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PabloLuna

Opinión

¡¡¡Superamos las cincuenta mil visitas!!!

¡¡¡Superamos las cincuenta mil visitas!!!

Hoy tenemos que celebrar.

No solamente porque estamos en la semana del idioma, con muchos eventos por Cervantes y por el maravilloso mundo de las letras, sino también porque cada vez más -siento, es mi percepción- la gente está leyendo! La producción literaria aumenta día a día, y yo soy feliz con que la gente lea. Un pueblo que lee, me parece, avanza más rápido. Y en todo este contexto "macro-literario": de muchas editoriales, de muchos grandes autores, de ventas astronómicas incluso, de costos elevados también (Mi eterna objeción al sistema). También hay un mundo "micro-literario": autores no conocidos que creen en sí mismos, revistas virtuales y reales interesantes, blogs por todas partes, y entre ellos mi pequeño y sencillo, -pero nutritivo- blog ;) que me ha demostrado que también algo ha hecho con respecto al tema de la lectura "virtual", en este caso. Porque como verán mi blog es como Libertad, aquella pequeña amiga de Mafalda, "Simple".

Y es quizá esa simpleza la que ha hecho que justo en estos días -enigmática coincidencia, (por las fechas que se celebran digo)- hayamos superado las cincuenta mil visitas en este blog!!! (Al momento de publicar este artículo, el contador dice: "Número total de páginas vistas hasta el momento -desde agosto del 2005- 50.712"). Eso para mi representa mucho, porque al menos, ha existido un grupo de gente, amigos lectores, que ha seguido la evolución de este creativo (según yo, en escencia) blog "De todo un poco". Y también porque es un pequeño orgullo personal. Lo debo admitir. Porque parafraseando a Agneta, y salvando las distancias, puedo decir "Thank you for the Writing for giving it to me".

Y es que aquí debo reconocer, aunque parezca inverosímil, que a mi me pasó lo de Zezé, el protagonista del libro donde comenzó toda mi pasión por la Literatura, "Mi planta de Naranja Lima", -podría recitar algunos capítulos de memoria creo, sobre todo el final-, porque al igual que él, que Zezé, quien escribe ya a los cuatro años -uno menos todavía que él- aprendí a leer solo. No sé como, pero se dio. (Creo que fue también por la influencia de los abuelos, y de cuando fui al barco por primera vez con la abuela -que hasta ahora a sus 92 años sigue leyendo fielmente un par de horas diarias-, para mayor información véase el artículo "El sabor de la Justicia" Publicado el 21/11/2005). 

Y entonces, mis padres ni cortos ni perezosos, -al igual que con Zezé pero con una onda distinta de libertad y creatividad-, me pusieron en las cuatro paredes de la escuela a esa edad, por esos once años muy bonitos y divertidos. Donde lo más importante creo que ha sido, a parte de las amistades, recuerdos y profesores, simplemente aprender a escribir y a calcular y a leer como debe ser. Porque mucho radica en saber leer. El resto, no sé para qué. Pero no se me malinterprete, las otras materias son muy hermosas, en todas sobresalí, pero a estas alturas del partido me digo en el fondo ¿"Para qué"?. Demasiada cultura general. O como me dijo mi profesor de matemáticas hace poco que me lo encontré en la calle y hablamos de su curso, que -aunque no lo crean- fue el que más me gustó, y en el que mucho sobresalí: "Pablito, es realmente importante saber sumar 3/5 + 4/8?". Y me fui pensando si realmente tiene mucho sentido práctico saber sumar tres quintos más cuatro octavos... Alguien se anima a opinar?

Pero en fin. Lo importante es que, volviendo al tiempo presente, este espacio, es un espacio para la palabra escrita en todas sus formas y variantes, para compartir, y para opinar sobre lo que querramos, para tener ideas diferentes, como lo que tuve con los veganos por ejemplo. (para que disfruten una polémica brava véase el artículo "El Perro y la M (Fuego contra fuego)" Publicado el 07/07/2006). Menudo rollo aquel.

Una de las batallas personales que sin querer he librado es hacer que algunas personas lean -que no solo mis alumnos, porque a ellos en el peor de los casos se les puede obligar usando los "didácticos" métodos que sugiere el Ministerio de Educación (Cosa que no hago, -la rebeldía siempre me persigue, -ellos, mis alumnos, dicen estimarme como profe, como será, mejor que ellos mismos opinen, los invito a hacerlo)-, sino que también he logrado (en pequeños círculos y en pequeñas escalas), que familiares, amigos, terceros tengan este gusto por la lectura o lo descubran. Esa es una de las funciones indirectas de este blog, que sin darme cuenta se ha dado.

He hecho en estos dos años veladas, lecturas con amigos, compartimos escritos, y muchas cosas más. Pero eso es diríamos hasta "fácil" con gente conocida y que sabes le gusta leer. Pero ¿qué de aquellos que no? Que no les gusta simplemente. ¡Cómo hacer que encuentren el atractivo de este bello arte! Este blog, modestia a parte, y salvando las distancias con muchas plumas realmente finas, algo de ello ha logrado, porque me lo dicen en el correo, y porque además participan y responden a los artículos. Pero también pesando en eso entre otras cosas y por mis grandes amores y pasiones, el año pasado, luego de terminar el primer tomo de las Mil y una noches, hice el proyecto que lleva su nombre. (Véase artículo "27 en el 2007", aquí abajito nomás :) O visita el espacio http://cuentacuentoslasmilyunanoches.blogspot.com/). Una experiencia muy motivadora, placentera y enriquecedora.

Sé que en dos años (para algunos), no es mucho el hecho de tener cincuenta mil visitas en un blog. Pero nuevamente se aplica aquel dicho que mi padre decía "Todo depende con el cristal con el que se mira". Porque si lo vemos desde el punto de vista en el cual pocos leen, y -donde yo también no he estado escribiendo como debiera, poca regularidad (Sí, meas culpas escribidoras)- es todo un logro a celebrar este número de visitas.

Pero también tengo que dejar dicho algo muy importante y valioso: todo esto no hubiera sido posible sin "las pataditas en el culo" de grandes personas.

El primero de ellos, Nacho Fernández, director de la revista virtual http://www.literaturas.com, Cómo olvidar el taller que llevamos, su «¡vamos, hazlo hombre!» con su a"z"ento peculiar. Y sus palabras de ánimo en los momentos iniciales. Gracias Nacho! ;)

También mi profundo agradecimiento a mi gran amiga Montse Prats, (autora de "Meu Tren"), aquella gran catalana, quien con harta energía y fe me ha apoyado incansable y desinteresadamente; y que es el "espíritu" que hay detrás de muchos de mis artículos. Ella es una pieza clave en toda esta empresa personal de la escritura. Sin ella, y sus "pataditas en el culo", muy poco hubiéramos podido alcanzar. Gracias Montse. ;)

También estoy agradecido a Angela Vallvey, http://www.angelavallvey.com/, admirable escritora española que me motivó para seguir escribiendo "tu blog es una ventana abierta a una Lima viva, que sorprende porque despierta curiosidad". El enriquecedor, nutritivo y dinámico taller que llevamos y sus palabras de estímulo así como su ejemplo personal, fueron otro motor para seguir en esto. Gracias Angela. ;)

Tampoco puedo dejar de mencionar a Celeste Viale, directora del Centro de Formación del Teatro de la PUCP, y dramaturga peruana, creadora entre otras obras, de la «saga teatral» "El zorrito audaz". Ella fue otra de las personas que con sus consejos, sus correos llenos de entusiasmo, fuerza, y mucha dirección motivaron también el escribir, cuando yo era un jovencito -irónicamente algo «tímido» de entrar a este maravilloso mundo- (porque aquí revelaré un secreto, antes yo estaba en otro mundo, -no, no, no es el mundo bohemio, ese no-, estaba en el mundo de la empresa neoliberal, de la globalización, del alcanzar objetivos empresariales ayudando a liderar como un capataz moderno a mi jefe que para lo único que vivía era ser esclavo de un sistema que a mi no me satisfacía). Pero la empresa y la dependecia, fue una etapa en mi alborotado vivir.

