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PabloLuna

¿Qué nos pueden enseñar...?

¿Qué nos pueden enseñar...?

Lo reconozco. Me apasionan la razón y la Filosofía, y esto en pleno siglo XXI, para muchos -al menos en mi entorno- es algo pasado de moda, anticuado, o quizá pesado y difícil de entender. Pero me consuela saber que esa vieja ley tan cotidiana que dice que lo semejante atrae lo semejante, se repite con una exactitud milimétrica. Y felizmente uno se encuentra en la vida "mágicamente" -por usar un lenguaje a lo Coelho- con personas de los mismos intereses.  

Así fue como caí en el conversatorio del día de ayer. Un conversatorio con exponentes de lujo, gente muy reconocida, que ha estudiado bastante, y que conoce del tema. Pero siempre, o casi siempre muchos de estos panelistas están tan teñidos de un academicismo, un tecnicismo o una manera intelectual que hace que obviamente hasta el más genio de los genios odie la Filosofía. Y eso pasa en muchos campos también. No obstante, felizmente hay gente muy clara y directa y que puede saber y conocer bastante pero que para demostrar todo su conocimiento no tiene que caer en el aburrimiento, las palabras difíciles -no porque no se sepan o sean completamente irremplazables- sino porque simplemente me parece sabrán mucho pero no saben como mostrar lo que saben. Y eso es un error muy grande en la búsqueda de la verdad, en el diálogo, o en la Filosofía.  

Ayer escuché al señor Gerard Naddaf, un canadiense tan preciso, tan directo, tan puntual y que además nos mantiene atentos ante su saber. Y encima, que lo hizo en su lengua nativa, el inglés. Esto es algo que debo recalcarlo, porque es una lástima que muchos docentes, profesores, intelectuales, nos hagan la Filosofía tan aburrida, pesada, oscura y poco atractiva. Cuando no lo es.

Discrepo totalmente de aquellas personas que porque creen que han leído a los maestros y porque se han sentido inspirados y elevados por las palabras de Sócrates, Platón, Aristóteles y compañía, o los modernos como Heiddeger, Nietzche o Sartre, tengan -o no puedan o no quieran o no tengan la capacidad- que mostrarnos todo este saber de una manera poco "digerible". No creo que la Filosofía ni el saber en general sea privilegio de unas élites más "bendecidas" por la capacidad de poder saber, conocer y entender. El arte, la Filosofía, la ciencia es para todos. Ahora, que algunos no quieran conocerla, que no les interese, es otra cosa. Pero tampoco debemos poner obstáculos con un tecnicismo que nos lleva a ninguna parte. Tampoco no nos vayamos a los extremos. Por supuesto que hay cosas que son claras, no podemos decir por ejemplo que un médico usa un cuchillo por un escalpelo. Pero lo que sí debemos hacer es tener la capacidad (y ahí radica vuestra responsabilidad) de poder explicar con la palabra adecuada (que es una herramienta poderosa y eficaz) lo que es un escalpelo para el que no sabe. E incluso, así el tema sea dirigido para un público específico, la palabra debe ser una herramienta para unir, más que para dejarnos con un sabor de insatisfacción y brutalidad rondándonos a nosotros mismos. 

Ya entiendo porque la juventud actual habla pestes de la Filosofía, ya entiendo porque no leen tampoco, y ya entiendo porque el saber es poco atractivo. Mejor es escuchar a un cómico ambulante un sábado por la noche, porque al menos me divierto y no me aburro. ¿Es que es tan, tan difícil ser sencillo? ¿Es que se nos programa "académicamente" para hablar distinto? ¿Es que tenemos necesariamente que ser tan "profundos", "rigurosos" para mostrar un saber? ¿Es tan difícil no enredarse? Reconozco que tuve una suerte única, porque personalmente tuve un excelente profesor de Filosofía en la secundaria, que nos hablaba de temas tan profundos pero con una sencillez impresionante. Algo así como "El Mundo de Sofía" de Jostein Gaarder, o "Ética para Amador" de Savater. Tuve suerte. Me tocó la excepción de la regla, seguramente. Y me pregunto ¿No sería bueno que esa excepción se vuelva cada vez más la regla? ¿El poder transmitir clara y profundamente un conocimiento?

Ayer hablamos sobre los griegos, "¿Qué pueden enseñarnos hoy los filósofos griegos?" y sobre cómo decía el título del conversatorio cómo estos pudieran ayudarnos -enseñarnos fundamentalmente- en la actualidad. Un tema tan enriquecedor y tan hermoso que a mi modesto juicio, sólo este filósofo canadiense, Naddaf, explicó con mucha claridad, transparencia, naturalidad y verdad. Los otros serían muy capaces, renombrados y leídos, pero mi profesor de quinto de media -al que le debo mucho-, me decía lo mismo en un par de minutos y me hacía incluso motivar a leer muchos libros!

Bueno, sea como sea uno siempre aprende. De todo. Y luego de las dos horas de dicho conversatorio, vino lo más enriquecedor. Porque el verdadero diálogo se dio después, afuera. Ahí, en la calle, en las puertas del recinto sagrado que son las aulas del saber. Con un frío intensísimo, nos programamos sin querer nuestra hora académica de cuarenta y cinco minutos, pero sin paredes, sin aulas, sin espacios físicos, sino con la libertad del aire de la calle en esta selva de cemento; pero con unas ganas y pasión por compartir. Formamos intuitivamente un círculo "académico" y nos encontramos Isa, Edgar, Mauro, Stefano y quien les escribe, el santo moderno, por el nombre solamente. Aparentemente cinco desconocidos, aparentemente cinco personas completamente distintas, pero con algo en común: la pasión. Que existe en todos, pero poco se encuentra, poco se ve, y que poco se respira (porque en algunos casos se la mata con la razón). Los cinco tuvimos nuestra propia mesa de preguntas, con una noche que cada vez se ponía más reacia y friolenta, y mientras todos nos abrigábamos más las chaquetas, coincidíamos que Naddaf estuvo muy bien justamente por explicarnos la filosofía con mucha altura y conocimiento pero con mucha claridad. Y ahí en la calle, descubrimos que teníamos la continuación del conversatorio que nos dejó insatisfechos a algunos y motivados a otros. Y salvo, a las conclusiones -y respuestas- que llegó dicho filósofo canadiense: el ejercicio de la práctica cotidiana de filosofar para vivir mejor, de practicar la moderación e intentar lograr el justo medio, y de comprometerse con su sociedad, me sigo preguntando, y sigo preguntando a esos que saben tanto, pero poco dicen. ¿Que nos pueden enseñar los griegos?. Al menos a nosotros, el grupo de los cinco, coincidimos ayer, que el diálogo práctico es un inicio de esta enseñanza. ¡Muchas Felicidades a todo el equipo del Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Católica, por darnos un tiempo y un espacio para poder reflexionar!

Un saludo sincero a todos!

