¡Feliz Navidad para todos!
No sé si me estoy volviendo viejo, si estoy saliendo de la edad de la emoción para entrar a la de la razón. (Bueno, yo creo mucho en los ciclos y particularmente si son de a siete, así que los más despiertos calculen los años). Sea como sea, con cambios o sin ellos, no veo lo que medio mundo ve. (O Quizá sí). Bueno, ya sabemos que esta visión personal es algo «natural», o en su defecto algún error en mi mapa de mi genoma, pero la cosa es que faltando tan solo dos días para uno de los más festivos del año, siento que no hay mucho por celebrar. ¡Queriéndolo hacer incluso!
Como siempre. Me explico.
Claro, por supuesto, que desde luego que sí, siempre ¡y ahora más que nunca! se celebra, y celebrará por todas las edades todo el rollo comercial, marketero, y de transacción que ha teñido la Navidad en las últimas décadas, y que seguramente si Cristo estaría vivo por aquí como hace dos mil años, al ver lo que se hace con su cumpleaños, -es decir el aprovecharse de (en algunos casos con fines muy loables, pero siempre para llenar los bolsillos de alguien)-, seguramente que Cristo, repetiría la historia de lanzar unos buenos latigazos (o poner en estas épocas unas buenas multas, o requisas bien efectuadas) a todos estos grandes emporios formales e informales, desde Mesas Redondas (navideñas) hasta cadenas internacionales como Ripleys, Sagas y similares que por cierto, dicho sea de paso, valga la aclaración, no es que quiera redundar, consumimos con mucha entrega y pasión y nos olvidamos de nuestra sincera y verdadera realidad. Como siempre nuestra mayor falacia, el escape.
Pero, "no os preocupéis" no voy hablaros de ello. Del rollo comercial, ya todos estamos inmersos, ya todos somos partes del juego. Pero muy pocos, están pero no son. Atención al que entienda: Estamos, pero no somos. ¡Como me gusta esta frase!
Bueno, tampoco voy a hablar de toda esa onda sensiblera, donde el corazón a uno se le derrite como un helado expuesto al sol, al ser conciente de todos los males y sinsabores, de toda la pobreza y de tanta necesidad en el mundo. (Dicho sea de paso, a «los elegidos», les mandaré una visión llorona en mp3, tan llorona, pero lamentablemente muy real también de la navidad del niño mexicano- a lo Pedro Infante y su famoso personaje Pepe El Toro-. Algunos a lo mejor ya la escucharon, otros no. Estoy seguro que mis elegidos, no la han oído. El que la desee me la pide. Por supuesto que es cierta la necesidad vital en muchos niños, no niego la terrible y dura situación del abandono; pero como que a veces nuestros amigos mexicanos, hacen de esto un alarde particular, un regodearse de dolor. O como ese lamento andino que tenemos también nosotros los peruanos. Y que en ambos casos, me parece innecesario. La vida, no debe ser mucho lamento, ni dolor. Por un lado ya hay suficiente. Por otro, ya nacemos llorando desesperada, estrepitosa y desconsoladamente, es más hasta algunos zaz! con un buen golpe en el culo, eso de entrada, y nos vamos de este mundo también casi siempre no tan bien, la piel se cae, los órganos no funcionan, que las enfermedades, postraciones, etc, etc. -En el mejor de los casos, los elegidos -y esos ya no por mí, sino por papa lindo- duermen como una palomita y se van. Pero mientras tanto, en este estadío entre el nacer y morir, que están teñidos de dolor, hagámoslo al menos un poco más alegre, risueño, porque no picaresco, y hasta acriollado. Ya bastante tendremos para sufrir. (Ah! Salvo que sea por amor! Como dice García Márquez) Así que no tanto lamento mano, y tampoco tanta congoja papaito, recordemos lo leído antes "Es preferible reír que llorar" (Véase artículo anterior)
Bueno, sigamos con esto de la Navidad. No es ni lo "comercial/marketero", ni la onda llorona sensiblona de "Ven a mi casa esta navidad". (Ah! ¿Por cierto quien me invita a su casa este 24 a medianoche? No, no, repito la pregunta seriamente, -y no es para nada turbio-, es para la Navidad: ¿Quién me invita? Se aceptan propuestas. Espero recibir algunas en mi email. Pero eso sí, una cosa es segura: La pasarán rebién. Jejejeje). La Navidad ya viene, con marketing, con sensibilidad, pero con muy poco o casi nada reconocimiento de lo que vale, lo que es, lo que significa, y para qué hacer toda esta fiesta. Ahora mis amigos moralistas y también los humanistas (con éstos dicho sea de paso compartimos mucho en común en ciertos puntos), ahora lo ven como esto de la Navidad como un «buen momento para compartir con la familia», para aprovechar y poder reunirse -¡por lo visto cosa que nunca hacen! (por supuesto por innumerables justificaciones)-. Me pregunto ¿eso es la navidad? Sí, sí, seguro me dirán que soy ingenuo. Pero, repito ¿Eso es la navidad?