Y bueno, luego de esta pequeña reseña-exposición y gran alegría por superar las cincuenta mil visitas, sigo invitando a todos mis amigos, a todos los cibernáutas, a encontrar un espacio, este espacio, diferente, alternativo, y como Libertad, "Simple", donde todos podemos opinar.

Un saludo a todos y de hecho ¡¡¡Salud!!!

Espero sus comentarios!

Pablo

 

Generando Impulsos...

Generando Impulsos...

Escribir para mí es un placer.

No lo hago por responsabilidad, tampoco porque me lo exige determinado público o algún medio, menos porque quiero demostrar algo ante el mundo, ni porque me paguen, simplemente lo hago por placer y porque se vuelve una necesidad en mí. Es como ir al cine o al teatro. Yo voy al cine a disfrutar una película. Al teatro por un gran amor que tengo a este arte, que es alucinante. Conclusión: voy por placer, escribo por placer. Eso es todo. Sí, puedo parecer simple y hedonista, pero es la pura verdad.

Muchos tratan siempre de encontrar respuestas donde no las hay. Me incluyo. Eso me ha pasado, me pasa y seguro me pasará. Somos humanos. Simples humanos, de carne (carne sobre todo) y hueso, unos carnívoros, otros hervíboros -estos son los más complejos-, y algunos omnívoros. (Léase el metamensaje, por favor y compárese son artículos pasados. Echar vistazo más abajo a "El perro y la M").

Pero una de las cosas que puedo «autorescatar» de esta forma natural mía al escribir, es el impulso que esto genera en el otro.

Es agradable recibir comentarios. Pero más agradable aún, para mí, es generar un impulso en un tercero, y mejor aún si no le conozco. Eso es valioso. Yo me siento contento con que la gente me lea, (el contador de visitas de mi página crece a ritmos distintos, pero avanza; en un año y medio va por los treinta tres mil lectores, -para muchos será poco, para otros bastante, pero algo es algo dicen-). Pero, lo más rescatable, es este generar impulsos. Me explico.

Que a uno lo lean, (soporten, aguanten, se enriquezcan, o despotriquen -usen el término que quieran-) eso ya es bastante. Pero lo que es mucho más valioso para mí, es que a uno le respondan. Eso es un «plus» adicional que mucho dice de quien escribe. Porque se está dando la comunicación, se está generando una respuesta en el otro, y se está tocando alguna fibra que hace que un salga un impulso. (Porque por lo general la gente no tiende a responder demasiado).

Entonces, bajo esa lupa, yo no sé «si la hago», «si no la hago», como dice alguien por ahí, o «si soy maduro, o inmaduro» como alguien que parece me conoce demasiado lo comenta también. Tampoco la idea es darle demasiado importancia a lo poco importante. Porque «veganadeces» a parte, siempre hay que seguir. Solo que ahora soy yo quien siente el impulso.

Lo que sé es que soy feliz. Solo eso. Y más feliz que mi artículo "El perro y la M" siga causando la sensación que causa, ¡¡¡hasta ahora!!! (Que me hacen sentir importante eh?). Entonces, ese artículo creo que merece algún premiecillo por ahí. (Seguro alguien me hará llegar algún presente). Es que donde saca tanta roncha entre algunas comunidades, asociaciones -hervíboras sobre todo- individuos en solitario, de a pie, que, según mi punto de vista, no saben leer, algo debe tener dicho texto. Creo que los hervíboros, y algunos omnívoros, saben descifrar los códigos escritos, las palabras que cuando se juntan las letras de un abecedario forman, pero de lectura, o mejor dicho de comprensión de lectura, como que algunos me dan entender que a veces falta. O quizá es todo lo contrario, yo no sé escribir. Esto es lo más probable. Snif, snif.

Si es lo segundo, pues tengo entonces una gran e inmensa fe en mi mismo. Eso también es rescatable. Porque las entrelíneas creo que algo dicen. Siempre hay que ver más allá. Leer con calma, no a la volada -como estos tiempos cibernéticos nos lo quieren exigir-, no dejarse guiar por comentarios de terceros, y sobre todo, sobre todo ser feliz. Ser feliz dando lo que uno pueda dar. (Si algo puede dar). Lo mejor de sí sobre todo. Y como decíamos, -hay que ser redundante en esto-, «No hay que darle importancia a lo no importante». (No lo he hecho en buen tiempo, hoy tengo ganas de hacerlo. Me han generado un impulso).

Pero bueno cada cual es libre de opinar lo que quiera, para eso he creado este blog, y ha funcionado. Ha sido un éxito escribir, que me lean y sobre todo que haya "generado impulsos". Agradezco a todos, -hervíboros incluídos, son los más preciosos del planeta. ;) -. Pero fiel a mi sentir, seguiré para bien o para mal (mala comprensión de otros), escribiendo cada vez más.

Viene a mi mente, no sé porque extraña -o clarísima- asociación, aquella célebre frase, (y no se me ofendan porfa, que va con todo el cariño del mundo, -léase, léase con afecto y con muchas entre líneas y con verdad sobre todo-), esa frase que la aprendí de esta admirable mujer, Angela Vallvey, quien la sacaba de una película de Clint Eastwood "las opiniones son como los culos, todos tenemos uno".

Un abrazo,

Pablo

¡Bienvenido 2007: Este es el maravilloso Perú!

¡Bienvenido 2007: Este es el maravilloso Perú!

Recibir el Año Nuevo esta vez, fue muy especial. Diferente.

Este ciclo que se inicia no podía ser más dual que el que me ha tocado vivir, por las dos partes que les contaré. La primera parte: la bella, alegre, mágica y sensible; la segunda, que simplemente todos los días no se celebra lo primero. Es decir, en buen cristiano, poner los pies en la tierra. La realidad, tal cual.

Pero vayamos por partes.

Lo pasé en la playa. En el sur de Lima. En el depa junto al mar de unos amigos. Un lugar muy bonito -el depa y la playa-, una cena muy agradable, comida francesa exquisita, un calor humano de primera, y mucha alegría toda la noche. Comenzamos muy temprano nuestra celebración y recibimento, desde las seis de la tarde de la víspera.

Cada año suelo programar que el despertar del siguiente sea distinto, creativo; y esta vez, sin darme cuenta, nuevamente de modo hasta inconsciente, se repitió la variación. ¡Muy contento de que fuera así! El destino como siempre, me da sus palmas en el hombro y se pone a mi favor. ;)

En el transcurso de las horas, fueron llegando los que faltaban. Eramos un grupo pequeño y especial, con una energía muy vital. Para salvar las identidades -que tanto me han pedido, al menos una de las menores "Pablo, no vayas a decir mi nombre eh? Porfa..."-. Seré genérico. Los menores del grupo -No, no, esta vez no era yo-, eran dos niños y dos niñas. Luego los mayorcitos, ahí sí que era el menor. Jeje. También era super enigmático ese detalle en las cosas y situaciones que a veces puedo ver, el número de personas reunidas. Siete. Como el año a celebrar. Como el año a recibir. Siete. Como mi propio día. Como mi vida tal vez, o lo que aspira. Siete que hacíamos como setenta. No sé. La pareja de esposos del depa (ella peruana, él francés), otra pareja más (ella peruana, él argentino), -a las peruanas le gustan mucho los foráneos, parece, jeje-, también estaba una bella comunicadora que anda entre Lima y Madrid, una psiconalista encantadora y nada más ni nada menos, que quien viste y calza, quien escribe. Nadie más. El grupo perfecto para pasarla bien. Charlar de todo un poco, cantar a dúo en la terraza bajo el cielo estrellado, bailar, danzar, comer -¡no hay como este arte y este placer!-, divertirse. Simplemente saber ser hedonista en el momento indicado.