AMIGO - "Perdona"

AMIGO  - "Perdona"

En estas épocas de globalización, donde todos corremos apuradísimos para todos lados, donde el tiempo nunca nos alcanza para detenernos un momento, no pensé que aún existiera gente que escribiera, que soñara.
Este poema se lo encontré a la famosa Tía Vicky, o tía Betty como la llaman otros que nunca logran acertar con su verdadero nombre. Al igual que mi primo, -su hijo- cuando le iba a presentar a su amiga de la infancia que ahora era casi primera ministra, y no creía que realmente sea cierto tanto rollo, pero al ver ante sus narices toda la comitiva y los carros y todo el séquito de seguridad comprendió que su madre no mentía; al igual que él, lo reitero, reconozco -meas culpas- también tuve mi momento de incredulidad: "¿De veras tu has escrito esto, o lo has encontrado en el frontis de algún templo perdido?" Y ella, no insistió.
Me ha gustado el poema, aunque por momentos, le decía: "Mejor lo hubieras titulado, por muy cursi que parezca, Perdona". Y ella, otra vez, no insistió y nuevamente perdonó mi brutalidad.
Para gente que no veo hace buen tiempo, para los otros, que brindamos por la amistad, entre ellos Montse, Milos, y para los ausentes, cuyos nombres se me pierden en la mente, pero bien saben que los llevo como dice este texto para siempre, pese a que el día a día, el correr con el tiempo haga que uno olvide fácilmente lo importante. Al menos, mi memoria ya es la habitual!

AMIGO

Perdona.
Si cuando te iban mal las cosas
Pasé por tu lado
Sin darme cuenta que sufrías...
Si por vivir de prisa
Olvidé compartir contigo
Lo importante de la vida
El amor, la sonrisa, el elogio que merecías
Y perdona, si agobiado
Queriendo rendirte en ese instante
No llegó la palmada que esperabas
Para salir adelante...
Y si por perseguir mí sueño
Sin querer pisoteé mis anhelos y,
En mi ignorancia me sentí satisfecho
De haber alcanzado el éxito buscado
Y si pensando que eras eterno
No fui capaz de encontrar ese momento
Para darte ese tierno abrazo
Que se quedó en suspenso
Y perdona si viéndote frío
Pensé que eras de roca
Y olvidándome de tus necesidades
En algo te he ofendido
Y perdona si mañana al verte
No pueda recordar tu nombre, tu cara
Tu aspecto, porque a pesar de todo
Te llevo en el alma, para siempre


Perú, 1988

Resumiendo la Ausencia!

Resumiendo la Ausencia!

Desde el famoso día de la patria de ESTE país, el que lea entienda -ósea, en este caso, vea artículo anterior, aquí abajito no más-, la ausencia se apoderó de mí sin darme cuenta.

Los días pasan cada vez tan apresuradamente y los eventos y acontecimientos se dan con una rapidez que apenas los miramos ya pertenecen al pasado y nos damos cuenta que el presente es más que efímero. Hasta de estación hemos cambiado, aunque el clima se rebela, y yo, ausente. Olvidado, irresponsable también, perezoso y relajado, sin retomar el tiempo debido para este blog, que algunos olvidan, que a otros interesa, y que a otros más hasta perturba tanto así que quieren regurgitar las palabras leídas seguramente, y que algunos los más cuerdos ni les interesa para nada. Pero hay para todos los gustos. En las épocas de la diversidad siempre tiene que haber de todo y para todos los gustos y tendencias.

Y esta ausencia tiene sus causas, la primera de ellas, la mejor: la celebración. Como buen hedonista, el celebrar está presente siempre, en las buenas y en las malas. Más aún al celebrar un cumple menos. Como en provincia, celebrando una semana antes y una semana después. Claro, celebrando con los que se acuerdan por supuesto, que como los elegidos, son pocos felizmente. (Felizmente, por el presupuesto!) Luego de esta grata celebración, como todo tiene su costo, el destino -mágico pero a veces cruel- me pasa la factura una vez más, -aunque no a mí sino a mis bronquios-, y me dice que el invierno no es tan buen compañero mío, entonces a invernar por otros lares, y si no puedes, pues a batallar invernando. Ósea una batalla más, en este universo que es mi vida, que como el de todos, tiene inmensas batallas cotidianas.

Por esos días, hubo nueva fiesta, la casa, el Callao y los locos cumplían un año más, pero ni modo, prohibido celebrar, achacoso no se puede. Los últimos días de agosto y los primeros de setiembre fueron los peores, y no era el único que ya parecía un tísico con el cof, cof, cof, que media ciudad emitía, hasta que el renacimiento llegaba ligeramente luego de una recatafila de brebajes y pastillitas. Así pude al menos presenciar lo tan olvidado, y hasta impresionable para muchos jóvenes sensibles como yo, (y no soy el único, hay una masa inmensa, -tremendamente inmensa- que lo confirma), lo aterrador, lo que toma dimensiones mefistofélicas, las broncas que día a día se abrigarán, lo que va contra mis principios, contra los principios de esta relativa sociedad actual: el matrimonio. Se celebró en casa. Los novios, tan felices ellos, tan lindos, tan enamorados. José y Julie. Fiel a mis principios, no fui a ver la firma de semejante acto, pero fiel al hedonismo participé activamente en la celebración. Aproveché para desquitarme con una de mis inmensas y olvidadas debilidades, la bebida. Lo admito, lo confieso. La naturaleza me dio una buena habilidad con ella, y hasta ahora recordé que ni las mezclas me confundían. Pero medio mundo no puede entender que uno pueda estar alegre, y no necesariamente beber. Dicen que mi alegría es excesiva, y no es posible sea real y menos natural, y es fruto mínimo de algún estupefaciente seguramente, o mínimo el alcohol. Entonces, para darles el gusto, y no contradecir, porque soy obediente, y mucho me interesa el qué dirán, no me di la juerga de mi vida, pero al menos el trago estuvo buenazo. Tanto así que yo parecía el novio, y apareció otra novia, y no recuerdo ya donde terminamos. Ah! Sí, en un bar de mala muerte como el bar "La Catedral" de Zavalita. Que por esos días terminaba semejante obra también.

Pero como nada dura para siempre, y las felicidades son fugaces. Como si fuera un pecado vivir feliz, ahora sí se asoma la tristeza. Al día siguiente de narrar en una Velada alucinante por la paz -que muchas más deberían hacerse- "haz el bien sin mirar a quién", la historia de la collota, que algún día les contaré, me enfrento otra vez con la muerte. Para los que no saben, la muerte no sé qué quiere conmigo, flirtear, enseñar, asustar, intimidar, ponerme en tierra, no sé qué, pero cuando aparece lo hace de una manera poco festiva, como me gustaría, tampoco lo hace solemne, al menos respeto le tendría, sino que aparece impactante y hasta brutal. La primera fue con mi abuelo, como diría mi amiga Montse, yo era un crío, de tan solo dieciocho, y veo como el viejo se fue, misma pela hindú o mexicana, dramático el momento. Luego, con el tío físico culturista, el ex mister Perú, que impresionantemente tuvo su ataque en mi presencia y "hasta mañana baby", se fue. Si bien esas dos muertes fueron muy directas, infragantes, in situ, y vivenciales -como me gusta la contradicción, "la muerte vivencial"-, la tercera que se ha dado en mi vida, no ha sido tal. Ha sido lejana, pero terrible. "Tu mejor amigo de la infancia, ha fallecido, lo han asesinado". Para que los morbosos -y chismosos indiscretos, como yo seguramente- se queden con la miel en los labios, no contaré como fue. Pero sí, me chocó. Mucho. No pensé ver tanta gente en un entierro, como mil personas. Y al recordar mi niñez, hermosa niñez, había olvidado que los años habían pasado, y que las vidas de todos cambian constantemente. El encuentro con su madre, fue uno de los más dolorosos que me ha tocado presenciar. Como quien llega a un pueblo nuevo pasados veinte años, aparecía en un lugar extraño para mí. Era un forastero, y todos se preguntaban porqué ante él la madre tiene tal desahogo. Y mi mente empezó a sentir. Recordar, rememorar, volver a vivir. ¿Por qué tiene que ser así? Y nuevamente la incerteza es la respuesta. La ausencia se apodera de todo sin que menos nos demos cuenta, y ahora que despierto, veo que ya todo está pasando. Que la vida sigue su curso, y que nos toca a nosotros continuar. No sé qué misterio hay en el dolor, no sé que enseñanza oculta y profunda se esconde detrás. Solo el tiempo quizá me lo pueda demostrar. A lo mejor, es tiempo de cambios, de ir adquiriendo nuevas percepciones, de acercarnos más, antes que sea demasiado tarde. Porque a veces, aunque no lo quiera, lo pienso.

