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PabloLuna

Temas prohibidos

Temas prohibidos

Esta vez me siento contento.

Sanamente contento. Con una sonrisa natural. De esas que se dibujan en mi rostro y al menos, -según el club de fans, que ya pasó el millar- me hacen apetecibles. Eso lo dijeron en la última encuesta... En fin... Sí, francamente estoy contento. ¿Por qué? No, no es por la nada -como en el artículo anterior-, menos aún por el club de fans, aunque algo se les debe también. Esta vez, esta pequeña felicidad tiene un sencillo origen. Y el origen es (no, no es el edén) que varios amigos de mi entorno, en una sobremesa de las que se extrañan, decidieron comentar y porqué no dar algún elogio a algunas partes mías... Ósea mi blog. Jejeje. (No sean mal pensados, que este pechito cuesta! Jejeje)

Pero como siempre estuvieron «los contrarios», de esos que siempre invito y que me acribillaban al darles un poco de cuerda. Y cuando mi sonrisa llegaba al éxtasis, comenzaron. Que porqué en mi blog no tocaba los temas tan candentes del día a día: Mira las noticias, ¿qué, no ves televisión? ¿No digas que sigues sin ver -a nuestro nuevo dios-, la caja boba? ¡Con tanto rollo que hay en el mundo...! ¿Sabrás lo de Fujimori, por lo menos...? ¿Lo del TLC?... (TLC Pablo, TLC Pablito, Tra-ta-do-de-Li-bre-Co-mer-cio)... ¿Y qué me dices de lo del día del sida?, ¿sabes que hay una enfermedad así no?, ¿y lo de Ratzinger y todo el rollo para los "tapa rosca", los de "la acera de enfrente" pues, con encíclica incluida además eh? ¿Habrás al menos leído algo no? ¿Y el desempleo? ¿y la juventud? Y mi sonrisa tan radiante, se perdía muy lentamente, pero ellos seguían, seguían en masa, en coro: bla, bla, bla... en el blog no hay nada de eso, parece que no te enteras de nada. (¡Poco faltó decirme, que era una cagadita mi blog!) Que solo estás preocupado por la palabra! Sea escrita o sea hablada. ¡Pero la palabra!. Medios indignados se sentían algunos. Y ellos seguían acribillando, que tantos temas dejo pasar en vano, que estoy siendo entonces un ocioso, hasta algunos me tildaron de ermitaño, que no le doy el movimiento adecuado -a mi blog, por supuesto-, -mínimo diario, al blog claro está-, y qué clase de esteta hay en ti, y poco a poco mi sonrisa se desvanecía, y mi imagen corporal se iba chorreando de mi asiento hasta que desaparecí por completo, para luego como el ave fénix, que se levanta de la nada, acomodarme firmemente, y luego de escuchar tanto rollo, mirando a la derecha, luego a la izquierda, después al frente, di un estornudo con una buena lisurota -típico en mis estornudos, no era por ellos-, y el silencio en este mercadillo reinó.

¿Fujimori? ¿Para qué tocar un tema, del cual no sabemos nada? (Es decir, los verdaderos entretelones). El Perú, es uno de los países privilegiados por excelencia, donde TODO PUEDE SUCEDER. Luego del legado de la dictadura, ya nada sorprende. Así grandes estudiosos investiguen y otros conservadores se rasguen las vestiduras por un pasado que efectivamente pasó. Si ya sabemos eso, ¿para qué gastar tanta tinta, saliva, teclado, energía en vano? ¿Que soy un anti patriota? ¿Que no me interesa mi país? Yo diría más bien, no me interesa ser manejado por las grandes maquinarias que están detrás de todo esto. O a lo mejor, me pasa lo que a Miguelito, uno de mis ídolos favoritos, que no quiere ver la televisión por no estar según él en «las estadísticas de los que ven televisión», pero luego Mafalda, tan sabia, tan linda ella, le dice: "Pero Miguelito, si no ves la televisión igual estás en las estadísticas, estás «en las estadísticas de los que no ven televisión»". Quizá mi karma puede ser el de Miguelito. Pero en tal caso no es que quiera evadir hablar de ello. Lo malo es que aquí mucho se habla y poco se dice. Es como el tema del Derecho. (Véase mi artículo publicado líneas más abajo, "El sabor de la justicia"). Hablar de toda la corrupción, de toda la injusticia, de toda la desfachatez de tanto político, no es lo mío. Para eso hay grandes periodistas, diarios competentes, (en la parte izquierda de mi blog, pinchen algunos). Hay gente preparada, analistas internacionales y etc, etc, etc. Una cosa es cierta, eso sí, mi voto nuevamente será para nadie. Ninguno merece mi palabra, mi fe, mi creer. Menos aún Humala. Un tío tan prepotente... Como dijo alguien: «un militar... pero sin cerebro» , que ni plan de gobierno tiene ¡¡¡ ¿¿¿ ??? !!!, pero que en las encuestas sube como la espuma. Lo malo de nosotros los peruanos -en su mayoría, no todos claro está- es nuestra memoria, (y nuestra estima también). Nos olvidamos con mucha facilidad. Y por otro lado, somos como las prostis, bien fáciles, "atracamos" al toque. Siempre es bueno, explicar el pasado, demostrar los errores, -fundamentalmente a los jóvenes-. Poner su cuota de arena cada uno, en su medio, en su entorno, según sus capacidades. Pero lo reitero, otra vez, nuevamente, una vez más, para no olvidar: la política, los temas Fujimoris, Humalas, la extradición, la doble nacionalidad, no es motivo de este blog. Ya hay otros por la red. Quizá les demos un pedacito, muy pequeño, pero como que maltrata y ensucia un poco -a mi blog-, y al club de fans también. Jejeje.