Cuando dieron las doce, -es inevitable para mí-, ¡a meterse al mar se ha dicho! Y como pez en el agua, -algo contradictorio según algunos astrólogos-, (debería quedarme solamente cerca a la fogata dicen), ingresé a ese espacio místico y maravilloso que es este inmenso elemento. Solo aquel que entra con fuerza, ganas y mucha integración al mar un fin de año, a la medianoche puede entender a plenitud el placer incomparable que uno logra sentir. El acto simbólico de las velas fue fabuloso, el morir y el renacer. Simbología. Sin olvidar la rueda de la fortuna, la vida es así una rueda llena de fortuna y ciclicidad.

No dormí mucho aquel día. Solo un par de horas. De dos y media a cuatro y media. No dormía no sé porqué: la mágica fuerza que te da la tercera edad de la juventud, la vitalidad del momento o quizá el querer prolongarlo, el estar en armonía con el universo en una noche como esa, o simplemente que no tenía sueño. Al avanzar los minutos pude ver el amanecer. Bello. Hermoso. Maravilloso. Como cualquier amanecer realmente, si es mirado con atención y meditación. Aunque siempre con esa bruma limeña rondando que nunca desaparece, queriendo aguar las cosas. Pero igual es imposible aguar lo bello. Hasta la bruma se hace bella.

El momento mientras la naturaleza despertaba, estaba sentado a solas en el balcón, viendo las casas blancas del balneario, viendo toda la inmensidad del mar demostrando su fuerza majestuosa con las olas sucesivas que venían una tras de otra a distancias equidistantes y en grupos, con el cielo cambiando de colores, fue un momento único, precioso. Pero repetitivo como cada amanecer que no vemos ni admiramos. Entonces, no pude esperar más, y otra vez a introducirme en esa masa acuática. Otra vez dentro de un mundo que no es el mío. Me acerqué a la orilla, descalzo. Veo a mis alrededores, y la bruma está desapareciendo lentamente para instalarse en un cielo gris que espero el sol logre vencer. Miro a todos lados: no hay ni un alma. Estoy solo ante la naturaleza. Yo y ella. Tu y ella. ¿Qué hacer? ¿Qué haces? Lo único que queda es desnudarte e ingresar. Nada más. Una lucha total, una fuerza imperante en ambos. Fogosidad dentro del mar. Una relación. Fue también místico y orgíastico.

En la tarde portarse como un buen playero, intentar colorear la piel, nutrirla con un poco de calcio, distraer la vista también, y al fin disfrutar de un sol abrazador (con "z", un sol que abraza) y de otro sol abrasador (logró vencer esta vez la neblina limeña por fin). Pero como todo en la vida acaba, incluso el amor dicen, esto tiene que acabar y recién me doy cuenta que en mis ensoñaciones pensaba estar en una isla paradisíaca de Centroamérica, o en Ibiza, recuerdo que estoy en el Sur de Lima Perú, en el Km 42.5, Pulpos. Como dice aquella canción de rock nacional "El sol se marcha, la gente se quitó". Entonces, me toca irme.

Y pongo los pies en la tierra.

No tengo carro.

La autopista estará hecha un caos terrible por este día. Las combis asesinas al acecho, con sus tarifas sobrevaluadas. Tengo que hacer cruzar a una paisanita, que se aferra a mi abrazo por temor que la aplaste alguna combi de estas. Cruzamos. Me agradece con una sonrisa, o agradece al suelo porque no me mira. Se va. Veo el panorama de norte a sur, una carretera de solo dos famélicos carriles, y a los costados pura tierra como queriéndosela tragar. Un montón de gente queriendo entrar en lo que venga. A luchar por los asientos. Aquí no hay reservas, aquí no hay colas. Aquí hay multitudes. Agresividad. Criollada. "Quien adelanta gana".

Algunos los dejo ganar. Las combis están repletas y saturadas. Que vayan ellos, yo puedo esperar. Son las cinco y media de la tarde, hay luz aún. Pero no. Pasa el tiempo, y la gente impaciente, como un solo hombre se lanzan ante la combi que viene. Como pirañas para devorar los pocos milímetros sobrantes en cualquier combi. Como decía una de esas cadenas: "Si quieres sentir el aliento de otra persona en tu hombro, si quieres sentir su cuerpo como toca el tuyo, si quieres sentir toda la corporalidad rompiendo tu espacio íntimo y natural, viaja en combi!" Verás que la experiencia puede ser, incluso, sexual sin serlo.

Hasta que por esos designios de la vida, el destino se manifiesta y aparece una combi. Vieja. Fea. Destartalada. Parece pirata además. Debe serlo, porque está vacía y su color no es de las que están registradas a circular. Todos, corremos para alcanzarla. El cobrador con cara de pirañaza brava, de reo recién salidito, ya nos ha anunciado con una voz de bajo, mortecino; amenazante e inexorable: "Cinco lucas hasta lima, chocherita". La multitud me gana, todos pueden pagar, todos quieren salir de ese desierto que es la carretera y llegar a Lima antes que oscurezca, suben apretujados, y creo que los asientos se van a acabar; pero alguna extraña habilidad que debo poseer hace que logre ingresar, y pueda coger uno de ellos. De los asientos.

Dentro de todo, para venir del Sur, un primero de enero, me siento privilegiado. Voy sentado como un rey. (Aunque sea en un asiento que parece para un par de niños de cinco años. Esta debe ser una combi hecha en Corea o esos países donde a todos los ven igualitos, chiquititos y jaladitos). Eso ya es todo un privilegio, venir sentado. Aunque a mi costado derecho junto a la ventana hay una paisanita que habla con su acento y que está con sus paquetes atiborrada de plantas y bolsas. Miro a mi derecha, pasando el pasillo de pasajeros y hay otra mujer, su hermana. Gorda, salamera, risueña. No entra en el asiento, media nalga se le cae, intenta ubicarse bien y lo logra. También con sus flores y paquetes. Me siento entonces entre tantas plantas, como un clavel entre dos rosas.

El carro arranca. Por fin. Vamos a ciento veinte en el primer carril derecho de la carretera. Aquí todo está permitido. Y no importa, todos llegaremos ante ella. Lima, la de todos. Avanza, y empieza a correr. Estamos en la carretera y sobretodo, -sobretodo- en el Perú. Aquí nuestra máxima es: "Todo es posible". El cobrador ex presidiario, inmediatamente, empieza a cobrar los famosos cinco soles. Las hermanas reclaman, que ellas sólo van hasta Atocongo, al menos una luca menos. El cobrador con la mirada las intimida. Ellas pagan no más. Y todos pagamos. Y todos muy muy apretujados, como los espárragos en un envase, vamos confiados con la tranquilidad que llegaremos a nuestro destino.

Pero en el camino, apenas a los diez minutos de soportar olores, humores, y profundas sensaciones, plop, ups, ches, una llanta delantera -como un globo hincado por una aguja- se desinfla. Tamare. Ajo. Erda. Las hermanas, se ponen nerviosas, quieren bajarse. Los gays que están exactamente en la fila trasera quieren armar chongo. La pareja detrás nuestro con su bebe en brazos están fastidiados. Los que están en el pasillo, algunos aprovechan para bajar, los que se quedan pueden soltar por fin sus cuerpos. Muchos murmullos de todos. Murmullos al aire -nunca al ex presidiario-, cuchicheos que algunos lanzan. "Que deberían prever esto", "Que no vamos a llegar", "Que mejor devuélvanme mi plata". Y similares. Pero nadie puede protestar mucho tampoco y bajarse indignado, porque no hay combis así nomás en la carretera, y vacías sobretodo.

Entonces hay que cambiar la llanta.