Pero como dice Vasconcelos, -a diferencia de García Márquez, donde el amor puede matar a muchos de sus personajes-, "Ni el dolor ni la tristeza matan" ¿será verdad?

Un saludo a todos,
Pablo

Un Feliz 28!!! (atrasado a: ¡ESTE país!)

Un Feliz 28!!! (atrasado a: ¡ESTE país!)

Hoy comienza un nuevo mes, agosto, el mes de las celebraciones paulinas (el que lea, entienda!).
Atrás ha quedado el mes de la patria. El mes en el que se saludó a ESTE país. (Ahora habrá que saludar e ESTE individuo).
En casa lo celebramos (el famoso pero ya olvidado 28) desde el veintisiete, pero fue así porque mi madre es la patriótica, se le ocurrió nacer en ese día. Y desde entonces las fiestas patrias se tiñen de un sabor no solo nacional sino súper familiar. Ese día (el famoso y ya olvidado 28) fui a dejar a mi abuela donde la peculiar tía Vicky, ella siempre tan sencilla, tan amable, tan cortés. Fue la única persona que al saludarme me dijo: "¡Feliz 28!". Me quedé anonadado que alguien recordara lo que Luciana, con solo dos años, al despertarme me dijo: "¡Levántate, que vamos a celebrar el cumpleaños del Perú!" Y luego agregó con una voz tan tierna esas líneas que ya ni reconocía: "Somos libres, seámoslo... ". Pensé que era asunto olvidado y pasado de moda esto de las fiestas patrias, (¡en pleno 2005 recordar lo que pasó hace 184 años atrás!), pero luego recordé que mi sobrino en la tarde me dijo: "Mañana, estaré en la parada militar eh? Supongo que irás, ¡no me vas a ver por la televisión!". Entonces, pensé si es que no éramos un grupo de anormales, nosotros que teníamos conciencia de lo que pasaba. Lo que decía Luciana, era el cumpleaños del Perú!
Siempre me he preguntado porque la gente que dice amar al Perú, la gente que dice defenderlo, la gente que dice apostar por él, entre ellos los políticos, los periodistas, los intelectuales, (presten atención en cualquiera de sus declaraciones) todos se refieren al hablar del Perú, con las palabras "ESTE país". Como si no fuera suyo, como si hubiera en él algo (o mucho probablemente) que no les agrada, o como si estuvieran por encima de esta tierra, más allá del bien y del mal, y que valgan verdades les guste o no, nos guste o no, es su tierra, como la mía también.
En otras ocasiones me he preguntado cuando he asistido algún evento familiar, o algún fiestón por celebrar veintitantos años de convivencia (¡que desde ya eso hay que celebrarlo!), ¿Por qué se eligen a los agradables y simpáticos charros mejicanos, para comenzar el bailongo? ¿Es que no hay entre lo nuestro música genuina, nada tan agradable, bien hecho y con mucho sabor? ¿Es que la música criolla, -por ejemplo- la marinera, el tondero, el festejo, tienen que ser puestos al final? ¿Es que en el fondo nos sentimos la última rueda del coche? ¿Es eso? No digo que todo el fiestón tiene que ser así, con la música (para muchos de los antiguos y pasada de moda) criolla, tradicional y peruana, pero ¿Por qué no comenzar con un número nuestro, y luego lo foráneo? ¿Por qué ponernos siempre al último? Es que en algo tiene razón mi amigo Daniel: "Autoestima, Pablo, el problema es la autoestima".
Bueno, debe ser. Últimamente le doy crédito a muchas cosas.
¡¡¡El Perú tiene taaaaaaanto, y conocemos taaaaaaan poco!!!
No es que ahora me sienta con un profundo y fuerte fervor por esta tierra, que sí me agrada, pero también reconozco que, como los estoicos en sus ideales, me siento más que nada primero ciudadano del mundo, y luego de mi país, integrándome primero al mundo y luego a lo particular. Pero también hay que reconocer lo bueno que tenemos, no olvidarnos de nosotros mismos, darnos nuestro saludito, festejar con lo nuestro y por lo nuestro. Lo foráneo debe tener mucha acogida en su tierra, no en la nuestra. Aquí tenemos tanto por dar y mostrar... En fin, como siempre es una eterna contradicción lo que define a ESTE país, este "mendigo sentado en un banco de oro", como lo dijo el famoso pensador.
Y como lo último es la característica nuestra, por eso recién estas líneas por el día de la patria, por ese 28 de ESTE que pasó.
Ya que hay una hora inglesa, tan puntual y correcta, y por contraposición tenemos una terrible y pésima "hora cabana", haciendo uso de lo nuestro, con alardes de impuntualidad, viene este breve saludo con poema incluido (de Borges, para no perder la tradición, otra vez: "el que lea, entienda") que resalta algo de lo poco que quiero expresar, por este Feliz 28 a ESTE PAIS!!!

"La patria, amigos, es un acto perpetuo
Como el perpetuo mundo.
Nadie es la patria, pero todos debemos
Ser dignos del antiguo juramento
Que prestaron aquellos caballeros ...
Somos el porvenir de aquellos muertos ...
Nuestro deber es la gloriosa carga
Que a nuestra sombra legan esas sombras
Que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos."