El Desempleo. Menudo, álgido, delicado, y tan cotidiano tema. El cuarenta y cinco por ciento de jóvenes peruanos está en paro total. (Eso es lo que dicen las encuestas, las más generosas y optimistas, yo diría que más). La pobreza aumenta, y las estadísticas exactas las pueden obtener navegando por la red, o si quieren algunas se las paso. El pasotismo instaurado en nuestra juventud, sí, a veces yo mismo me siento pasota, muchas veces. Las pocas ganas de investigar, de nutrirse, o el no poder hacerlo por tener que alcanzar las grandes y elementales necesidades básicas, hacen entre tantos y miles factores más que este tema sea delicadísimo. Produciendo, por supuesto, la tan marginada -pero aplaudida- y real informalidad (¡cómo si nuestro país fuera el país ideal!), el fenómeno de la migración por masa, y este sinsabor (¿o sabor a frustración?) e impotencia que se respira en gran parte de mi generación X, y en la nueva. Claro que algunos tienen suerte, logran ubicarse, tener su seguro, su afp, sus vacaciones, -es que sus viejos son los dueños- pero igualmente, ¿hasta cuando durará? (tanto lo uno como lo otro, ¿la bonanza y la estrechez?) (Dicho sea de paso, esto no sólo pasa aquí, sino en muchas partes del globo. Pero acá se siente con fuerza! Eso sí) La incertidumbre es el pan del día. Y eso no es tan malo. Es más, ese tema, es una de mis hipótesis personales, es la esencia de la especie. Lo malo de todo esto, volviendo al laburo, es que no se pueda aplicar algún conocimiento adquirido de una manera práctica en una plaza laboral. ¡Hay que crearla entonces! ¡Hay que reinventarse entonces! (Tan de moda esta palabrita desde ya una década atrás!) (Y por supuesto, vencer también los malos hábitos que están detrás de los desempleados eh? Sí, sí, la endiosada pereza, la respetada burocracia, el famoso pasotismo y criollismo también, el desgano, la apatía, la poca proactividad, la falta de diligencia, y similares). Quizá por ello, por contraposición, somos los más creativos también. Y nuestra comida es una muestra de ello. Quizá esa creatividad en ese campo, llevarla al plano laboral, como ya muchos lo hacen eh? Pero al final de cuentas, les decía, ¿qué puedo hablar yo del desempleo?

Ratzinger, la Iglesia Católica. ¿Qué tengo que hacer yo ahí? Ya lo saben, ¡ni católico soy! Y recuerden, cuando digo "ni católico soy", no lo digo como lo dice fulano, que creció en un hogar católico cristiano, y que luego ya bien crecidito se ha apartado de su fe de buena voluntad -y en su sano juicio (es lo más lógico además!)-, porque ya no cree simplemente, más aún al ver en sí mismo las intenciones del famoso padre Manuel, que lo quería no precisamente como un hijo divino. ¡NO! cuando digo "ni católico soy" es algo bastante y altamente literal. En mi caso, ni siquiera sé de una primera comunión, de una confirmación, de algún rito místico y profundo o cosa parecida. (Nuevamente, quiero hacer un alto aquí, porque es el momento místico glorioso de infinito agradecimiento público hacia mis padres por darnos esta libertad religiosa a nosotros, sus hijos. Amén!) Es más, de las pocas veces que entré en mi vida a una iglesia católica, fueron tres las que más recuerdo: cuando Carmencilla, me pidió acompañarle a confesarse -sí, ya saben que me pasan cosas fueras de serie, además estábamos muy cerca-, me quedé maravillado por lo fastuoso de la iglesia, sus íconos y arquitectura. Luego cuando fui a la Catedral de Lima, para un evento impresionante muy así como diría mi hermano, muy a lo "lima afrancesada" y la belleza fue deslumbrante, sus cúpulas, sus curvas, sus formas, era algo así como estar dentro o en una Miss Perú o mejor dicho (perdón al inconsciente) frente a mis ojos semejante belleza obnubila. Y en Cusco, recuerdo estar en una catedral jesuita, esta era como una Miss Arequipa, más o menos. Bella. Ahí recuerdo que probé por veintiúnica vez en mi vida, la famosa oblea mágica, lo reconozco. En ambos casos, la belleza de los altares -visto con los ojos del arte, más que de la devoción-, era muy profunda pero por momentos -es mi muy personal sentir- vacía. Luego no recuerdo saber nada de nada de lo que es esto del catolicismo. Entonces, ¿por qué tanto quieren que hable sobre ello? -Mis invitados de la sobremesa- No lo entiendo. Una cosa es que me interese mucho el tema de Religiones Comparadas, -eso sí, eso es otra cosa- e investigue a mi manera sobre eso de vez en cuando, pero de ahí a estar escribiendo por esto o aquello de Ratzinger y su posición. Mmmm. Nuevamente les digo, hay buenas agencias, como Zenit (http://www.zenit.org), Aciprensa (www.aciprensa.com) y similares. Pero ya que preguntaron, algo comentaré, y justo sobre esto tan polémico.

Vayamos por partes. Antes, fue la propaganda a diestra y siniestra de la libertad religiosa, luego el cacareo por el tan ansiado ecumenismo y ahora... (Ah! por cierto, no es encíclica es una instrucción la que ha sido publicada). Ahora, la famosa «Instrucción vaticana sobre homosexualidad y admisión a seminarios y a las Órdenes Sagradas», si quieren léanla (en vivo y en directo): http://www.aciprensa.com/Docum/benedictoxvi/documento.php?id=71

En resumidas cuentas, no hay nada nuevo en esta instrucción. Es más, y muchos ahora se sorprenderán por mis palabras: ¡estoy de acuerdo! Léanla y saquen sus conclusiones. Es hasta justo lo que proponen. (¡Y recuerden no soy católico eh?! Y creo en la tolerancia). Yo creo que en el fondo, cada cual debe estar donde se sienta cómodo. Al margen de una tendencia religiosa el asunto de fondo es ser fiel a un pacto y convenio establecido. Sea cual fuere. Así que caballero no más, si te gusta la cochinadita, la Iglesia no es para ti. En eso estoy en total acuerdo. (Recuerdo por similitud de fondo, en mis épocas de ateismo, un verso que confirmó mi sentir: «si no cree en los dioses, déjelos en paz») Pero... Pero... volviendo a lo nuestro, lo que no me gusta es que esto -la publicación de la controvertida instrucción- salga justo en los días en que en el Brasil, se descubre y debate un escándalo por el tema de pedofilia, similar a lo de Boston! Lo que me sorprende también es que se proclame esta instrucción, pocos días antes del día mundial del sida (¿como para achacar algo no? al menos a nivel subliminal). Parece que la sensibilidad vaticana es muy pobre, (¡con lo ricos que son ellos!), y que además, eso sí es lo más ridículo, en una de las "cláusulas" de esta instrucción, "se establezca un período de tres años de castidad antes de la ordenación, para aquellos que tienen tendencias homosexuales". Me pregunto, al margen de tendencias, religiones, o qué sé yo ¿cómo se puede determinar cuánto tiempo una persona ha estado célibe? ¿La iglesia tiene algún tipo de prueba para determinar que tal persona, durante tres años no ha "copulado"? ¿Y encima, no lo ha hecho de la forma «contraria»? Miren, señores que han preparado esta instrucción, el día que se invente un examen tipo ADN -a lo mejor la Iglesia lo tiene oooohhhh-, como para saber cuándo fue la última vez que alguien se dio una canita al aire, o simplemente cedió ante su deseo, ahí entonces hablamos. Mientras tanto, sigo preguntando otros casos posibles, ¿y cómo es para aquellos que tuvieron un sueño prohibido y por ende alguna emisión no permitida? ¿Eso es parte del cómputo de los tres años de abstinencia o se pasa por alto? ¿Y los que son partidarios y fogosos amantes de Manuela, como quedan? Supongo habrá que hacer más instructivas.