El chofer se baja para él mismo hacerlo. Un hombre con cara de provinciano, de un metro cincuenta. No dice nada. Muy práctico y decidido sale para hacerlo. Obviamente, en plena carretera, donde todos quieren salir del sur y regresar, no tiene tiempo ni necesidad ni idea de poner señalizaciones para hacer entendible a otros conductores lo que pasa. Eso aquí eso no existe. ¿Para qué es ese triangulito color rojo? No, no, ahorita mismo yo lo hago, más vamos a perder tiempo poniendo esas cojudeces. Los autos van y vienen y ninguno se detiene. Corren veloces, como en una carrera contra el tiempo. La llanta delantera que se ha pinchado, está en el lado izquierdo. El chofer va ahí, se agacha a cambiar la llanta y cuando lo logra, cuando ya ha terminado, en un instante imprevisto, ¡zaz! ¡mierda! ¡chucha!, otro de esos locos del volante, -pero no de combi- que iba en el carril segundo, arrolla al joven provinciano, lo tumba, y con sus llantas pasa encima de su pierna derecha.

La gorda de la nalga sobresaliente es una nerviosa en potencia. Se pone a gritar con su voz aguda haciéndonos a todos la situación superdramática e insoportable. Chillando como una enferma. Se levanta en su propio asiento. Se vuelve a sentar. Se levanta, se sienta. Mira para todos lados. Saca su regordeta cara por la ventana. Se le atoran con los cabellos alborotados. "Dios mío, Dios mío que ha pasado. Lo han atropellado, lo han atropellado, el carro ese le ha chancado, a lo mejor le ha matado. No, no, no. Ay Dios. Ayúdenlo. Ayúdenlo". Gritando como loca dan ganas de darle un par de bofetadas, porque todos estamos muy tensos. Una mujer le dice muy calma "¿Puede callarse por favor? A todos nos tiene nerviosos. Cállese". No escucha.

Un par de pasajeros solidarios suben entre brazos al chofer que no puede caminar. Son torpes para traerlo. Le hacen espacio, pero todos quieren ver. Morbosos. Lo ponen exactamente delante mío. La otra sigue con su voz de plañidera norteña y cada vez más aguda, como llorando a un muerto. "Ay Jesús, al menos está vivo, hagan algo, llévenlo al hospital, no se mueve, no haga nada". Estoy a punto de gritar a esa mujer. «¡Cállate vieja de mierda!» El accidentado no menciona ni una palabra. Uno de los gays, se acerca, "soy médico, déjame ver tu pierna, le levanta el pantalón y todos los mirones como un solo hombre zum estiran sus cuellos y torsos para ver, sólo no te muevas y tienes que estar en reposo absoluto. Eso es todo". Como si con esas palabras el asunto se arreglara. Y yo ahí mirando todo idiotizado, sintiéndome cómplice con la masa que hace nada.

El conductor del carro que lo ha arrollado se ha detenido unos cincuenta metros adelante. Pero no por compasión ni cargo de conciencia. El carro está ahí. Mal estacionado además, en diagonal entre la tierra. No sale nadie. Seguro espera que vayan hacia él, sino se las pica. El cobrador expresidiario, antes que eso suceda, va para exigirle cuentas. Pero regresa enfurecido. El hombre está borracho y ha perdido la conciencia. Nadie ni nada en ese instante lo puede hacer volver a la realidad.

Entonces, un patrullero que por ahí pasaba. (Esto es muy importante enfatizar eh? Nadie lo llamó, nadie, -a todos nos consta-, sino que un patrullero que por ahí pasaba), trató de poner orden a la cosa. Al verle la cara al cobrador, lo trató muy despectivamente. ¿Permiso para la ruta? Silencio. No hay porque son piratas. Luego unas palabras. Es que jefe uno tiene que ganarse la vida, comprenda pe. Continúa la autoridad. ¿Licencia de conducir? Nuevo silencio. Esta vez absoluto. Oiga, ¿usted no tiene brevete? ¿El accidentado, el chofer, su licencia de conducir? El hombre mudo. No dice nada. El cobrador responde por él. Jefe, no puede decir nada porque es mudo. Todos se sorprenden. ¿Pero no tiene licencia? No jefe, tampoco tiene. Huy carajo, aquí hay que arreglar la cosa. Uno de los pasajeros, el médico, que estuvo presente en ese diálogo, ingresó a la combi y dijo "Bajen todos, que se les dará dos soles a cada uno". Las hermanas indignadas. A la voz de soprano, le salió una coloratura: "¿Dos soles? ¡Esto no puede ser!" Los gays gritaron en coro "Oh no!". La pareja con el bebe, no sabían que hacer, con dos soles cada uno nunca llegarían a su destino. Todos, el resto, rodearon al expresidiario, confundiéndolo, para exigir su dinero. Nunca faltan los vivos a río revuelto ganancia de pescadores. Alguien decía, Cuiden sus cosas, sus bolsillos. El policía amedrentaba al cobrador "Ya atiende a la gente no más, devuélvele su plata y no te hagas el vivo, que luego tienes que vértelas conmigo" Y el pobre chofer con la pierna mal, sentadito como si con él no pasara nada. Todo un estoico digno de imitar en la misma situación.

Miré la carretera, vacía, peligrosa, y empecé a caminar rumbo al primer puente que encontrara. Atocongo. Un lugar peligroso. Mi ropa llamativa, mis zapatillas azules, mi mochila de marca bastante pesada eran muy atractivas para cualquier dueño de lo ajeno. Avancé con rapidez y comenzó a oscurecer. Y mientras se repetía el ciclo inverso que miraba en la mañana con mucha contemplación y casi en éxtasis en el balcón blanco -de losetas claras bellamente colocadas y con barandas de bambú y puertas corredizas de vidrio- del depa de mis amigos, recordé que ni loco podía darme un momento de ensoñación. Caminé a prisa. Cinco minutos. Ningún auto se detenía. Botado en plena autopista. Por fin, llegué al puente. Tomé un taxi, y recordé. Estaba en el Perú.

 

Más feliz que nunca... (¡En la tercera edad de la juventud!)

Más feliz que nunca... (¡En la tercera edad de la juventud!)

hoy el tiempo y el destino me han hablado extrañamente. me han hecho recordar mi adolescencia, han hecho que regrese a la mitad de mi vida. aquellas épocas llenas de mucho idealismo -que aún conservo-, de mucha pasión -que también conservo-, de mucha fe, de mucho creer -que renacen poderosa y fuertemente cada día-.

hoy salí a encontrarme con terceros. como buenos peruanos, llegarían tarde. y seguramente, yo, como mal peruano, llegaría temprano. y así fue, llegué puntual, pero ellos no estaban. no obstante, estaba otro grupoque me esperaba, inmenso, mágico e impresionante -y olvidado también- : una feria popular de libros. sin poder contra mí mismo me dejé llevar, y era imposible no seguir el coqueteo que me mostraba el primer libro con el que me topé, fue... sí, tengo que decirlo, que de lo poco que he leído, (porque el conocimiento es tan amplio e inmenso y tan misterioso e infinito) de los grandes y nóbeles incluso que he vivenciado, éste para mí-, tiene una fuerza, un amor, un sentimiento muy personal y muy grande.

llegó a mis manos por primera vez media vida mía ya vivida. era un crío adolescente con mucha pasión por la vida misma. mi hermana mayor -tiene sus ventajas ventajosas ser el menor- me lo trajo, "el protagonista se parece a ti, hasta por el nombre, y con las ideas que tienes en la cabeza, debes leerlo" . en inicios de los noventa, ya la literatura rusa no tenía mucho auge, -en lo que respecta a lectura (y cada vez el auge es menor)-, como sí la tuvo en los setenta y ochenta de mi niñez. (de muestra están mis tíos lectores). no sabía que éste libro, editado más de cuatrocientas veces, y traducido a setenta idiomas (y éstos son datos de 1970 eh?, cómo será ahora, no lo sé), se convertiría sin darme cuenta en una obsesión para y con la cultura rusa. pero así como llegó a mis manos tuvo que irse, iba por la mitad de conocerle, y mientras mis lecturas se cruzaban con mis estudios perseguía con pasión la vida de pavka korchaguin, pero un día desapareció de mi estante de libros. tenían que devolverlo, o mi hermano se lo llevó, nunca supe cual fue su destino, por más ruido que hice para saberlo. me quedé con el sabor de una historia inconclusa. lo busqué por diversas librerías y nadie lo tenía, nunca más supe de él.