- Oda escrita en 1966 -

sueño de una noche otoñal: la casa, blanca.

sueño de una noche otoñal: la casa, blanca.

un poco de locura, a veces viene bien.

sueño de una noche otoñal: la casa, blanca.

estamos todos aprisionados en una casa grande, antigua, de paredes altas. toda la casa es blanca. se parece a mi casa, pero es mucho más grande, y hay una diversidad de gente en ella, diferentes edades, diferentes razas. todos estamos esperando algo. estoy con mi madre, veo a mi abuela, mi tía, también está un amigo, otro amigo y éste último con su novia. en el momento en que nos han capturado a todos y nos han instalado en esta casa, buscamos el modo de escapar y no hay alguno. pero lo que me sorprende mucho es que la gente no vea lo que yo sí, que estamos como encarcelados y entonces, por ello tengo que estar "abriéndole" los ojos a los demás. cuando llegamos nos hacen pasar hasta el fondo al gran patio de esta casa. las paredes son altas, muy altas, de color blanco, lisas, imposibles de intentar siquiera escalar para escapar y es mas al borde de ellas hay un alambrado metálico de púas. pero hay una parte, un espacio de esas paredes, donde o se han olvidado de construir verticalmente hacia arriba o ahí no han levantado más la medianera por algún motivo. esa parte medirá como un metro y medio de alto y no tiene siquiera alambrado. entonces, le digo a uno de mis amigos, que por ahí podemos escapar. los ojos le brillan de felicidad, pero al instante trata que los demás no vean dicha pared. es inútil, porque me sorprende que medio mundo pase por ahí y no vean lo que nosotros estamos viendo: que esta pared puede ser una salida. incluso mi madre y mi abuela no la ven, o si la ven no la mencionan como algo descubierto y la posibilidad de poder escapar, pero a su vez al igual que mi amigo, quieren ubicarse en torno a ella para que los demás no la vean. por encima de esta pared de metro y medio, me asomo, y veo una inmensa y gigantesca botella, de esas que se usan en los laboratorios, de bases triangulares a modo de un cono que desemboca en un pico. este pico es el que veo. y la han instalado en la tierra. ésta botella a modo de tanque está vacía, y no sé como encuentro el grifo del agua, un grifo con una manguera, y empiezo a llenar el tanque. intuyo que toda el agua del pozo será necesaria para todos nosotros que nos han capturado, porque parece pasaremos buen tiempo aquí. y es para mí con mi amigo como una especie de acto solidario llenar este tanque. pero no lo llenamos totalmente, sino hasta la mitad. más adelante hubiera querido haberlo llenado todo. es que vienen los gendarmes, y nos empiezan a ordenar a todos. la gente está cansada, y ha comenzado todos a instalarse como sea en las diversas habitaciones de la casa. es mucha gente. no sé porqué pero pienso que son como quinientas personas, muy poco en relación a lo que inicialmente ví, que era muchísimo más. nos ordenan que nos pongamos en el orden en que ingresamos al inicio cuando nos capturaron. y es por eso que en ese momento tenemos mi amigo y yo, que cortar el llenado del tanque. salto la pared, hacia la casa contigua. es una casa bonita diferente a la que estamos todos. es de colores pastel, crema, beige, con algunas plantas y algún árbol viejo. tiene un sabor romántico, quimérico y añejo, pero parece estar vacía. no hay nadie. quiero pedir ayuda, ver si alguien aparece, pero no me atrevo a meterme más al fondo en esa casa, y perderme en ella y buscar una salida por ahí, mi "olfato" me dice que no, que no lo haga, que no entre, pero empiezo a sentirme angustiado por tener que regresar y sentir esta sensación de encierro por estar enclaustrado. porque sé que estamos cercados, rodeados, imposibilitados de salir. entonces, decido regresar. salto el muro, regreso al patio y busco a los míos. los encuentro, estoy solo con mis familiares, pero mis amigos se han dispersado. ya la gente está acostumbrándose a esta casa, la casa, blanca, y muchos de ellos se echan en grupos, a modos de "camadas", tendidos a través en las camas y camarotes instalados en todas las habitaciones. los niños están algunos jugando, otros con sus padres. a la gente la veo como manejada, como mentalmente utilizada, o adormecida. no protestan. ya no tienen -si es que en algún momento lo tuvieron- temor alguno. en cualquier caso ya se les pasó el temor inicial, ya se acostumbraron rápidamente. entonces, comienzo a escudriñar las habitaciones y querer encontrar en alguna de ellas, una posible salida. todas están llenas de personas, de gente que no sabe lo que hace ahí, pero que tampoco le preocupa saberlo. veo niños, niñas, de diversas edades, de diversas razas, pequeños de tres, cinco, siete, nueve años. uno de los gendarmes al verme según él, cara de intelectual, me dice que vaya a una oficina que está en el interior de la misma casa, y que trabaje para un gerente. me acerco y me doy cuenta que estoy por entrar a otra área de la casa. ingreso. es la zona donde se realizan labores administrativas, todos de camisa y corbata y señoritas de traje tipo sastre, pero noto que ellos sí están asustados trabajando ahí. el gerente, que es un joven de unos treinta y cinco años, me queda mirando, observando. su padre, nos pide un informe, como queriendo medir cierta capacidad, y yo lo hago ligeramente más rápido que su hijo, pero éste lo presenta primero, porque me doy cuenta que no tengo como imprimirlo. pero el gerente, ósea el hijo, me presta su impresora y me pide también que le saque unas fotocopias de algunos documentos. entonces mientras busco la fotocopiadora, puedo ver otras áreas de esta parte de la casa, y percibo que todos los empleados, tienen odio y miedo, y también temor y verguenza. llego, la encuentro, pero no hay papel en la máquina. regreso, y el gerente me sigue mirando, como queriendo saber, inquirir, y descubrir, pero luego desvía su mirada a sus papeles, y nunca más volverá a mirarme fijamente. tiene miedo de no sé qué. y yo creo literal e infantilmente que de perder su puesto. regreso y comienzo a buscar papel para fotocopiar, y en los armarios encuentro en abundancia, resmas y resmas de papel, blanco, blanquísimo, como las paredes de la casa, del patio donde entramos todos inicialmente. me pierdo en la blancura de estos papeles, en la nada de su contenido, veo entonces que en el tanque el agua empieza a enturbiarse muy ligeramente porque no lo hemos tapado, veo a mis familiares, a cada uno de ellos, de fondo con la casa, blanca, y en eso alguien me despierta del ensueño y me dice que solo puedo tomar como máximo dos, dos hojas blancas. luego el joven gerente, lo confirma, es política de esta empresa. cuando retorno a la fotocopiadora, me doy cuenta que estoy vestido formalmente, no sé en qué momento me he cambiado, no sé en qué instante se ha dado el cambio, o ¿es que así he estado siempre? creo que no! me confundo. me siento extraño. pero de pronto, cuando voy a fotocopiar, veo una puerta, blanca como el papel, como las paredes, y me causa cierta curiosidad. siento que algo debe haber por ahí. las jóvenes que están pasando por mi lado, parecen no darse cuenta de esta puerta. me acerco a ella, la empujo e ingreso a un lugar que es como un pequeño negocio, una peluquería, algo improvisada, algo de barrio. y está en un garaje que tiene un portón. ahí veo a una mujer, de unos treinta años, rebosante, seductora, vestida como ama de casa, pero arreglada y está barriendo. entro a la habitación, y al darme cuenta que su garaje da a la calle, le pido permiso para pasar, y ella me lo da sugestivamente, y abro las puertas del garaje, y por fin creo respirar el sabor de la libertad. pero ahí nuevamente está cercado todo. salvo otro espacio pequeño de la pared. pero aquí el muro