Luego de un silencio sepulcral, la sobremesa se transformó en el festín que teníamos planeado. Porque, caramba, venimos a pasar un buen momento. No a deprimirnos con lo que vemos día a día (menos aún acribillarme!). Por eso, luego de darles toda esta perorata a mis invitados, (y que ahora comparto con vosotros) ya no me pregunten porqué no hablo de tal o cual cosa. Eso sí, sugieran más bien algunos temas creativos.

Cuando mi sonrisa empezó a esbozarse, como lo hace ahora, recordé y recuerdo aquella canción tan conocida y que tanto le gustaba a mi tía Gloria, y que la aprendí por la sana letanía de escucharla, veamos si aún "funca" -como dicen estos buenos muchachos- mi memoria:

Es preferible reír que llorar

y así la vida se debe tomar

los ratos buenos hay que aprovechar

si fueran malos mejor olvidar

Mirar al mundo con alegría

tratarnos todos con simpatía

porque la vida volando pasa

dejar lo malo para mañana!

Así que ya saben, hay temas que no se tocan!

Porque después no me matan!

Un abrazote a todos,

(y lanza tu comentario pues, o te chupas?)

Pablo

Momentos de nada

Momentos de nada

 

Hay momentos que sientes nada. Momentos en los que parece que nada sucede. (Cuando de hecho el mundo sigue girando inexorablemente y los eventos por doquier se suceden exponencialmente en esta tierra). No obstante, como si fuera por una extraña contraposición, hay momentos cuando la nada despierta (lógicamente) ningún estímulo en nosotros. Estos momentos muchas veces se confunden con la soledad, con el aburrimiento, con la tristeza, con la nostalgia, y para algunos -los que dicen ser los más certeros- con la melancolía. La bella y sensible melancolía. Pero esta vez, discrepo con ellos. Esta nada de la que hablo, no son ni es aburrimiento, ni soledad, ni tristeza, ni nostalgia. Ni siquiera la tan idealizada para algunos, y menospreciada para otros, melancolía. Entonces continúo con mi búsqueda personal de este sabor a este día, a este momento, a esta nada; y luego de definir «lo que no es», llego a la conclusión que tampoco son "los problemas existenciales de la burguesía", como lo diría alguna amiga socialista. Y sigo. Y una luz veo en el túnel. Es y no es. Es una mezcla de todo, con ausencia de mucho.

A veces creo que es el sabor del vacío, de la nada. Y también creo que son los momentos más lúcidos, donde recién nos damos cuenta que efectivamente nosotros, y no el entorno, -no lo de afuera-, sino nosotros -los taaan grandes y especiales seres-, somos o es nada. E incluso siento náuseas. Náuseas físicas y concretas y reales, que han hecho que en estos días cambie mi régimen a algo más "natural" (¡cuando todo es natural! ¿no es cierto? ). Pero las náuseas ante esta nada, rondan. Como cuando era niño y luego de dar muchas vueltas sentía esa sensación, o quizá cuando después de ver desde el borde del último piso de casa, poniendo un pie delante y el otro atrás, miraba temerariamente hacia abajo estirando mi cabeza para no ser vencido por el impulso y fuerza de la gravedad, y entonces, nuevamente sentía esa sensación. De vacío. De náuseas, de nada. Porque esa sensación era el vértigo, el temor de caer, el eterno sabor de la nada, (ah claro, ¡si es que la nada tiene sabor!, pero yo sé que ustedes entienden la idea... porque la entienden no? ), es ese sabor que hoy percibo, y que a veces se manifiesta e infiltra, ya sea en un común día dominical, o en un trivial día festivo, o simplemente cuando miras fijamente algo y realmente no ves nada.

Pero este sabor es parte de un abanico multicolor de diversos sabores y percepciones. Gracias a Dios no es el único que hay. Pero sí es el que me hace detenerme, me paraliza y camino como zombi, y no sé porqué extraña razón. Es como si confabulara con la pereza y con todo lo sombrío para querer seguir tumbado horas tras horas sin levantarme. Es como esos estados que describe Wurtzel, en su recomendable -y felizmente pasajeros para muchos, me incluyo- "Nación Prozac". Es un tiempo, que felizmente, lo reitero, es efímero, fugaz. (Como las grandes sensaciones). Pero vale la pena sentirlo, conocerlo, experimentarlo. Porque uno no puede -ni debe hablar- de lo que no ha vivenciado. (Claro, con esto no nos vayamos a los extremos de algunos amigos medios lerdos -que no voy a mencionar quienes son-, que seguramente me dirán, "entonces hay que meternos al desagüe para saber que por ahí pasa la caca". No, no seamos tan literales. Nuevamente, yo sé, que ustedes me entienden...)

Quizá este sabor a la nada, es el inicio o mejor dicho es un respiro. Porque siempre es bueno recordar la esperanza también. Quizá todo esto, es el recomenzar a levantarse venciendo la inercia, para poder percibir otros sabores: el de la actividad, el del trabajo, el de la frescura de estar en acción y similares; que hacen que uno vea -a pesar de todo-, todo con optimismo. Quizá es el renacer luego de estar "down". Pero una voz, por otro lado, me susurra algo, me dice a lo lejos que como un grito, algo así como el grito desesperado "betleano", (loco no? invenciones mías eh?: "betleano", Otra vez, yo sé que ustedes me entienden. Otra vez, yo sé que ustedes me entienden. Pero por favor no nos vayamos por las tangentes y no asociemos orificios humanos que nada tienen que ver aquí, por ahora, al menos). A lo mejor, todo esto es ese grito "thebetleano": ¡¡ HELP !! I need somebody! Help... Help... Help... Pero otra voz me dice: help a qué? Y me respondo vagamente, como despertando de la modorra, ya venciendo a la pereza. Help a la nada.