pasaron cinco años -como diría lorca también- y en la universidad conocí al hijo de un socialista que había viajado mucho, y leído más. nos hicimos amigos, y un día en su biblioteca, lo ví, o él me miraba a mí. eso era lo más probable. no sé si serían los tragos o los estragos, aunque siempre me he jactado de mi buen beber y resistencia. y ese día me lo traje a casa, -como a escondidas-, porque el padre de mi amigo era muy celoso con sus hijos impresos. retomé la lectura de la pluma de nikolái, y lo recuerdo más porque por esas fechas conocí a un pianista canadiense, llamado del mismo nombre. tiempos aquellos, donde mi sensibilidad era tan ingenua y tan fuerte a la vez. tenía -como ahora- mucho, mucho por descubrir. pero el tiempo siempre parece ganarme, apremiarme, y esa vez no fue contemplativo, el padre de mi amigo se dió cuenta que uno de sus hijos faltaba y otra vez a tres cuartos de la historia y el desenlace final, tuve que devolverlo. aún no sabía mentir.

han pasado nueve o ya diez años, (ya con el tiempo pierdo las nociones). más aún recordando que cada siete nazco otra vez, como hoy. y hoy, mientras esperaba a los buenos peruanos, lo ví ahí, en esa feria, mirándome a los ojos, y diciéndome, "llévame, esta vez soy para ti". era el mismo de siempre: editorial progreso, tapa dura, papel grueso, fondo crema con líneas rojas resaltando un marco de una imagen a modo de ícono marcial con una estrella en la armadura. el mismo de siempre, y ahora a la tercera vez, sería mío. "así se templó el acero..."

lo tomé entre mis manos, edición original porsupuesto, seguro que años que no lo abrirían, y caería en esa feria de algún decepcionado o mercader de libros. no lo sé. tampoco sé porqué, pero pensé que sería incluso el mismo libro que cayó en mis manos por vez primera cuando mi hermana me lo dió. lo abrí, y dentro tenía una receta médica, el papel ya amarillento por el paso del tiempo o por su ausencia, con el nombre de una farmacia ya inexistente. luego, seguí hojeando y me tropecé con otro papel, más amarillento aún, que dejaba su huella en las hojas blancas al sacarlo de su sitio, "comunicado del sindicato de trabajadores mineros de milpo", al ver eso, pensé "es más probable, que justo este libro no sea el primero que llegó a mis manos, sino el segundo". sea de quien fuera, lo tenía ahí, en mis manos.

en épocas de la globalización hay que negociar. y lo negocié, como vil mercancía, lo cambié por otro papel impreso, de un valor irrisorio por su contenido. ahora, como aquel niño egoistón, de lazzy town que canta "el techo y el cielo es mío", ahora sí que "así se templó el acero" es mío, y va como regalo hacia mí mismo para este nuevo ciclo de la verdadera tercera edad, pero de la juventud. ya luego, en un breve futuro -aunque no soy de comentar libros (en tal caso hacer una historia con ellos mismos)-, cuando termine de leerlo -espero que esta vez no pase nada, ni tenga que esperar lustros más, lustros menos-, daré mi comentario respectivo, por ahora a disfrutar de esta lectura apasionante, y que regresa a mi vida a decir algo, entre tantas lecciones, de hecho, seguro a cómo templar el acero -a lo que agrego- con fuerza, belleza y felicidad.

un abrazo a todos, y feliz cumpleaños!

pablo

El Perro y la M (Fuego contra fuego)

El Perro y la M (Fuego contra fuego)

Fuego contra fuego.

No sé si te ha pasado. A mi sí. A menudo. Esas ganas inmensas, descomunales, -que no nacen precisamente ni de la mente ni del corazón, sino más bien de eso que pone la gallina día a día- de mandar todo a la infinita mierda. ¡Cómo me encanta esa palabra! ¡Mierda! (Como «sangre», dicho sea de paso). (Para los que me leen por primera vez, -y se sienten "¡OH!" indignados (a lo burgués -seguramente-) por la "grosería", pues dejen de leer y punto -además no son mi "público objetivo" (sic ;) )-, o en su defecto si son más "civilizados" lean el artículo anterior, donde hablo de mi amor por la palabra). En fin. Estabámos en esto de las ganas de... lo que decíamos... de romper con todo lo que te rodea, de detenerte para destruir todo lo que encuentras por cualquier parte. Pero a la vez con ganas también de olvidar, de escapar... de donde estás... De la cárcel... La cárcel que es tu cuerpo, tu casa, tu trabajo, tu país, tu mundo. Porque ya no aguantas, ya no soportas, porque te sientes como un Cristo llevando no sé qué pesada cruz...

Casi a la medianoche -¡como una fiera!-, con la cabeza y el corazón hirviendo, (cosa que es altamente peligrosa, solo debe hervir uno, no los dos, dicen los entendidos). Sería la influencia de la luna, (tan fuerte y enigmática, que hasta parecía un sol blanco -la luna, no yo-). No lo sé. Cierro la puerta de mi habitación, recorro el pasadizo, y abro la puerta principal. (Para encontrar seguramente algo de mi ansiada liberación. -Me doy cuenta que soy muchas veces como un animal salvaje que necesita solo de la naturaleza para vivir en libertad-) Y al abrir la puerta, su presencia en seco detuvo por un instante mi latir y todas sus pulsiones. Si tuviera el doble de mi edad, seguro hasta que me daba un infarto. Me quedé sin siquiera poder sacarle la madre, o emitir sonido alguno. Un Are.. Un Ajo... Un Erda... ¡No! Nada. Me quedé mudo. Llovía como nunca, la pista se veía empapada, mojada, como muchas... El jardín bañado (¡ya era hora!) y la garúa fuerte que seguía cayendo, cayendo, como las notas de un piano ejecutando algún estudio de Chopin, y él. El. Ahí parado frente a mí , temblando, pidiéndome ayuda. (Quien sabe hasta enfermo tal vez). La distancia entre nosotros era solamente de dos o tres centímetros. No más. ¡No más!

Pero las ganas no se fueron, no se han ido aunque la luna ya se fue. Y la mierda sigue ahí sin poderla extirpar. (Y no hablo de estreñimientos. Puedo jactarme, -como decía aquella publicidad para niños "yo sé cuidar mi cuerpo... yo sé cuidar mi cuerpo", que hasta ahora a diferencia de muuuchos peruanos, (dicen que tenemos los más altos índices de médicos gastroenterólogos del mundo, ¿será cierto?) los problemas estomacales no son lo mío -¡es que hay que saber comer! ¡La gente se mete tantas porquerías por todos lados! ¡Y a mí me encanta comer! ¡De todo!- (Entiéndase comer como mejor les parezca) -. Pero las ganas siguen ahí... mezclándose -probablemente- ahora con la sangre. Y generando toda esta sensación de querer tomar el primer bus que aparezca o la primera combi, o el más avezado aventón -con quién sea, cómo sea, a dónde sea- aunque sea a Huacho, para respirar mejor. Honda, profunda y libremente. ¿Yo que culpa tengo? ¿Ayudar es pecar? ¿Compadecerse es ser vil? Es cierto que hay que cosas que no estamos obligados hacer, pero que sino las hacemos somos viles eh? (Como casi siempre lo somos). Si por ejemplo, ante un juez el culpable se arrepiente sinceramente, admite su culpa al menos, dicen los jueces que la pena es menos severa. Aunque al final eso depende del pensamiento del juez. (Bueno, no hablemos de jurisprudencia por ahora, que ya estoy cansado de esos términos de M, que terminan enredándonos más, porque en honor a la verdad, la vida es más simple de la que nos pinta aquella pequeñuela, Libertad. (Sí, la de Mafalda, no la estatua).