Otra vez, entonces, me remontaré a mi niñez. ¡Dichosa -y anormal- niñez! (entiéndase como poco común y de paso algo de privilegio). Porque la verdad, yo tuve suerte. Mis abuelos hacían de la navidad un momento religioso, sin darse cuenta. A su manera, a su estilo. Mis padres, esos eran los mercantilistas, los regalos, la cena, el banquete. Pero los abuelos, sí que a uno lo hacían entender el porqué y de paso el para qué. Al menos a mí. Claro que recuerdo las reuniones en general, en esa mesa grande, tan amplia, y yo tan pequeño, corriendo incluso debajo de ella, con hartos tíos, y muchas cosas. Pero la abuela, al menos a mí, me creaba un verdadero misterio del famoso "Misterio". (¡Que ya ni veo que hasta se mencione!). Ella sacaba su Biblia recuerdo, estaba en Lucas lo que leía, y yo no entendía mucho al intentar leer, pero sí cuando me contaba toda la historia e incluso nos llevaba a ver ciertos nacimientos. Algunos con cambios de clima, otros gigantes, otros pequeñísimos; explicando el famoso como fue, como sucedió realmente. Ella tenía momentos íntimos de comunión, parecía de veras que para ella alguien estaba gestando, que cada ciclo realmente no era una forma de algo ya establecido, sino que se sentía hasta nerviosa porque pronto nacería alguien: El Emmanuel, el Salvador, el famoso Jesús, el niñito que estaba representado en aquel nacimiento, que con mucho respeto le quitaba el manto que lo cubría. Y todas esas salidas, historias, lecturas, eran en sí el gran e inmenso regalo que al menos queda en mi mente.
Ya pasado el cuarto de siglo en mi transitar, me pregunto, en esta época tan, tan, tan caótica y alborotada. Donde para conversar con alguien, un compañero de trabajo de tu misma empresa, o reduciendo el círculo de relaciones, un amigo de barrio incluso, usamos máquinas para ello. En esta época tan globalizada, tan aparentemente horizontal, tan marketera y consumista eso sí, eso sobre todo. (Aquí otro paréntesis: Conversaba con un profesor mío de Simbología, alguna vez, que si llegáramos al año cinco mil por ejemplo -porque este profesor tenía sus dudas de que si llegaríamos al menos al tres mil-, pero si llegáramos al cinco mil los hombres "modernos" al hacer sus investigaciones, descubrirían, por ejemplo -según él, y concuerdo mucho- con los nuevos -nuevos para ellos, comunes para nosotros- «templos modernos», es decir, los bancos, tal vez compañías aseguradoras también, la bolsa y similares. Mi profesor decía, que se quedarían asombrados del sistema de seguridad que existía -existe ahora para nosotros- para ingresar a sus bóvedas. O ni siquiera a sus bóvedas, sino simplemente a un cajero. (Ahora, un paréntesis dentro de otro: Si yo no más, en mi pequeño mundo, cuando me contrataron hace algún tiempo en uno de ellos, de estas entidades bancarias, y por esas cosas de la vida, tuve que conocer a un "grandazo" -justo el de las bóvedas- francamente, me impresioné de tanta y tanta seguridad, de tanto código, y de tanto misterio sobre todo. Realmente parecía que era entrar a un lugar sagrado. Fin de este paréntesis). Seguro que los hombres del año cinco mil verían que toda nuestra espiritualidad es el vil metal. (Y no es algo nuevo eh? El Partenón de Atenas, tan bello, tan "religioso", tan místico incluso para algunos, también era una inmensa bóveda de todo el oro registrado eh?). Los ciudadanos del año cinco mil al ver, todos estos emporios actuales nuestros -tan diferentes a los antiguos que conocemos de diversas culturas-, tan bien resguardados y tan cuidados como fortines como ciudades dentro de otras, con cámaras, sistemas de vigilancia y seguridad y etc, etc, etc. Realmente entenderían que estaríamos entrando a un terreno sagrado. ¿Será cierto esto? ¿Adoramos realmente al vil metal? ¿Nos inclinamos y sometemos a sus designios? ¿Es él quien manda? ¡Es él quien manda! Y justamente recuerdo una de las máximas de mi abuela, que leía tanto su Biblia, la avaricia es idolatría!) ¿Cómo será? El futuro lo dirá.