Como decía al inicio, hay momentos que nadie entiende. Hay momentos que uno tiene, que tienen un sabor genuino pero incomprendido. Hay momentos que no son muy descriptibles. Hay momentos, simplemente hay momentos.

 

La ballena y el divino niño

La ballena y el divino niño

Por los alrededores de mi casa hay algunos parques. Uno de ellos, tenía tres pequeños monumentos: un ancla (de verdad) ubicado en un extremo del parque en mención, un cañón (de verdad también) que reposa en un pedestal de cemento circular y que está al centro, y "la ballena", un montículo de cemento de unos veinte metros de largo, de forma ligeramente parabólica y adornado como un mosaico de piedras que tenía efectivamente la forma de dicho mamífero marino. En su parte central llegaba a los dos metros de altura, y todos los niños, -me incluyo- jugábamos resbalándonos ahí, como en un tobogán.

Hace tres años atrás, no sé porqué extrañas razones (aunque la mayoría concuerda con que la parte posterior de "la ballena" se había convertido ya en una letrina pública) decidieron derribar aquel montículo de piedras. Entonces, el encanto del parque se perdió. El único y gran árbol que daba su sombra, se opacó. El ancla daba lástima, y el cañón cada vez se veía más pequeño y más distante. Todos los que pasaban por ahí, sentían que algo faltaba. Que el alma de aquel parque se había ido para siempre.

A los meses de aquel inmenso vacío, no sé quien, ni porqué, ni cuando, ni como, ni con qué profunda o banal intención, -seguro los que la derrumbaron- apareció un pequeño altar en el lugar donde estuvo siempre la inmensa ballena, -que todos mirábamos y donde muchos jugábamos-. Por supuesto, que un grupo de gente o alguna autoridad lo mandó a construir, pero lo hicieron tan rápido y tan anónimamente que nadie supo cómo ni cuándo fue. Era pequeño, con una urna de cristal, y un pequeño icono de unos cincuenta centímetros dentro de ella. Una estatuilla del niño Jesús. Y todo comenzó. Alguien seguro puso la primera flor, otro alguien quizá luego las jardineras, y un tercero le hizo una venia a aquel altar. El resto lo vio y comenzó a imitarlo. Ese lugar donde antes estaban los orines de la ciudad, ahora era -y es- culto de veneración de unos cuantos. Así, poco a poco, los que pasaban por el pequeño altar se quedaban mirando fijamente al hermoso y tan poco común niño.

Un día apareció una inscripción rotulada en él, dando entender quien era: «el divino niño». Desde ahí comenzó con fuerza la veneración cotidiana, matutina y vespertina en aquel lugar, la entrega de flores, los rezos postrados de todos los que pasaban. Aparecieron los rostros mortecinos y escondidos, las viejas cucufatas y amargadas, las arrepentidas, como entre ellas mismas se dicen -¡muchas con mantillas incluso!-, otras, las que reventaban en la cara de uno las pelotas (de juguete) si caían en sus verjas, o dentro de sus jardines interiores; también aparecieron los profanos, los mismos viejos que antes orinaban ahí, otros más descarados o apurados que no podían más y terminaban dejando su excremento en la oscuridad de la noche, -o en las sombras del día-, ahora ellos mismos, pasaban con reverencia, para -a unos metros- seguir orinando y luego ir a rezarle al divino niño.

Antes la adoración era diferente. Se respiraba pureza y libertad. Antes era una inmensa ballena donde todos los niños, a cualquier hora se subían en ella, en sus lomos, jugaban a la guerra con el cañón, soñaban con el ancla en un extremo dejando volar su imaginación, vivían sana y tranquilamente en aquel parque con el inmenso árbol y su gran sombra protectora, con el césped bien cortado. Antes, era niño.

Ahora, me pregunto. Y ¿qué tal si alguien en vez de colocar un icono del famoso divino niño hubiera puesto un busto con un par de tetas descubiertas? ¿O mejor aún un símbolo fálico como un obelisco simulado? ¿O que tal si en vez de una provocación, poníamos algo más elocuente, poníamos una imagen anónima de tantos niños necesitados? ¿O para seguir el buen ritmo peruano, poníamos la silueta de alguna vedette que está de moda? ¿Seguirían rezándole con la misma devoción? (¿O ya le rezan día a día viéndoles por medio de la caba boba?) No sé porqué pero mi vecino me dijo, que igual, que sea lo que sea, todos ellos hubieran ido tras la imagen y la hubieran adorado. «Son carneros joven, son carneros» expresó.

Ahora, después de tiempo, paso día a día por el famoso «divino niño», y nunca me había detenido a verle. Nunca. Pero hoy lo hice, y me pregunté ¿qué poder mágico y profundo puede haber? Ni siquiera lo había cuestionado. ¿Por qué alguien se pararía en frente de este altar, o de cualquier otro? Y mientras escudriñaba la imagen -seguramente con una ingenua y natural exageración- una vieja -de esas que hacen sus venias ante el altar- con un horrible pequinés pasó, se puso a mi costado, y el perro se meó a unos metros del altar- ¿un tributo para el divino niño?- y cuando ella leyó en mi expresión mi inquietud, me miró con castración. ¿Por qué esa necesidad de adoración, de veneración a un icono que no me dice nada? (¿¡¡¡Alguien me lo puede explicar!!!?) Le pregunté a mi vecino que pasaba por ahí, -ya que más sabe el diablo por viejo que por diablo- "Oiga don Guillermo, ¿y usted ya le habrá puesto algunas flores de su jardín?" Y él, tan campechano como es, esta vez no dijo nada, sino que me miró, hizo una venia y cómplicemente me sonrió, dejó el paquete de basura a un costado y salió. El pequinés ladró y la vieja rezongó.

 

Ruido latente

Ruido latente

No sé cómo explicarlo. Hay cosas que son fáciles de comprender otras no. Esto es extraño, quizá común para algunos, quizá no, pero extraño lo es. Intentaré exponerlo.