Y entonces lo recogí. Lo hice pasar, y lo puse en el garage de mi casa. ¡Pero es que la lluvia era muy intensa! ¡Y él temblaba! Y quien nunca ha visto literalmente los ojos de un carnero degollado no puede comprenderme. Definitivamente, no puede hacerlo. Porque esos ojos estaban en ese pequeño animal, chusco, pobre, misio, osea perro al fin. Hay que tener corazón de piedra, -o no tenerlo figurativamente, a lo mejor solo un pedazo de carne que late (el corazón, no otra cosa)-, para al menos no hacerlo pasar. ¿Qué daño iba a hacer? Pero incluso si tuvieras corazón de piedra, al menos lo dejabas en el jardín con una caja encima. Estoy seguro. Pero a lo mejor, hubieras hecho lo que medio mundo hace. "¡Fuera perro de mierda!". ¡Pero yo no pues!. No iba hacer eso. (Alguna vez, lo admito y reconozco con un humano, se lo merecía! Pero ese es otro cantar). (Ahora hablemos un poco de las dos partes, de la dualidad contradictoria con el trato a estos animales) : Es cierto que tengo mis rollos -muy personales- con aquellos "defensores de los animales", -que a mi parecer son bien bestias ellos-, porque en su gran mayoría -aunque es un pecado generalizar- (pero ahora quiero hacerlo) la gran mayoría de ellos -ojo! hay un margen que NO, seguro en ese margen estás tu!- Pero la gran mayoría, ¡caramba! qué los cuidados, qué el aseo, qué la comida, qué la casita, qué etc, etc, etc. Pero para con un humano, -su padre anciano, su madre necesitada, o sea quien sea- ni un mendrugo de pan, ni un vaso de agua. Sí, ¡ni la sal ni el agua! (Entre humanos nos tratamos así, es lo más común). Entonces, yo tengo mis líos con estos "defensores" (jaja, defensores) de las bestias, de los animales. ¡Ellos son los animales!. Porque cuando ven un niño, un necesitado, pareciera que no vieran nada. Y cuando ven un perro carachoso, o enfermo, con distemper, que debiera morir (o matarlo -eso sería lo más saludable-), ¡No, que va! Lo atienden como al príncipe de Gales. (¡¡¡Cosa que pudieran hacer con un niño!!! -Por ejemplo-) Eternas contradicciones de la raza humana, basadas porsupuesto en la libertad de elección. Pero en fin, es mi simple opinión. (Estamos acá para opinar).

Lo puse en el garage, le puse unos periódicos, le cerré la puerta y empezó a llorar. Entonces, recordé la famosa frase "el que no llora no mama" y los perros (literales y simbólicos) ¡qué bien que la saben! (Unos por necesidad, otros por maña -de esos abundan, y luego te cuento, que también es parte del otro cantar-). Le traje algo de alimento que encontré -¡con que avidez engullía! Me sentía su padre viéndolo ahí comiendo su comida, y yo todo idiotizado y con una sonrisa de complacencia por el show, ¡Hasta movía la colita de felicidad!- Terminó y se tumbó en los papeles. Lo dejé tranquilo y me fuí. Regresé en un par de horas. Un poco liberado de las ganas de M... habían bajado. No desaparecido, pero sí disminuído. "La lluvia purifica el espíritu" dicen, "Calma las pulsiones" mencionan otros, "Simplemente moja", digo yo. Y a veces me gusta estar mojado. Seamos sinceros ¿A quién no? Incluso en un invierno como éste.

Pero yo no sabía, -pequeño detalle- ni presentía -menos aún imaginaba- que al dichoso perro, lo iban a atender -¡como atienden los defensores de los animales a los mismos! - : Alguien, hasta ahora queda la incógnita -una mano negra, o blanca- lo instaló en el asiento trasero del dizque BMW (¡del año cincuenta del siglo pasado!) que acababa de traer el niño Goyito de la casa. Además, la mano negra, u otros le sacaron una colcha -muy bella ella, como la dueña- tejida a mano de la doña, la madre, para taparlo por el frío. Y por si las dudas, ¡le ofrecieron otro plato más! (¡Ojalá! ¡Ojalá ¡Ojalá a mí me trataran así! Digo no más, pienso en voz alta nada más -¡¡¡Quiero saber quién es esa mano negra, para decirle que lo haga conmigo alguna vez!!!- Seguramente debe ser un/una "defensor/a de los animales" Eso ni dudarlo).

Entonces la M, volvió a resurgir.

Ese día la leona (que dicho sea de paso, un pequeño detalle no más, lee de lo más calmada todos sus libros de Metafísica y sabe de memoria muchos fragmentos de la Biblia que también la lee fielmente día y noche). Ese día me esperaba, rugiente, caliente, encendida para hacerme su presa. Ese día, la leona me buscaba para culparme, para lapidarme. Ese día, la leona me embistió y me atacó. (Y la Biblia y la Metafisica y el coctel holístico, integracionista, nuevaerista islámico-cristiano-judío-budista se perdieron por algún lado del planeta. Se fueron a la M). (¡El problema no era el perro!. ¡Tampoco la bella colcha hecha por su propia mano! ¡¡¡Sino la falta de cuero de unos diez centímetros del asiento trasero del auto destartalado (¡¡¡que ya estaba así -desde antes del perro-!!!) de su inocente cahorrito!!! El problema era el uso del asiento ya destartalado del amado niño Goyito).

Ya no había luna llena, ya no habían pulsiones encendidas, ya no había fiebre interna, ya mi cuerpo no era una cárcel, aunque la leona quería más que nada enjaularme y/o expulsarme. Así de contradictoria es. Me miró a los ojos, giró sagazmente y se enfrentó con el león. Y cuando la leona atacó, el león respondió, la mierda salió y a todos nos ensució. La sangre porsupuesto también salió. La melena se encrispó. El cachorrito estaba detrás de ella, mirando todo con mucho temor y temblor, cobijándose y escondiéndose ¡cómo si nadie lo mirara! Pero él no veía una leona como yo, sino una linda y hermosa Gallina -¡de pelea seguro!-, robusta, guapa y fina, y él bajo sus hipotéticas alas señalándole y diciéndole que viera el asiento: ¡los diez centímetros de cuero que nunca existieron y querían culpar al perro de ello!. El fuego ardiente se encontró con más fuego airoso, un par de llamas demasiado intensas, fortes, firmes, y decididas; y el aire ahí tímido, medroso, sin saber a donde quería realmente ir, azuzaba danzando alrededor de ella. Y luego de los desgarros, luego de la salvajada, luego de la animalada, luego de este fuego contra fuego, las fieras se midieron, se conocieron... ¡una vez más!

Ahora, la Biblia y la Metafísica, parecen haber retornado y de paso una nueva colcha está haciéndose para el cachorro y para tapar el pequeño hueco de su asiento.

Hoy salí nuevamente, con esas ganas inmensas y descomunales... que renacen sin saber de dónde ni porqué. Y hoy, en la puerta, me lo volví a tropezar. Pero ya no era de noche, ya no había lluvia, ya no hacía frío. Sólo el sereno de la mañana. Esta vez, actué como tú, como él, como ella, como cualquiera: "¡Fuera perro de mierda!"

Hay días que uno tiene ganas de mandar todo a la mismísima!

Un saludo de M!

Pablo

 

Ese dedo meñique

Ese dedo meñique
La pulcritud era perfecta. Él era un cholo bien. Bien vestido, bien peinado, bien aseado. Desde la planta del pie hasta la coronilla había un halo de limpieza y asepsia que impresionaba. La vestimenta bien planchada como todo lunes de mañana (en su caso quizá sería lo habitual los trescientos sesenta y cinco días del año), el cabello bien recortado, altamente ordenado e incluso engominado, algo que no se usa ya. Ella lo miró con asombro, no era común encontrarse, o mejor dicho toparse en esta ciudad, dentro de estas combis tan caóticas con alguien así. ¡Y que ahora se sentara a su costado! La correa hacía juego con los zapatos que eran tan brillantes como espejuelos con los cordones atados prácticamente equidistantes los arcos de los nudos. Ninguna ajadura en el pantalón que era claro como el sol al mediodía, ni en la formal camisa celeste. En su imaginación le hubiera agregado una corbata color entero con un pequeño detalle al centro y sería su hombre ideal, o al menos el que ella había construido aquella vez que pensó en que necesitaba alguno. 