es mucho más pequeño. medirá setenta u ochenta centímetros como máximo. lo salto, lo cruzo, y veo que la casa que colinda, es mi casa. ahí está el cadete limpiando el jardín, le digo que me espere, porque tengo que sacar a mi mamá, mi abuelita, mi tía, y mis amigos. me dice que está limpiando porque nos espera a todos. entonces regreso primero al garaje, luego a la fotocopiadora, luego a las oficinas de la compañía, luego a la casa, blanca. regreso habiendo elaborado la forma de sacarlos, los haré entrar a las oficinas, y luego por esta peluquería, y veré la forma de hacerlos saltar este muro, me preocupa mi abuelita. le pregunto a la peluquera como se llama, alhelí me dice prestamente. ¿puedo contar contigo? le pregunto otra vez. claro, me contesta, esperaba oír eso. se hace mi cómplice voluntariamente, y no me doy cuenta que lo que quiere como parte de pago, es otra cosa. regreso, encuentro solo a mis familiares y mi amigo, entonces decido buscar a mi otro amigo con su novia. roberto se llama. con mi otro amigo lo buscamos, por todas las habitaciones, preguntando por él, hasta que en un camarote está echado con ella. y al costado tres niñas. le pregunto ¿son tus hijas?. -no, que yo sepa- me responde. entonces las dejamos a las niñas, y cuando ya todos estamos juntos, les digo que ya he encontrado la forma de salir, que ya podremos irnos. pero a roberto y su novia, como que la noticia no les afecta positivamente, y me doy cuenta que a mis familiares tampoco. ¿es que a nadie le interesa salir de aquí? solo mi amigo se pone contento, y ve la importancia y a la vez alegría de poder salir de todo esto. ellos avanzan, y me tropiezo con una niñita que juega con una mochila. me doy cuenta que esa mochila es mía. le pregunto: ¿de quien es esa mochila? -no sé...- me responde y luego agrega: -es mía-. y le digo, ¿seguro? no mientas eh? con una falsa seguridad vuelve a decirme es mía!, y me mira pícaramente, y muy linda, pero toda desgreñada, me añade: "esta bien, es suya, entonces llévesela", y saca todas las cosas de adentro, un montón de chucherías de niños, al vaciar la mochila, le digo que no importa, que mejor guardamos todo y que se la lleve nomás. y así lo hace, pero luego me la devuelve diciendo que me lleve todo. que es mejor así. y ella se queda jugando con la nada sentada en el suelo. regreso con mis familiares, y mi amigo está preocupado por el tanque a medio llenar. le digo que por eso no se preocupe. pero él se ha dado cuenta que los gendarmes, parecen notar el agua en el tanque a modo de botella. que alguien ha intentado llenarlo. le digo que incluso así, con ellos dándose cuenta, no importa porque tengo acceso a las oficinas, y podré sacarlos a todos. y recién debido a la llamada del cadete, entonces me doy cuenta que puedo comunicarme a través del móvil, nos dice que nos espera en la cerca, previniéndome que de vez en cuando los gendarmes se dan sus vueltas y rondan las veredas de esa zona. le cuento esto a mi amigo, y el teléfono no vuelve a funcionar más. empezamos a llevar a mis familiares, por la empresa. ingreso con mucho temor, pero los que están no se dan cuenta que estamos entrando, tengo suerte pienso y los logro hacer pasar en fila india. mi abuelita se cansa, y tengo que serle de apoyo. y mi mamá y mi tía están como abstraídas en no sé qué. solo mi amigo y yo nos miramos extrañados ante todo. llegamos a la fotocopiadora, está ahí, solitaria, sin gente, y luego vemos la puerta blanca que da al garaje-peluquería, ahí está alhelí esperándonos, y nos hace pasar a todos. roberto y su novia van adelante, como abriendo el campo y viendo qué hay. al abrir el portón del garaje efectivamente ve a los gendarmes rondando, pero ellos no lo ven a él. él cree y siente eso. entonces decide saltar el muro, luego le da la mano a ella, y salta. luego viene mi madre, hay que ayudarla, lo hacemos y lo logramos, luego mi abuelita, entonces ella empieza a llorar, se asusta de no sé qué, tengo que consolarla, pero tampoco tenemos mucho tiempo. con mucha fuerza la levanto, mi amigo mi tía me ayudan y del otro lado mi madre con mi amigo y el cadete, hasta que no sé como la pasamos. luego mi tía salta en un santiamén, se siente joven, ágil. finalmente quedamos mi amigo y yo. mi amigo no sabe quien primero si él o yo. y ambos perdemos tiempo en decidir quien, porque no sé porqué extraña razón mi amigo empieza a intuir que el último quizá pueda o tenga que quedarse. y cree que debería quedarse no precisamente prisionero, sino para poder sacar más gente. y yo sin saber ese pensamiento, le digo que se vaya de una buena vez, que salte el muro. cuando lo hace lo miro y veo la mirada que me dio el hijo del dueño de la compañía. es extraño todo esto. quizá estoy viendo mal, pienso. ellos saltan y el cadete los introduce en nuestra casa, están a salvo. entonces me toca a mi saltar, o quedarme. decido saltar. y cuando lo hago. pasan los gendarmes, y el cadete tiene que cerrar la puerta de la casa, y también aparece por otro lado, un personaje, la negra milagros, está con alguien detrás a unos metros de distancia, es alguien que me conoce y mucho. la miro a la negra milagros, y ella no me reconoce, me habla como si me viera por primera vez: "señor, disculpe, usted conoce dónde se hace teatro?" y yo pienso, "ésta, ¿con todo el problemón que hay alrededor pensando en el teatro?" y la miro fijamente y recién me doy cuenta de cómo es que está la gente dentro de la casa, blanca, prisionera. están con los ojos obnubilados, sus ojos son todos de un solo color, enteramente plomizos, como zombies, ella me mira pero no me ve, no me recuerda. y pienso: "ahora hay cosas más importantes que preocuparse, hay mucha gente que debe salvarse". y me asombro de este pensar. entonces, le digo, a modo de prueba, su nombre, -milagros, milagros-. y ella no me oye, no escucha que le digo su nombre. le respondo que en mi casa se hace teatro, que en la casa del cadete, de mi madre, que pregunte ahí, y le señalo la puerta, donde ambos estamos a solo dos o tres metros. y todo eso ella sí me escucha. entonces deduzco que la gente no logra reconocer sus nombres, ni oírlos, no logra reconocerse a sí mismos en sí mismos, que ese es el daño que le hacen los otros, los gendarmes, anularle su identidad, su nombre, su ser, y obnubilarle periódicamente la visión hasta que todo se torna gris. la negra milagros me dice entonces, que en otro momento preguntará y se va. la otra persona, la que está detrás de ella, a unos metros, me mira con cierta satisfacción que no sé que quiere expresar. con un aire de cierto dominio. veo un reto en su mirada. es una mujer hermosa, tiene una mirada natural y está llena de fuego, de ardor, de sus ojos salen chispas y está más viva que nunca. su mirada hierve y me mira así por un buen rato, y cruza los brazos. de repente miro hacia el otro costado, y está alhelí, esperando, queriendo su parte, y también está amenazante. ella ya cumplió, ahora quiere lo suyo. me sujeta de un brazo, y no sé si me llevará al garage, si regresaré a las oficinas, a la casa, blanca, o si me zafaré de ella, y de todo e iré a mi casa, con mi familia, donde el cadete, mi madre, mi abuela, mi tía, y mi amigo está esperándome. estamos alhelí y yo en la vereda, parados frente a la medianera entre su garage y mi casa, ella me sujeta del brazo e impulsa hacia su lado, yo opongo resistencia. y recién me doy cuenta de todo. en ese momento a modo de extraña revelación y asociación, tomó conciencia que ella es parte de los gendarmes. y me necesita porque ya no quiere serlo. me doy cuenta que la gente es utilizada, que está ansiosa de deseo. en ese momento mi corazón late a mil por hora, estoy asustado e impactado. quiero zafarme, jaloneamos. me despierto.