Como un ciego que tiene una impresionante habilidad táctil, o como un ser parecido a Grenouille (aquel personaje de Suskind, en "El perfume") que ha desarrollado esa habilidad olfativa tan aguda que todo lo puede captar por el acto de oler, o como aquel pobre hombre que incluso no podía vivir porque escuchaba de todo, hasta los jugos gástricos de su interior, mis oídos perciben finamente -gracias a Dios no como este tío- ese ruido latente que no sé de donde proviene, ni a donde va.

Por más que trato de no oír nada, incluso con un silencio sepulcral, resucita, y no sé de donde proviene, y en el instante menos pensado aparece. No es la brutal música que no comprendo y que está demasiada altisonante, tampoco la fusión de las notas de alguna burda canción, menos aún los gritos cotidianos y ensordecedores de un frustrado tenor que dice ensayar, tampoco el sonsonete que se esconde en los compases de las melodías. No es tampoco, solamente el silencio de mi habitación, no es el crepitar de alguna llama cuando enciendo el fogón, no es la corriente que pasa por algún cable, no es la energía de este computador que está de ruido de fondo mientras escribo, no es el trac trac del reloj de pared que gira sin parar, no es tampoco la unión de todos estos sonidos. No es el viento ni el silencio, no son los ruidos del vecindario, ni el eco de la ciudad.

Sucede cuando por fin logro desconectarme del mundo, se da cuando hay un breve instante de silencio, cuando el adolescente se ha ido y ha apagado su equipo, cuando el dizque cantante ya no ensaya, cuando todos han salido, cuando por fin puedo respirar la nada y el silencio, entonces aparece. Me aturde, me hipnotiza, me intimida. Y se une a todos los ruidos cotidianos que en ese instante puedo percibir, pero sigue resonando eternamente envolviéndome sin darme cuente, está ahí en mis oídos este ruido latente. Ruido, que se confunde con mis latidos naturales, con mi masa encefálica que se transforma en mi otro corazón, con mis pulsiones hirviendo que me tientan a cada momento. Ruido que aparece con cada movimiento que realice e incluso en ausencia de ellos. Ruido que está ahí, incluso cierre los ojos y me abstraiga de todo. Ruido que enferma, que azota, que sofoca, que persigue. Ruido que es el recuerdo y reminiscencia de algún momento anterior.

Por momentos, no le tomo importancia, -pero sé que está ahí- y cuando hay gente y movimiento, se une a todos y se confunde con esta sinfonía caótica y natural que es el día a día. Pero cuando ya no hay gente, cuando todos desaparecen, que se supone ya podría olvidarlo, se agudizan mis sentidos, y lo percibo. Luego se va, y cuando me doy la vuelta reaparece. No sé que es lo que quiere, no puedo darme cuenta de sus constantes, pero viene y me atormenta.

Como si fuera un esquizofrénico, pero que escucha ruidos internos y no voces, me despierto impresionado luego del mili segundo en el que ha desaparecido. No lo puedo captar ni coger al vuelo. Y cuando quiero nuevamente descansar, brota con ironía. Intento comprenderlo, explicarlo, describirlo, pero las palabras no son suficientes para poder manifestar este sentir. Es extenso, fino, vertical u horizontal, no es ondulante, no tiene inicio ni final, o no sé de donde comienza, ni sé a donde va. Es arrítmico, no es una melodía, ni una armonía, es simple, discordante, como una pulsación indefinible, pero sé su intención; como esa gota de agua, que cae y cae sobre la piedra, y nadie la percibe, hasta que un día ya la ha horadado, o como ese fuego pequeño que arde siempre débilmente en los muladares, hasta que un día sin darnos cuenta ha consumido todo, o como ese aire traicionero que sin verlo, un día nos ha enfermado y alterado nuestro ser, así actúa este ruido latente.

Pero sé ante que desaparece.

Cuando las notas del piano emergen danzarinas, pianísimas o fortes, románticas o apasionadas, ligadas o picadas, y cuando ya no toco nada más, y la resonancia parece haber desaparecido del ambiente, y no escucha ni un lejano sonido musical, lo único que queda en mí, es el verdadero silencio que acompaña los últimos acordes o el recuerdo de lo escuchado por mí mismo. Siguen ahí, así el resto ya no las vea, no las sienta, no las escuche. Las notas ejecutadas aún continúan y me acompañan esté donde esté, vaya donde vaya, y el ruido latente ¡por fin!, sin querer, ni darme cuenta, ni haberlo buscado, ¡parece haber desaparecido! Ya no existe, la música logra dominarlo, otros sonidos lo logran intimidar, apagar. Entonces, por fin puedo respirar, por fin puedo sentir paz y tranquilidad y mi mente recién puede descansar.

 

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El cine es otra de mis pasiones. En general la diversidad, los estilos de los directores, las propuestas existentes hacen altamente enriquecedor este arte. Me atrae siempre lo extraño, lo profundo y poco común, lo no estético (entendido como arquetipo "bello" eso que nos han vendido a nuestras mentes, y engañado y estafado), me atrae lo natural y realista. Por supuesto, en el arte, la diversidad es la constante.

Un par de películas foráneas, cada una en su género, estilo, tendencia, ocupan en mi escala personal un buen sitial. "La boda" y "Nha Fala" (Mi voz). La primera hindú, y la segunda africana. Es impresionante la calidad que uno encuentra en diversas partes del globo. Y dichos filmes, reafirman mi -absurdo y poco comprendido para muchos- pensamiento que «todo es lo mismo».

Decir que todo es lo mismo, no es resignarse, no es pensar que no hay nada más por descubrir. Es reconocer lo grande que somos, es ver lo común que tenemos y darnos cuenta que las emociones, sentimientos, pensamientos pueden ser altamente trascendentes y romper las barreras de las culturas y las tradiciones. Por supuesto que hay diferencias, -raciales, culturales, sociales, religiosas, linguísticas, entre otras- pero -sigo pensando- ¡son más las similitudes! Que dentro de cada variable que separa, hay muchas que nos unen. Y a eso debemos apuntar.