El aroma del perfume la cautivó. «No es tan cholo como pensé, en cualquier caso es un cholo bien». Hubiera querido hacerle un guiño, algún gesto, moverse sutilmente como quien se acomodaba, pero su educación de antaño con las monjitas canadienses aún hacían eco en su conducta, así también como su educación actual: acababa de llevar un curso de etiqueta, con la tan famosa y respetada autora de aquel dinámico libro "Ese dedo meñique", por lo cual seguía conservando las formas con esa elegancia tan propia y llena de naturalidad. Algo no estaba en duda, no iría a conversar o al menos iniciar diálogo alguno, eso estaba sobreentendido. Pero lo que más pesaba en este proceder era recordar su tan misteriosa edad, eso la contenía. Lo miró de soslayo, sin que él se diera cuenta y notó que era delgado pero fornido, «tiene fibra» pensó, vio su pecho ancho y él al tener que apoyar su brazo en el asiento delantero, para combatir los embates de la ruta, de la precipitación del chofer y su driblear del vehículo al cual ya todos estaban acostumbrados y donde viajaban, tan cercanos, tan apretados que era inevitable; dejaba notar un contonear al antebrazo, por el cual ella se estremeció. Y se sintió más perturbada aún al notar su puño sujetando con firmeza el pasamanos del espaldar delantero, vio la piel tersa y viril y la sintió.

 
Fue entonces cuando un bache de las pistas, de los tantos que sobreabundan, los unió por un instante sin darse cuenta al uno del otro. Ambos se sobresaltaron por el impacto del vehículo y por la sorpresa de «encontrarse», y las miradas se cruzaron y sonrieron. Ella tímidamente ladeó el rostro con coquetería hacia la ventana. Y él, creyó ver a la dama de sus sueños. Blanca marfil, hermosa, con un collar que mostraba sus pechos con ligeras pecas, la piel en la edad cúspide tornándose sonrosada y rojiza por momentos. La buscó pero ella no se dejó encontrar, fingió mirar despreocupada las horribles pistas y el cielo gris, y luego cruzó sus manos como si fuera a rezar, y entonces él cayó en su trampa, pensó que había sido una ilusión, un cruce de miradas accidentales por el sobresalto de aquella combi y nada más. Y cuando ella luego de aquel artificio de elegante displicencia para cautivarlo, volteó la mirada y se cruzó con él, recién le sonrió con mayor soltura que la primera vez.

Entonces, fingiendo una vergüenza que no tenía, fue bajando la mirada, observándolo con aparente ingenuidad pero al detalle: el mentón ligeramente anguloso, el cuello firme, los pechos amplios, el antebrazo que le había impactado, y quería llegar ahí, a ver esas manos que en su imaginación podrían poseer con firmeza lo que quisiera. Vio las manos amplias, los dedos pulcrísimos, recortados, hermosos, los contó como jugando, desde el pulgar, uno, dos, tres, cuatro, hasta que se detuvo en ese dedo meñique y todo su sentir se esfumó. Pidió permiso sin mirarle a la cara, él no entendía lo que sucedía. Casi gritando con cierta indignación les dijo al chofer y al cobrador que detuviesen el carro, ¡tenía que bajar! «¡Deténgase por favor!» Y él mientras le daba el permiso solicitado, le preguntó con una huachafa galantería, mostrando su gangosa voz "¿le sucede algo?". Y sin darse cuenta abrió más ampliamente su mano apoyada ahora en su muslo mostrando sin querer con mayor detalle ese famoso dedo meñique, con esa inmensa y horripilante uña que mediría un par de centímetros más de lo habitual y que acababa de ser pintada con algún esmalte colorido. Ella lo miró con espanto y repulsión, desvió la mirada de su cara hacia sus manos, y no le importó ni el recuerdo, ni la educación de las monjitas canadienses, ni su curso de etiqueta, ni su edad, ni nada, sino que con odio le gritó: "Vete a la mierda, cholo asqueroso". Y se bajó.

Se acabó y punto

Se acabó y punto

Terminó el año.

¡Se acabó el 2005!

Seguro cada cual hará su balance, algunos positivos, otros negativos; algunos en azul, otros en rojo, y unos terceros en negro tal vez. Lo que sí creo, es que cada uno mirará este año con su propia sensibilidad y lo que todos también dirán en común y con cierta admiración -y no porque sea vox pópuli precisamente- es esa frasecilla que ya es un estribillo: "¡Qué rápido pasa el tiempo!"

Y sí, es una realidad, el movimiento –probablemente acelerado- es la constante en esta tierra, pero pensándolo bien, el tiempo no es el que pasa, -me parece- somos nosotros los que pasamoslos que pasamos. Los que somos, los que ya fuimos, así nos cueste reconocerlo. Somos nosotros los que cambiamos. Como diría el Talmud, hace tanto tiempo con amplia sabiduría: "No vemos las cosas como son, sino como somos".

A veces me pregunto si realmente el tiempo existe.

A veces, me veo inmerso en sensaciones y pensamientos tan internos y abstractos que me cuesta hacerlos entender. Pero tampoco es algo que me quite el sueño. Y no es la ociosidad ni la vagancia, ni el llenar unas letras en una hoja en blanco, son simplemente mis particulares y simples percepciones. Nada más ni nada menos. Pienso a veces, que el tiempo fuera algo que no existe como pasado y futuro, sino más bien que estamos en un inmerso presente.

Y me sucedió hoy.

Mi madre colocó un disco –ahora cd, ¡me sorprendió encontrara alguno!- que me transportó a los cinco años. Es impresionante que luego de más de veinte años lo vuelva oír. Si lo escucharía, suponía que sería en esos long plays grandes con ese sonido lluvioso que me agrada oír.

Escuchar la voz briosa, aguda, por momentos demasiado vibrante y única –eso sí- de aquel cantante criollo, Manuel Donayre, me hizo ver las paredes de la antigua casa donde vivíamos y se escuchaba siempre –al menos mi madre-, mi pequeñez e ingenuidad en este mundo que iba descubriendo poco a poco, y por ende la exploración de todo, volví a ver a mis padres tan joviales y divertidos, a los abuelos viviendo al costado; sentí la atmósfera del pasado, y me dije a mí mismo: "¡¿El tiempo ha pasado?!" Y luego me seguí "Si es cierto, ¿todos estos años que significan? ¿Este cambio de piel, este vivenciar «nuevos» hechos, este «crecer», este «cambiar» a qué apunta? Ahí fue donde me lo formulé una vez más: ¿Realmente el tiempo pasa o somos nosotros los que pasamos? O mejor dicho ¿realmente el tiempo existe?" Seguro que para muchos –entre ellos mi hermano- esto pueden ser idioteces de alguien descocado (¡Preocúpate de otras cosas, Pablo!), para otros reflexiones que todos los adolescentes se hacen (¡Ósea, sigo adoleciendo, gracias!), y para terceros –más generosos quizás- locuras mías.

Era algo más que la magia ilusoria que tiene la música de poder transportarnos y revivir algún momento. Según yo, era algo más. Pero mientras esto no tenga respuesta y la incógnita siga latente, escucho lo que la gran mayoría pregona: ¡Cómo ha pasado el tiempo! Y mientras observo el eterno asombro por la rapidez del mismo, sólo me queda recordar que este 2005, como dice aquel vals motivó todo esto, que cantaban con tanto donaire mi madre y Donayre, se acabó y punto!

Un inmenso abrazo a todos!