En fin, menudo paréntesis no? Pero no he olvidado el tema principal. Sí, son mis buenas asociaciones que guardan en su memoria ROM lo importante, y no lo olvidan, al menos por ahora. Estábamos en este cuestionamiento muy mío y personal, de que si ya pasado buen tiempo, más de un cuarto de siglo -para mí- seguirá existiendo por ahí, no sé, alguna viejecita como mi abuela, algún santo como el Starets Zósimo de los Karamazov, algún Antonio El Consejero, de la Guerra del Fin del mundo, que pueda ver, creer y esperar este día con esas ansias, con esa fe, que francamente no abunda por aquí. Ni siquiera en los niños eh? Hay que reconocerlo, la realidad es que la ilusión ya no es parte de nuestras vidas. Menos el conocer.Pero mientras tanto, nosotros seguimos, seguimos, seguimos y por supuesto sigamos consumiendo, lo más que podamos. Y consumir en todo sentido, como diría algún amigo. No solo el comercial, sino también, en ese sentido. ¿El psicoanalítico como se veía en la década del setenta? Como dice este amigo mío. Jejejeje. (Perdón por la frase pirateada). El sensual. ¿De que hablo? De consumir también sensualmente y con todo lo que venga. Porque -miren oh! que gran descubrimiento- el día del nacimiento del niño Jesús, también es motivo, para el "mami mami chuculún, toma toma chuculún". Ósea que adiós niño Jesús, adiós renacimiento, adiós un nuevo ciclo, sino bienvenido sea el motivo para aprovechar, para chuculunear. ¡Eso! El cuerpo parece en nuestro medio actual no poder esperar aunque sea una semanita más, ósea fin de año, para poder hacer en vivo y en directo ese famoso bailecillo que verbaliza en acto al can.
En fin, en fin, cada cual con lo suyo. Cada cual con su estilo. Cada cual con su tendencia.
Lo que sí es claro, es, al menos para mí. Que el momento es propicio, (Como la serie rosa: la noche os sea propicia) Jajaja. Pero no solo este momento, sino también cualquiera, para (no, no para la fuerza del chuculún) sino para saludar a todos mis amigos. (Al club de fans también, Jejeje).
Un inmenso saludo a todos, una gran navidad para cada uno de vosotros.
A los que le hacen un culto al perreo bailando en público o en privado (ya saben la diversidad de gente que aparece en mi camino), a los clásicos y alturados, a los intelectuales y buen leídos, -pocos, pero hay-, a los juergueros y barruntos, a los vacíos y plásticos, -que parece nos repelemos inmediatamente y el sentir es muy recíproco- a los confidentes, a los que se abren, -es decir su mente y corazón dispuestos a escuchar a entender-. Y también como dice el vals, a "los puritanos, los moralistas, los que no comprenden". A los que no comprenden mis palabras, a los que las desvirtúan. A los que les gustan y me leen. A los de aquí, a los de allá. Y a los que no se pueden encasillar! esos me gustan más, (he ahí quisiera ser algún día el moderador de ese grupo). A todos ellos!, Ah! y no olvidemos a los «llorones » tanto andinos como mexicanos. (No vale picarse! Estamos en Navidad!)
A todos, a cada uno de ustedes, un abrazo muy especial, con mucho sentir y con esa fraternidad que solo la emoción y los vínculos creados logran despertar.
A cada uno,
¡Una Feliz Navidad!
¡Feliz Navidad para todos!
Pablo
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