan solo le dijera ella coquetamente que bajara la voz y no se pusiera a cantar canciones de amor a la rival? “Shst Shst silencio amable caballero… por favor…” / “Calla gorda de mierda, que ahora entro y te pongo una bomba molotov y te reviento!” ¿Esto es común, es normal?
Otro personaje sin duda alguna es mi tío. Esos tíos que siempre están, y que nos hacen divertida la existencia. Otro con algún atisbo de locura seguramente, como los anteriores tal vez. Que parece sacado de alguna revista del siglo XIX. Con esa rigurosidad en el vestir, -en el pensar también- con esa forma excesivamente pontificada al hablar, con esos gestos tan a lo Denegri –pero de barrio-, moviendo manos, boca, cuerpo, y que parece le vaya a dar una crisis cada vez que habla. Desde que lo recuerdo nunca lo he visto con otra ropa que no sea un terno plomo y bueno tal vez otro azul. Eso sin contar las botellas lanzadas al mar con no sé que mensaje, porque en un sueño una voz se lo indicaba. ¿Es común, es normal eso? (¡¡¡Y luego –medio mundo- se asombra cuando ven en el escenario teatral algún ¿”estrambótico personaje”?!!!) (¿Es que podrá existir algo más estrambótico que la misma realidad?)
Hace poco salía de una clase. Al pasar divisaba un entierro. ¿Quién sería el muerto? No lo sé. Pero lo que sí me asombró fue que justo cuanto pasaba, traían en un taxi a la abuelita, la matriarca sin duda de esa familia. Muy pequeñita ella, pero muy lúcida también. Eso me parecía. Ella pagó el taxi, con la sobrina que la llevaba del brazo. (Es que no sé porqué pero siempre en los velorios son las sobrinas las que llevan a las abuelitas, y por lo general la solterona). Francamente al verla, me reí. Y no era una falta de respeto a las canas que ella vestía. Ni tampoco una burla malvada. Pero era completamente gracioso ver a una abuelita de unos noventa años, con un bastón de casi su tamaño con el que iba pegándole a medio mundo para que la dejaran caminar sola y en paz, y lo más gracioso, el pequeño detalle: llevaba sobre su cabeza un par de cachitos amarrados con unas bolitas de esas que tienen las niñas de tres años y riéndose tranquilamente ante el espectáculo que iba a presenciar. (Y no era una risa de alguien que le pasa algo o tiene algún desequilibrio, simplemente era una risa natural de felicidad, de satisfacción). Francamente, que eso me dio mucha gracia, los cachitos en la cabeza de la abuelita. Las pili-mili de la ancianita. A lo mejor, ella tiene una enfermedad mental, a lo mejor es una caprichosa y voluntariosa, a lo mejor es su moda natural, a lo mejor es de las pocas, una excelente superada… Hay innumerables respuestas a los cachitos de su cano cabello, a su risa, a su desfachatez y a esa manera de ser. Pero sean cuales sean las respuestas, esos cachitos daban tanta gracia que no pude soportar y tuve que pasar rápidamente para continuar mi camino… y mi sonrisa. (¡¡¡Y luego dicen que los personajes teatrales son estrambóticos y poco verosímiles!!!)
Sí, sí, el cholo power y la rica venida a menos, son altamente reales. Claro que de hecho, hay algo de imaginación en la situación. (Que no revelaré qué parte es, Jeje). Pero luego muchas cosas lo son. Al final de cuentas, yo no explico –ni tengo por qué- lo que proyecto y plasmo en mis cuentos. Ellos hablan por sí solos. Y eso me basta. Simplemente intento mostrar lo que mis sentidos y algo de sensibilidad captan por ahí. La gente los lee, y encima se divierte. Aunque claro hay de todo. Tampoco es mi intención explicar aquí en este artículo, el anterior, “Ese dedo meñique”, sino que es el pretexto para hablar de este pluralismo diario –de personajes- que muchos no podemos ver con facilidad. Y donde al final, cada uno de nosotros lo somos también.
Por eso será que tengo cierta afición por los personajes de Almodóvar. Que más allá de toda la mariconada –como se empeña en decir mi hermano mayor- (y la verdad no encuentro otro adjetivo) que transmiten sus películas y que noto cada vez va de menos a más. Es decir, en el director ha existido una evolución en ir mostrándonos esta parte homosexual con la cual se solidariza muy, muy altamente y cada vez obviamente in crescendo. De hecho algo no asumido, como dirían por ahí. Pero eso no nos interesa aquí, ni su vida, ni sus rollos, ni quien dijo esto o aquello. Además ¿quiénes somos para hablar sobre alguien en particular? Simplemente lo que nos interesa son sus personajes! Que a mi juicio, -parcializado, obnubilado, o poco común seguramente para muchos- son completamente reales. ¡¡¡Existen, esos personajes, más cerca de lo que pensamos!!! Están ahí a la vuelta de la esquina, al costado de tu casa, o en tu propia familia. Los personajes como diría Shakespeare, somos cada uno de nosotros. Y actuamos en el famoso teatro que es el mundo en sí. La vida es un gran e inmenso teatro. Entonces, bajo esa óptica no nos debe asombrar, menos aún admirar, algún horripilante dedo meñique, o alguna «linda delgada de buen vestir» venida a menos que pierde los papeles y se olvida de todo y manda a la mierda a su tan deseado «cholo power». (Véase artículo anterior, recomendado le han puesto *****). Jajaja.
Un saludo a todos y espero sus comentarios,
Pablo
2 comentarios
montse prats -
Muy interesantes los personajes que has elegido para mostrar en este artículo.
Parece mentira como sabes sacarle el jugo a los personajes, con cada detalle.
Un saludo
Montse
Carmen Luz -