¡¡¡Feliz y bienvenido 2006!!!

Pablo

Hace buen tiempo... «Algo pasó»

Hace buen tiempo... «Algo pasó»

Pensar que hace más de dos mil años «algo» pasó. No sabemos la fecha exacta, ni el día ni la hora, pero lo que es muy cierto es que «algo»pasó. Los registros, a parte de la tradición, lo confirman. Y lo que me sorprende más, es que a diferencia de otros hechos que han marcado momentos históricos «altamente trascendentes», los mismos se han perdido en el tiempo. No obstante, en este caso el nacimiento de Jesús, el famoso porqué celebrar la Navidad ¡todavía lo recordamos! Aunque sea de forma, aunque sea de otra manera, -muchas veces errada-, aunque sea sin saberlo incluso -lo más común-, pero su presencia comenzando con el acto de entrar en esta tierra ha sido tan fuerte, tan grande, que cambió la historia, que marcó un antes y un después incluso; y a la vez este ingreso ha sido tan sutil también que para muchos pasa por alto, se confunde, se olvida, se liga con el mito -con la tan extraña tradición que nada o poco tiene que ver de fondo-, con la enseñanza en el mejor de los casos. Pero en cualquier forma o apariencia, igual sigue presente en nuestras vidas, tiempos, y espacios, así queramos no hacerle caso, o no darle importancia. Aunque sea pálidamente, aunque sea sin comprender. Nació un niño, y hasta ahora se lo celebra. ¿Cómo explicar esto? ¿Cómo entender esta vigencia y permanencia que muy pocos logran mantener y establecer?

Gracias a ese nacimiento, ahora -me atrevo a decir- la mayoría solo podemos ver lo superficial. Como en cualquier otra fecha de las pocas que hay- instaurada en este mundo por alguna celebración, tenemos la oportunidad que da el acto mismo de reunirnos con los nuestros. ¡Que ya es bastante en este mundo de alta individualidad! La satisfacción -y subliminal consumismo- de poder dar algo material y en otros casos algo inmaterial también. Nuestro tiempo, nuestro buen estado de ánimo, nuestra buena actitud, nuestro agradecimiento interno por vivir. ¡Y por supuesto los esperados y ansiados regalos! Que hasta el niño Jesús los tuvo, pero estoy seguro que no eran ni tan ansiados ni esperados por él mismo. Eran probablemente un símbolo de algo más, en ese día que «algo» pasó.

Un nacimiento es realmente un milagro. Los que han podido ser partícipes de ello, de este acto de alumbramiento no lo pueden negar. Es mágico, profundo y sorprendente. Es el origen de toda una historia, es el inicio -o continuación-, -o punto cumbre-, de todo un proceso que durará un tiempo en un espacio determinado. Muchos tenemos ese privilegio. Otros no.

La vida de Cristo fue tan grande, impactante y misteriosa -como su nacimiento- que dividió la historia! Cambió el mundo. Aquella noche «algo» sucedió y fue de tal magnitud que obviamente no sólo sirvió para que un veinticinco de diciembre comamos algo agradable y compartamos con los nuestros, sino que afectó el destino de toda la humanidad. Cosa que no hizo ni Buda, ni Sócrates, ni Platón, ni Mahoma! (No al menos en esas proporciones y magnitudes). Por citar indistintamente algunos con los que se le compara muy tolerante y horizontalmente. Y es que cuando uno comienza a investigar, se da la oportunidad de comparar, ampliar su mente y ser sincero consigo mismo no puede dejar de quedarse impresionado ante la vida de tal personaje. Tiene que haber sido lo que declaraba: el hijo de Dios. O Dios mismo incluso! Como le responde a Pilatos. O un loco entonces.

¿Quién logró desafiar de una manera prácticamente estoica, noble y hasta principesca todo un sistema vertical e imperante -el judaísmo, cultura a la que se le "encargó" el mensaje divino- cargado de tanta tradición y legalidad, dando un ejemplo profundo de verdadera entrega práctica a Dios? ¿Quién logró no sólo con palabras, sino con actos prácticamente portentosos, sorprender a media humanidad? ¿Quién logró, por ejemplo, resucitar muertos? ¡¡¡Resucitar muertos!!! No hablamos de una cura milagrosa en vida, de algún mal pasajero o existencial que nos aqueja. ¡Hablamos de cuando ya no hay esperanza! (Tanto para la mente física como para la mente "espiritual", porque existimos muchos, muchos muertos en este cementerio viviente que se va convirtiendo nuestro mundo). ¿Quién puede hacer eso? ¿Quién logra detener el mar y el viento? Hablar de esa manera con la naturaleza. ¿Controlar las mareas, pasearse sobre ellas, dominarlas? ¿Quién logra por ejemplo, expulsar demonios? Ahora que abunda tanto falso espiritista, ¿Quién puede quitar un demonio? ¿Alguna oculta o descubierta posesión que nos domina? ¿Quién es ese que transforma vidas con tan solo una mirada, un toque o una palabra? ¿Habrá otro mortal como éste en esta inmensa humanidad? ¿Algún buen y nuevo profeta que se levante y logre hacer lo que éste hizo? Lo dudo mucho. Han pasado dos mil años, y no se recuerda al menos a otro como a éste. Es prácticamente y quizá estadísticamente imposible.

Cuando pienso en mi vida y me pregunto ¿en cuántas personas tiene alguna influencia, sea esta buena o mala? Por mucha interrelación que exista en este planeta y por más que todo esté conectado como realmente lo está, sólo afectará algunas decenas a lo mucho, sea directa e indirectamente. Pero lograr -pensemos omnipotentemente- abarcar toda una humanidad entera, es algo que muy pocos pudieron hacer. Hay gente que ha dejado y dejará un legado muy alto en el transitar por este mundo. Desde Bill Gates, Ford, Freud, Marx, Einsten, Newton, Pasteur, Gandhi, los ya citados anteriormente, Buda, Sócrates, Platón; Confucio, Lao Tsé, la Madre Teresa, -la lista podría ser interminable- ¿pero ellos lograron lo que éste logró? ¿Incluso si los juntáramos, alcanzarían sus logros superar a los de aquel? ¿Cambiaron la historia? ¿En esos niveles? ¿Con esa influencia? ¿Con esa temporalidad que incluso no termina? Porque a pesar que el sistema consumista nos invada, las globalizaciones igual lo recuerdan, para utilizarlo, beneficiarse, pero nos lo recuerdan, recuerdan el nacimiento de Jesús. Y seguirá recordándose, y no sólo como parte de la tan confusa «tradición».

Ahora todo es ebullición, las calles están hirviendo literalmente por la masa que está pidiendo celebrar (y comprar también). Y todos sé que en algún momento -quizá momentos previos a las doce, quizá después cuando vayamos a dormir-, como una ráfaga, como un haz de luz, como una estrella fugaz se mirarán a sí mismos, nos miraremos por dentro, y buscarán dentro de sí algo que por el momento no pueden hallar, un dios en quien creer. Alguien que nos salve y rescate de esta vida que nos azota a nosotros mismos. Algo que cambie el panorama, algo que como hace dos mil años marque la diferencia. Pero quizá cegados en nuestros mundos y en nuestra soledad, una vez más, nos perderemos. Pensaremos que esa luz, esa chispa momentánea, esa estrella fugaz, ese pensamiento latente fue solamente una ilusión, y no sólo en nuestra ignorancia sino en nuestra dureza de corazón, nos diremos que es mentira, que la realidad es otra, que todo es un mito desmitificado inventado para darle sentido a nuestras simples y triviales realidades y que a pesar de ser el cumpleaños de Jesús, trataremos entonces de festejarnos egoístamente y dejar pasar el momento de poder comprender que las diferencias se pueden marcar, como hace más de dos mil años, alguna vez sucedió y hoy olvidadamente se celebran. Por eso, para no olvidar ese día que «algo pasó»,

¡Feliz Navidad! ¡Feliz cumpleaños 2005!

Pablo