La Mansión

La Mansión

***

Estoy parado frente a la verja. La empujo, y empiezo a caminar por el sendero principal que da a la mansión. Parece que estoy en el campo. Hay un fuerte sol, esplendoroso, veo a mi alrededor plantas, césped, árboles, pero toda esta vegetación está ligeramente descuidada, o mejor dicho, con ese aire de haber crecido simplemente consigo misma, con el amparo y protección de la mismísima naturaleza. Todo lo circundante a la mansión es como un pequeño prado salvaje. Pero también por momentos me da la sensación que estoy en medio de un gran bosque, no sólo de un inofensivo y bello prado natural, sino de una misteriosa y espesa selva. Hay sol pero también hay un poco de viento. Me abrigo hasta el cuello con la chaqueta. Miro bien la casa, y es una mansión verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Esta mansión tiene ventanas que se abren para afuera y otras hacia adentro. Es de dos pisos, y parece la casa de un cuento navideño inglés, aunque nunca he visto uno, pero eso viene a mi mente mientras sueño, y al pensar inmediatamente en ello veo todo borroso. Pero a medida que voy acercándome y me olvido de mis pensamientos, me doy cuenta que parece estar vacía, o que hay poco movimiento ahí dentro. Parece no haber nadie. Parado frente a la puerta principal recuerdo el motivo de mi presencia ahí, pero no recuerdo cómo llegué, ni siquiera cómo aparecí en la verja, sólo sé que he ido ahí a visitar a mi hermana mayor. Ella me espera. Toco la puerta, y de repente siento en la naturaleza una sensación extraña como si alguien me estuviera acompañando. No obstante, no hay nadie a mi alrededor, es solo una percepción imaginaria. Pero el sol disminuyó su resplandor y el viento empieza a ulular discretamente, y todo se vuelve difuso. Otra vez toco la puerta, y nadie se asoma o responde por ningún lado. Entonces empujo un poco, y la puerta se abre. Y en ese preciso instante, veo que algo dentro, se mueve, no sé qué, pero algo avanza hacia alguna habitación de esta mansión. Doy un paso, entro, y todo se ve sombrío. Los tonos grises lo invaden todo, y los pocos rayos de sol que entran por las ventanas crean haces luminosos en fuerte contraste con lo opaco que es todo. Empiezo avanzar y estoy en un pequeño salón donde hay cuatro puertas, una en cada pared, y al centro veo una escalera en dirección al segundo piso. Voy con cierto temor a la puerta más cercana, que es la que está a mi derecha, y al abrirla sigilosamente mi corazón se estremece y el asombro es alto al encontrar un par de cuerpos tirados en esa habitación. Están muertos, pero no hay hedor, sólo el pálido color mortecino en ellos. Cierro la puerta con cuidado y siento nuevamente la presencia de ese algo que corre hacia otro lugar. Camino entonces, motivado por la curiosidad pero a la vez por una imperiosa necesidad, guiado por no sé que, hacia otra puerta. Y encuentro ya no dos, sino cuatro cuerpos, y estos tienen puestas unas máscaras, y además están desnudos. Me siento impulsado a entrar, porque veo que ahí hay algo más, pero siento que eso que me ronda se aparece, doy un par de pasos hacia adentro, y me coloco tras la puerta, y en eso una silla de ruedas aparece con un mutante encima de ella cubierto con algo ligeramente, las sombras no me dejan ver. No me ve, pero ya lo he visto, sé quien es. Me busca, pero no me encuentra. Cree que estoy en otra de las habitaciones, y va a ver si estoy por allá. Salgo de detrás de la puerta, y veo que él ha abierto las otras dos puertas que faltan, y ahí hay más cuerpos, duplicados en cantidades, en uno ocho, en otro dieciséis. Los diviso. Pero estos últimos no están muertos. Están esperando serlo. En ese momento me encuentro en el centro de la sala inicial, con las cuatro puertas abiertas, y sale de la habitación de los dieciséis, el mutante dando un grito grotesco, directo a mí, para atropellarme con su propio impulso. Corro entonces, a la escalera y empiezo a subirla primero rápidamente pero luego lentamente al saber que él nunca podrá subirla. Pero veo en su cuerpo, en su forma, algo que calma su furia, su impotencia de no poder atraparme. No le tomo importancia. Al llegar al segundo piso, me asombra encontrar la misma distribución que en el primero: cuatro puertas, con una escalera más. Me acerco a cada una de las puertas, y las voy abriendo, pensando y esperando encontrar a mi hermana mayor. La busco con premura. Abro la primera no hay nada, la segunda, tampoco, la tercera, vacía. Pero al llegar a la cuarta, veo en el centro de ella, que cae un haz de luz de una claraboya circular que hay en el techo directamente a un cuerpo inerte. Y este cuerpo, es el de un bebe, es un feto. Parado en el umbral de aquella puerta, sin haber logrado entrar, todas al unísono y fuertemente se cierran estampando el sonido en mis oídos y en mi corazón. Me asusto. Y subo nuevamente por la segunda escalera. Llego entonces a una azotea. Puedo ver el sol, siento el viento que lucha consigo mismo por calmarse. Lo sombrío quiere brillar. Y a lejos, a la distancia, me siento observado y buscado. En una azotea similar, a la misma altura, la veo, la encuentro, veo a mi hermana mayor, bella, dulce, sencilla, con una calma sonrisa en sus labios. Me hace señas, levanta los brazos, veo sus manos con las cuales me llama dulcemente para que vaya donde ella está. El sol brilla, el viento se calma. Hay una rara paz en el ambiente. Aprovecho entonces, para bajar por las escaleras, muy lentamente. Siento que con un sol esplendoroso, las ventanas abiertas, el mutante se esconderá. Empiezo a bajar al segundo piso. Miro a todos lados, las cuatro puertas siguen cerradas. Abro las tres primeras con rapidez, ingreso y abro también las ventanas respectivas, y llega un poco de luz en el salón central que da directamente a la escalera para el primer piso. Y cuando llego a la cuarta habitación, donde está el cuerpecillo, no me decido si abrirla o no. Muy lentamente, con temor a no sé qué, lo hago. Abro la puerta, y todo esta oscuro. Completamente oscuro. No hay haz de luz, no hay claraboya, no hay nada. Es la oscuridad total. Y la puerta abierta da un débil resplandor que no logra mostrar nada de lo adentro. Ingreso. Entro a tientas tocando las paredes. Busco una ventana, otra puerta, busco algo, ya no sé qué, mi corazón entonces comienza a galopar. Tengo temor que pueda pisar el feto, o sino algún cuerpo, algún objeto. Camino como en un campo minado. Me perturbo. Y mientras estoy ahí, siento que estoy en el centro, y me digo a mí mismo levantando la cabeza, buscando a tientas esa claraboya que podría dar algo de luz: "¿Qué hago aquí?" Pero reconozco que he perdido el sentido de la orientación, que no sé en que parte estoy exactamente de esa habitación y la puerta por efecto del viento ha ido juntándose, pero cuando volteo logro ver, los débiles rayos de luz que se aparecen por debajo. Me muevo en la oscuridad, busco una ventana nuevamente, pero no hallo nada. Sigo temiendo, no sé de qué. Estoy asustado. Estoy solo. Estoy a oscuras. Hasta que en todo ese movimiento, en esa vorágine interna corporal por hallar algo, mis manos, tocan al fin la puerta, la abro intempestivamente, y la luz de las tres habitaciones me ciega parcialmente. Al menos salí de ahí. Mi corazón se calma un poco. Miro la escalera que me llevará al primer piso, y recién entonces ligeramente empiezo a sentir el hedor que viene de abajo. Estoy al borde de esa escalera que debo bajar para salir de la mansión. Y empiezo a descender, seguro, lentamente, firme, pero también con temor, aún no he olvidado completamente la oscuridad y las percepciones que dentro me capturaban, estoy como cegado, mi vista no me ayuda, y cuando estoy en la mitad de los escalones, entonces lo veo. El mutante, está en la habitación de los dieciséis. Otra vez no me ve, eso creo. Pero cuando llego al primer escalón, él se da cuenta de mi presencia, y con una voz distorcionada y como en trance dice: "no te irás". De tres zancadas, salgo de aquella casa, cruzo la puerta principal, la dejo abrierta, corro por el camino inicial, cruzo la verja, y creo estar fuera. Encuentro lo del inicio, césped, plantas, árboles, a mi alrededor, pero todo ligeramente descuidado. Empiezo a correr, a correr, a correr, hasta que encuentro un montón de enredaderas que están a modo de barrera impidiéndome continuar y al observar con calma, y mirar a todos lados, las enredaderas están cercando equidistantemente todo el perímetro de aquella mansión. Recuerdo ese "no te irás". Me asusto, pero algo se podrá hacer. Veo la altura de las plantas y pienso que no es tan alto. Podré escalarlas, pienso. Lo hago, me rasguño, me trepo en ellas, mis brazos sangran, mis fuerzas se cansan, pero poco a poco sigo subiendo, hasta que logro llegar al límite, y descender es más sencillo. Logro entonces pasar al otro lado. Allí me espera mi hermana mayor, la he visto, me ha hecho señales. Tengo que verla. Ella me espera. Está en esa azotea. Tengo que verla. Apenas pongo el pie en tierra firme, veo otra mansión. Pero veo bien y me doy cuenta que la construcción es la misma, una casa verdaderamente hermosa, una fuerte construcción, maciza, con un par de techos de dos aguas uno en el frontis, y otro similar transversalmente. Miro a la azotea y no logro divisar si estará ahí mi hermana mayor. Cansado, y agotado, empiezo a caminar rápidamente, estoy muy agitado, y voy casi corriendo y de pronto, abruptamente disminuyo el ritmo. Veo en la verja, una silla de ruedas. Me despierto.