Películas altamente recomendables, no solo por las historias que nos cuentan. "La boda", por mostrarnos lo enriquecedor de una cultura milenaria, lejana para muchos, pero tan similar a la nuestra. El tema de las relaciones humanas. Tan común, tan original, tan natural, y tan realista como lo que vemos en el día a día, secretos, mentiras, deseo, amor, familia, pero eso sí, justamente es todo eso porque está hecho con belleza. Eso sin contar lo ilustrativo que puede ser el cine, al mostrarnos las calles, las vistas panorámicas de la ciudad, y el entorno de la India. No es una película triste, ni aburrida, menos aún trágica, como muchos pudieran pensar. Es un excelente drama que muestra mucho de comedia y alegría, un bello amor (como el de la sirvienta y el comerciante de toldos, -la amiga con la que fui, me confesó que ella se deshacía literalmente ante el tipo tan, pero tan poco atractivo que hiciera el acto romántico de encender las velas y declarle su amor, como sucede en esta escena-), y todo gira en torno a la boda que le realizarán unos padres acomodados a su hija.

La segunda, "Nha Fala", es mucho más irónica e hilarante. Una comedia, que enfrenta una realidad africana con un toque de humor, ante problemas serios y vitales, como el desempleo, la falta de alimento y la pobreza. La historia de una joven encantadora que no puede ni debe cantar, debido a una terrible maldición que caerá sobre ella si lo hace y por ende, morirá. Ella, motivada por el amor, reta esta tradición y prepara una parodia de su propio funeral. Una historia original, donde el baile y el canto le dan un sabor que algunos musicales no logran despertar. (Aquí, pueden ver el enlace, cortesía de nosotros, -por nuestra exhaustiva búsqueda-, jeje, http://cineuropa.org/trailer.aspx?lang=es&documentID=22757 )

"Nha Fala", que significa "Mi voz", pero también "mi destino", "mi vida", tiene un mensaje muy profundo, «lucha, atrévete». «Mi voz», trae a mi mente, el caso de Toño, quien parece haber creído que una maldición recaerá en su vida, el día que tenga lo suficiente de lo que pone la gallina, y muestre su talento (que es su vida y su destino, como siempre dice confesármelo), pero mientras tanto el tiempo pasa y las canas le brotan por todas partes. Una de las ironías de la existencia humana, es limitarnos a nosotros mismos, teniendo tanto por dar y por otorgar. Nos cuesta vencer nuestros miedos y temores, nos cuesta dejar de ser tan egoístas, nos cuesta enfrentarnos a desafiar lo desconocido, a romper aquella tradición mental que es como una puerta de papel creada en nuestra conciencia. Ojalá Toño, entienda que quien no nada se ahoga, y haga como la protagonista de "Nha Fala" -que por amor- se desafía a ella misma, con un sano orgullo y una fuerza que se expande por todo su pueblo, donde terminan cantando, tributo a la sana, natural y esperable osadía ante la tradición, mostrando la fusión como canal. Ya el mismo director, Florentino, "Flora" Gomes lo dice: "el futuro de este planeta es el mestizaje, nadie lo puede impedir".

A algunos -como Toño que- no les gusta y despotrican de ello, otros no lo aceptan, pero una de las resultantes en este contexto actual, es exactamente esa fusión, ese mestizaje, que es altamente enriquecedor y efectivamente ¡felizmente! nadie puede impedir.

Un saludo a todos,

Pablo

 

El sabor de la Justicia.

El sabor de la Justicia.

Mis padres querían que fuese abogado. Y el destino confabuló, a favor de ellos. Pero, fui -y probablemente sigo siendo- su gran decepción. Algo que inconscientemente no me perdonan. Lamentablemente, para ellos, nunca me interesó el derecho ni las leyes. Pero reconozco también, que éstas parecen mucho interesarse en mí.

Desde muy niño, (seguro por ese deseo de querer inculcar en mí el amor por esta ciencia), fui siendo partícipe de una manera discreta y lejana -pero presente- con una pasividad muy objetiva sobre todo «proceso» que siempre se debatía en casa. La mesa, la cocina, la sala, el dormitorio, todo lugar estaba inundado con una atmósfera casi etérea y espiritual por todos los «procesos» que se seguían.

(El «Palacio de Justicia», a veces parecía, no sé porqué, mi segundo hogar -siempre en mis fantasías me reía del nombre "¡¿Palacio?!" Y me respondía a mi corta edad: ¡Qué tan bajo has llegado, te imaginaba diferente!- Era muy extraño, que no me sedujera como a casi todo mi entorno, lo legal. Ni siquiera incluso por el brío del "saber". Debía ser anormal entonces, ahí me di cuenta de ello.)

Y, pese a toda esa pasión desbordante -y altamente asfixiante e incluso agresiva- de mis padres, seguía odiando el derecho. No lo amaba, ni lo amo. Pero, lo reitero, el destino confabuló; ya que incluso a los cinco años, siendo una tierna criatura, conocí -de oficio- un penal que ya no existe, muy famoso por aquí, hasta un libro se escribió de él. Recuerdo los barrotes, las celdas altísimas, la seguridad, las literas, la suciedad, y la miseria que como miasma aparecía ennegreciendo mi mente inocente.

Mi tía era (fíjense en el pasado, porque ni ella en el presente quiere tal reconocimiento) abogada penalista. -Se retiró dicho sea de paso, apenas pudo, lo que me demuestra que en ese sentido era cuerda- y luego tuvo algunos honores, muy envidiables para algunos, pero bastante desdeñables por mi persona. Mi hermana mayor, fue abogada también en lo civil y familiar (y también lo dejó -fíjense en el pasado otra vez-). No pudo oponer resistencia alguna ante el designio familiar. Pero eso no era el arquetipo de mis padres. Porque no sé porqué extraña razón, para ellos un abogado, no era tal, sino era penalista. Porque ahí es donde realmente "las papas queman". ¡Lo penal! ¡Esa es la verdadera acción!