***

El Entrometido

El Entrometido

"El Politicón", una sección para hablar sobre nuestros caóticos gobernantes. De aquellos que dicen ¿hacer un arte del gobierno? ¿o gobernar por arte? En fin.

Aquí un poema de nuestro amigo Jose Luis Mejía, quien gentilmente nos concede el permiso respectivo. Por cierto, pueden ver algo de su obra en Libros de José Luis Mejía

Disfruten de este peculiar entrometido, que tanto me ha gustado.
Un saludo a todos!
Pablo

Ya que soy entrometido
y ustedes son tan pacientes
traigo mis versos urgentes,
sonoros como un rugido.
Vengo a hablarles del bandido,
del ladrón, del traficante,
del mediocre gobernante,
del juez venal y corrupto,
del gesto y del exabrupto
del político ignorante.

Digamos que ese país
donde viven estos tipos
es, para los arquetipos,
el más fértil y el más gris.
Digamos que es un don Luis
y puede ser un don Juan,
es decir, las cosas van
siempre de mal en peor,
y se embarran sin pudor
alguacil y sacristán.

Hay un ciego mandatario
que si no es un dictador,
es torpe y encubridor,
inútil o innecesario.
Si acaso no es partidario
de la ley, es complaciente;
si acaso es indiferente,
sólo piensa en sus amigos.
Nunca le faltan testigos
cómplices, al presidente.

El Congreso, por su parte,
se encuentra desprestigiado
por tanta ley que ha largado
sin inteligencia ni arte.
Quien debe ser el baluarte
que controle al poderoso
no es más que el rincón ocioso
que traga nuestros impuestos
con pillos y deshonestos
de un tufillo aguardientoso.

Nuestra inocente justicia
tiene los ojos vendados
y los bolsillos colmados
con monedas de impudicia.
Ya no es ninguna noticia
que junto a la estupidez
viva la desfachatez
que alquila y vende conciencias,
compra fallos y sentencias,
y usa de venganza al juez.

Se entregan los militares
medallas con sentimiento
mientras compran armamento
buques, tanques y radares.
Sus dotes particulares
en estrategias y acciones
convierten pobres pensiones
en magia. Bajo su influjo
se compran carros de lujo,
casas de playa y mansiones.

Si se cruza un policía
por tus calles, ten cuidado;
tras un hombre uniformado
puede esconderse una arpía.
Siempre buscando "la mía"
"la mordida", la prebenda,
la coima con la que entienda
que cometiste un error.
¡Sí que es extraña la flor
de un guardia que no se venda!

La oposición, por supuesto,
tiene parte en la novela
como gallinazo vuela
buscando algo descompuesto.
Si publica un manifiesto
siempre tiene un comodín
un testaferro, un pasquín,
y busca por donde pasa
ver cómo llevarse a casa
su tajada del botín.

Estos son sólo brochazos
de la realidad que reina,
se desviste y se despeina,
dando besos y codazos.
Con políticos pelmazos,
con dirigentes banales,
indecentes, inmorales,
carroñeros y asesinos,
¡qué negros son las caminos!
¡qué inmensos son nuestros males!

Esta nación de mi cuento
puede ser cualquier país
de nuestra América gris,
de nuestro andar ceniciento.
Sin embargo tengo aliento
porque muchos han nacido
con voluntad y han crecido
dignos, sencillos y buenos.
Por ellos lanza sus truenos
mi verso de entrometido.

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José Luis Mejía: jlmh@buscoeditor.com
Teléfono: (51-1) 9830-4431
Apartado 18-1319, Lima 18, PERU
Correo alterno: pepemejia@hotmail.com

El Visitante (y la religión del nuevo milenio)

El Visitante (y la religión del nuevo milenio)

Hace unos días fui a ver una puesta en escena alucinante: "El Visitante". Una bella pieza teatral de Eric-Emmanuel Schmitt. Con impecables y limpias actuaciones, y realmente un trabajo de primera. A parte de un texto muy interesante. Pero más allá de hacerle propaganda a un trabajo que creo no lo necesita, (pero si alguien quiere algún comentario, puede ver Comentario "El Visitante" en el Comercio, Dominical) el tema de fondo simplemente me cautivó. La pluma del dramaturgo y el talento en cada uno de los actores me dejó no solo meditativo, sino que reconocí esa relación tan poco mostrada o esclarecida, sino más bien ignorada, entre la religión y el psicoanálisis. Esa relación que yo mismo encontraba en mis propias sesiones. Freud y Dios.

Tuve mi romance con el psicoanálisis. Romance que duró tres años. (Y si hubiera querido que fuera medio místico hubiera durado tres años y medio). Y a medida que iba investigando -de una manera empírica por supuesto (y léase empírico no peyorativamente como usualmente se lo toma, sino como lo que es, algo práctico que se basa en la experiencia!)- sobre esta ciencia, la certeza de esa máxima inventada por mi mismo se afirmaba: "el psicoanálisis será -si ya no lo es- la religión del nuevo milenio"

Si bien Freud era judío, y parece no preocuparse (científica o terapéuticamente) por la espiritualidad o la religión, me atrevo a decir que el psicoanálisis (así algunos no quieran o no puedan, o tenga temor de reconocer) tiene mucho, muchísimo de parecido con una religión.

El psicoanálisis, entre otras cosas, (y ésta es una visión muy general, porque el tema de por sí es altamente matizado, y habría mucho por tratar -super yo, conciencia, mente, neurosis, impulsos, latencias, represiones, lapsus, sueños, deseos, sexaulidad, interpretaciones, traducciones, proyecciones, asociaciones libres super interesantes y tantas cosas más- y no soy un especialista solo resalto lo que en algún momento sentía y percibía):

-Busca la salvación del ser humano.
-Como en el budismo (por citar solo un ejemplo, porque esto se da en todas las religiones), se da cuenta rápidamente del rol fundamental del deseo del y en el hombre, de esa necesidad por satisfacer o llenar el alma de algo que no se sabe qué es (se habla del gran deseo psicoanalítico)
-Ofrece una respuesta para las incógnitas del hombre porque intenta definir claramente lo que está pasando: son las pulsiones latentes muchas de ellas irracionales, los instintos, las improntas infantiles, el satisfacer necesidades profundas, etc.
-Cree en una predestinación psicoanalítica, también en una "misión" de vida.
-Establece como norma el "congregarse", es decir el reunirse periódicamente con su terapeuta para lograr solucionar el dilema personal que aqueja al paciente.
-Apuesta por un "renacimiento" del individuo
-Utiliza como herramienta la (¿antiquísima?) técnica de las asociaciones libres, que por momentos me recordaba el método socrático, y que muchos grandes exponentes monoteístas han usado.
-Cree en los sueños. Lo que sucede mucho en el judaísmo (por citar otro ejemplo. -y Freud era judío eh?- Quizá no como revelaciones celestiales, sino como pulsiones latentes, pero al final de cuentas cree en los sueños)

Definitivamente que todo es lo mismo. Que la ciclicidad es la constante en este universo, y que cada generación con sus genios -y demonios- ofrecen significativos pero no tan novedosos aportes a la humanidad. Algún sabio dijo, "no hay nada nuevo bajo el sol". Pero en este marco, sí hay algo novedoso. Freud, que sin proponérselo -al menos para mí está ofreciendo una nueva religión disfrazada de profunda ciencia- sí añade algo que las religiones no tocan a profundidad, la importancia de la sexualidad.

Pero para ponerlo en analogía con lo espíritual, y recordando la máxima del párrafo anterior que todo ya está dicho, podría recordar a esas sectas que dicen que en el sexo está Dios. Que la energía sexual es un matiz de la energía divina. De ahí la importancia en ser responsables en este acto, el acto sexual. Llegamos entonces, que incluso con la novedad freudiana para una época cucufata y encubierta, "la importancia de la sexualidad", sigue siendo el psicoanálisis una nueva religión.

En la puesta en escena "El Visitante" vemos a un Freud que es en cierta manera psicoanalizado por este personaje que aparece por la ventana, que es Dios encarnado. Dios se le aparece a Freud, es la creativa e interesante propuesta del dramaturgo. Se dan unos diálogos intensos entre ellos, cada cual defendiendo su posición; por un lado la razón, la crítica, la ciencia, la objetividad, y por otro algo que tanto falta muchas veces, la fe, la esperanza, el creer, la verdad. Porque creo que de eso se trata esta obra, de la búsqueda de la verdad, del creer, de la fe. (Y a eso apunta también el psicoanálisis, a encontrarse, a creer, a tener fe) Finalmente el dramaturgo, nos lleva a presenciar a un Freud indignado y asustado, que no quiere quedarse solo y que ante la imperativa retirada de este Dios encarnado, le dispara por su ventana, y al asomarse el médico austriaco, dice como diciéndose a sí mismo: ¡Fallé!

En mi eterna búsqueda por la verdad he sido altamente puntilloso, porque de ello depende mucho de mi esencia. Si sigo a Osho (por poner un ejemplo) y este está errado, yo también habré errado y habré sido arrastrado por un impostor. Por ello debo convencerme, investigar, poner a prueba lo que los maestros que voy encontrando en el camino me van mostrando. El acto de creer, de tener fe, de lograr la certeza tiene que producirse en el individuo con respecto a las evidencias y percepciones que va adquiriendo. Lo mismo me sucedió con el psicoanálisis. Lo confieso. Caí por obligación prácticamente. Luego de un shock, los cuatro médicos que me vieron en el hospital imperativamente me mandaron a terapia -contra mi absurda y obstinada negativa-, para poder recuperarme del dichoso shock. Accedí. Y poco a poco, me fui enamorando de esta ciencia, que la encontraba muy parecida a la religión como menciono. Pero para poder seguirla con fe, tenía que estar convencido de ella totalmente.

En uno de los diálogos que se dan entre este Freud y este personaje Dios encarnado, el último le dice: "Tienes que ser consciente de que si estás equivocado, como parece, puedes arrastrar a muchas almas". Y es cierto! Es algo que siempre he pensado, y que debatía con mi psicoterapeuta. Porque al final, lo que a mí me interesaba e interesa era la búsqueda de la verdad. Por las diversas escuelas de vida por las que he pasado, siempre ha sido esa la disyuntiva, la incógnita, el lograr la certeza de la verdad. Entonces, intuitivamente no podía seguir porque sí, a alguien que me ofrece un paliativo solamente para mi dolor. Y para mí, el psicoanálisis con todo lo profundo, científico e interesante que es y con todo lo que me ayuda a revelar de mí mismo y comprenderme, es un paliativo. Muy bueno eso sí. Me agrada, me interesa, me apasiona incluso, pero reconozco que es como otras religiones, un mágico paliativo, una especie de panacea, que como tal tiene un límite. Es un camino en tal caso. No el camino. (Y en estas épocas relativistas, hasta podría decir: "un camino para algunos, pero no mi camino"). Muy útil, muy bueno. Más aún si has tenido un shock y estás confundiendo todo. Pero si como dice mi madre "el amor acaba", entonces ¿que le queda a mi romance con el psicoanálisis? Tuve que dejarlo no porque estuviera decepcionado o cosa parecida, -siempre creo en la madurez del amor- sino porque necesitaba un descanso y porque también ya la terapia me salía cara.

Esa es la magia del teatro: lograr encontrarse con uno mismo. Poder conmocionar al espectador, a mi persona, y hacerlo encontrarse, encontrarme, relacionando todo e integrando, como lo hago ahora mientras escribo. Gracias Eric-Emmanuel Schmitt.