Pero en mi caso, tuve suerte, -y coraje también- lo reconozco. Apenas, terminé el colegio, a los quince años, ya solo un poco más de diez atrás, cuando ellos con todas sus esperanzas en que el último de sus hijos pudiera litigar «como debe ser», dedicarse en alma, corazón y vida, a los famosos «procesos» por defender lo inexistente, ósea la justicia, dejar en mí un legado lleno de torceduras, triquiñuelas, tinterilladas y leguleyadas también, más que de «derechos», -fui, irónicamente, más práctico que todos- decidí irrevocablemente no participar de nada que tenga que ver con lo legal, es más elegí las ciencias como motivo de estudio! ¡Todo lo opuesto a las letras! Los decepcioné abierta y cruelmente quizá. Mis calificaciones, reconozco, tanto en letras como en números eran excelentes, y yo sabía a la vez, que tenía alguna condición para las letras, pero entendidas como arte más que como «proceso». Cosa que ellos no podían comprender. Y mientras pensaba en mis designios, y en mi aniquilamiento también, recordaba aquella sensación nauseabunda de mi niñez, que me rondaba al recordar la palabrita tan venida a menos, del palacio, «justicia». Como cuando visité la cárcel, a los cinco años, (que tan erradamente pensaban que sería un inicio de aprendizaje), fue más bien el inicio de un rechazo altísimo, muy cuerdo y natural -pienso en cada ser humano-, lógico y esperable de un ser pensante, sencillo y que ama la paz. Definitivamente, por muchas condiciones innatas que pudiera tener, el derecho -de oficio o sea cual fuere, incluso bajo un prestigioso bufete- no era lo mío. Y al menos, académicamente, lo decidí así. ¡¡¡Felizmente!!!

Por esas fechas, recuerdo otro acontecimiento que marcó mi vida. Fue cuando mi abuela, nos llevó al puerto a conocer el "Queen Elizabeth". Fue fascinante, y hasta ahora recuerdo el bambolear que uno siente cuando está subiendo por vez primera a un barco, y el movimiento rítmico en el cuerpo. Al entrar en él, fue un mágico universo, el aire, el mar, la libertad, la plenitud, la sensación de un mundo distinto, nuevo y desconocido para mí. Fue un éxtasis. (Así que lleven a los niños a los barcos, tómense su tiempo, ustedes mismos lo disfrutarán ). Y lo mejor vino después. En aquel barco había una bellísima exposición de libros, parte de ella estaba al aire libre, otra parte en cómodas instalaciones. Nunca olvidaré el primer libro que me regaló mi abuela, al ver que tan solo con cinco años hojeaba con la precocidad y naturalidad de un viejo, dicho cuento. Recuerdo la historia: un joven de unos doce años, que se va de paseo con sus amigos a la playa y se pierde. Y luego escucha una música fuerte y ésta lo lleva al escondite de un tipo medio drogo vagabundo, que al final no es tal. Entre ambos se da el vínculo de la amistad, encuentran a sus amigos, regresa con ellos, todos se integran y final feliz. Una historia muy sencilla, que la leía siempre -como el cuento de las habichuelas mágicas que fue otro de mis favoritos-. Cada vez que veía ese libro, recordaba el barco, mi experiencia y el infantil orgullo de conocer el "Elizabeth Queen". Fue un regalo maravilloso.

Pero el destino confabulaba. Y lo peor de todo, era que sí era muy bueno en la defensa. Incluso en la legal. Pero siempre tuve muy en claro que una cosa, es la solidaridad y el deber (el apoyo a mis padres), el luchar por algo justo (en la participación en mi comunidad), y otra muy distinta el participar en un «proceso», como el «procesado», «demandado», «demandante» e incluso un «presunto implicado».

El derecho es muy hermoso, en la teoría. Muy loable y altruista en sus objetivos y metas por alcanzar. ¡La justicia, la justicia, cuánto se habrá escrito y escribirá sobre ello! Y ¿cuánto se alcanzará? Aunque irónicamente sigo pensando, lo reconozco, que sí existe. Imparcial, "injusta" y moral. Sí hay justicia. Pero no es la que uno se espera, y es de otro tipo, metafísica incluso. Existe, pero de una manera muy distorcionada, curva, sinuosa y desleal, pero al final es justicia. Por eso quizá nadie la quiere. O es como dice un verso profundo, no yo, "como trapos de inmundicia". Pero la otra, la justicia "moral" por ponerle algún nombre, la de la ley de la vida, es la que más me impresiona, y la que me da mucha más fe y esperanza, que esos trapeadores legales que se respiran en los juzgados. Sí, el derecho es hermoso, pero en el papel. Y toda esta belleza, altamente ideal y mental (y sinceramente, poco práctica), la veía en los libros que sobreabundaron en casa y que a veces hojeaba, y que ahora están -sólo los de derecho- apilados en cuatro cajas sufriendo las inclemencias del tiempo. Pobres ellos, que sufran. A veces me apenan, pero mejor que estén ahí. Es su destino, en mi mundo.

Siempre busqué la manera de poder definirlo. De poder conocerlo. Pero siempre se me escapaba de las manos. Cada vez que acompañaba a los mayores a las diligencias -incluso ya con veinte años y más, porque modestamente, las hacía mucho mejor que ellos-, no encontraba cómo definir el derecho. Hasta que tuve que vivirlo yo mismo. Ya no bastaban las experiencias previas, los juicios (llevados y/o vistos de alguna manera por mi persona), sino que me vi directamente involucrado. Creo que después del shock emocional que tuve, fue lo peor que me ha pasado en la vida. El «proceso» en sí. (Véase Kafka, aunque ni yo lo terminé, justamente por ser judicial!). El desgaste emocional, la contienda, el litigar, sin qué decir del tiempo y dinero, ah! Y por su puesto la simpática burocracia, como la tortuga de Mafalda. Felizmente, luego de batallar magistral y estoicamente, todo quedó «sobreseído». ¡Estas palabritas del derecho. ¡¡¡Siempre tan claras!!! (Como cuando a una señora le decían, "es que usted tiene la culpa por no presentar el «recurso»" Y la pobre, con una fuerte impotencia, al borde de las lágrimas, no entendía que aquello era el sucio papel que tenía entre las manos). Siempre he objetado el uso de la palabra. Siempre. Es una alta responsabilidad. Los «cultos», por muy sabihondos que sean, no deben obstaculizar el «proceso». Tampoco usar el lenguaje para desunir. No! (Y lamentablemente, todo eso y muuuuuucho más sucede con el derecho).

Y luego de experimentar, ese sabor indefinible de la justicia se pierde en mi ser. Y como si fuera un fantasma inexistente, su presencia se filtra en el tiempo de mi vida. Y como justos pagan por pecadores, nuevamente me flirtea a su manera. Nuevamente, el derecho me pide ayuda. Nuevamente, me coquetea. Pero siempre felizmente, recuerdo las palabras del bibliotecario mendigo, Ricardo Palma, en su tradición "mejor es cortar por lo sano que por lo gangrenado". O quizá el verso popular que mi abuela siempre dice, "más vale un momento colorado que cientos amarillos" y que al aplicarlas con equidad -ya tengo cancha- aclaran mucho, pero duelen que no tienen idea. O las sabias palabras de mi tío -abogado también, laboralista- conocedor de mis luchas personales: "No vayas a meter las manos al fuego donde nadie va echar agua".

Otro sí digo: Desde hace unos meses, entre otras cosas, comencé a investigar la ley mosaica. No era un tema que me quitara el sueño, pero luego de leer el Deuteronomio ya un año atrás, quedé fascinado por el inmenso amor y misericordia, y perdón que se destilan de sus muchas bendiciones, así como también impactado por la fuerza de sus maldiciones. Y en general por todo lo que mi mente percibía había detrás de esa ley. Un libro bello, profundo, místico y hermoso. Y ese libro, como por revelación y oposición, me trajo la palabrita, la -según yo- definición del derecho. (Por esas asociaciones mentales que solo mi alborotada mente posee). De ese sabor de la justicia que nunca logré comprender. Y cuando vi la palabra lo comprendí. A pesar que condene prácticas antiguas, hechicerías o sexos prohibidos incluso sórdidas zoofilias, todavía aún creo que está de moda, -la palabrita-, pero nadie la ve. Porque seguro la realidad obnubila la visión, o porque nos hemos acostumbrado. Que incluso las perversiones tan condenadas pierden su peso y valor ante ella en este mundo de innumerables opciones. Y debe haber habido un error en la posición del adjetivo. Quizá quisieron decir, que también el derecho es abominable, (y ¡por eso ni meterse ahí!, «¡con estos ni te metas!», reza un mandato paulino); porque lo que es a mí, no hay nada mejor que esa palabrita, que pueda definir esta «profunda y gran ciencia».

Un saludo a todos, (los abogados, implicados y hasta procesados!)

Pablo

Razón, Fé, Ignorancia, Prejuicio

Siempre es bueno escuchar a alguien que sabe, (y como buen filósofo que sabe que no sabe). Pocas veces uno tiene la oportunidad (o incluso se la da) para poder oír en vivo y en directo (ya que no hay como este arte, porque es completamente irremplazable la vivencia real del face to face -"online" para los cibernéticos-), las palabras del saber, del conocimiento, de la experiencia, de la entrega. Filósofo racionalista, apasionado por Kant -¡y quien no podría serlo!- el día de ayer tuvo una charla muy clara, lúcida y didáctica. Hablo del profesor Miró Quesada Cantuarias, siempre exponiendo sus ideas con altura, un par de frases de toda su disertación tan amena y optimista -y tan saludable sobre todo, poder encontrar en estos tiempos gente que sea ejemplo para una juventud como la mía, que está a gritos perdiéndose en sí misma, lástima que jóvenes no era precisamente lo que abundaba, simplemente no les (nos) interesa-, me hicieron meditar un poco y como siempre intentar ver más allá.

Una de las cosas que en mi corta experiencia he descubierto, es que todo es lo mismo. Es una de mis hipótesis personales, que puede estar errada para mcuhos seguramente. Cada vez más me quedo convencido de esta inmensa común diversidad. En el fondo, estamos hechos los seres humanos de un material tan infinito pero a la vez altamente similar independiente de culturas, razas, y hemisferios. Y lo poco saludadle, es que cada vez más nos empeñamos en resaltar mucho las diferencias -idiomas, colores, banderas, orgullos, tendencias, actitudes, costumbres y similares-, cuando lo que nos une es -según mi percepción- abundantemente amplio.

"La filosofía no se opone al cristianismo, más bien en muchos puntos coincide con la razón. Existe un desconocimiento muy absurdo sobre este punto".

Estas palabras, para alguien que ha investigado con sinceridad, son mucho más que claras. Es una verdad que se acepta incluso como un axioma matemático. ¡Porque es muy cierto! La ética y el cristianismo, en el fondo tienen mucho en común. Pero el gran mal, el inmenso mal, el peor de todos, el desconocimiento hace que esta ignorancia nuestra se torne absurda y luego se transforme en prejuicio, el segundo gran mal.

Y para muestra un botón, tomó el famoso aforismo «no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti», y éste otro «ama a tu prójimo como a ti mismo». Palabras dichas tanto tiempo atrás, pero que hasta ahora encuentran eco, en una sociedad que se ha confundido tanto con un promovido, propugnado e instaurado relativismo que no nos lleva a ninguna parte -por lo visto, al menos hasta ahora-, solamente a reconocer que cada vez somos menos de lo que pensábamos, y que es imposible que podamos con nosotros mismos.

En el primer caso, manifestó qué tan bueno, racional y lógico es que uno esté dispuesto a exigir lo que a uno se le demanda, en las mismas circunstancias, en eso radica la justicia. Es decir, la razón filosófica muy profunda y aparentemente "fría" comulga a la perfección con aquel principio antiquísimo, la famosa regla de oro promulgada por Jesús, de no hagas a otro lo que no quieres te hagan a ti. Imaginemos que esto lograra concientizarse! Y en el segundo caso, aquel mandato de "ama a tu prójimo como a ti mismo" que ya se manifestaba en la ley mosaica, y Jesús luego la repite en los evangelios, también es otro fin incluso del hombre. Pero qué difícil es amar en un mundo tan contradictorio como el nuestro, donde muchas veces, así no lo reconozcamos, prima el segundo gran mal.  

Vivimos en un mundo lleno de prejuicios para con todo. Sigue siendo un lema mío, que me martillea la cabeza cada vez que caigo en ese error, las palabras de Einsten: «Qué -triste- época la que me ha tocado vivir, donde es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio». Y el prejuicio es el resultado de esta ignorancia que a todos nos atañe. Porque el conocimiento es tan amplio, y tan grande, que lo único que podemos hacer luego de haber investigado y a lo sumo haber intentado captar algo "nuevo" y "novedoso" para nosotros, y no poder creer que hemos "conquistado" algo, es simplemente reconocer con verdad, las palabras socráticas que no pasan tampoco de moda: «Sólo sé que nada sé». Por eso que estas otras palabras del profesor, también me causaron impacto: 

"La razón es demasiado pequeña -incluso con la sobredimensión que se le puede dar por ser privilegiada en las sociedades- es muy pequeña ante el amplio conocimiento que existe y que es más, está lleno de misterio por todos lados. Es como decía Newton, -el hombre que había «descubierto» las leyes de la gravedad dando el inicio a esta gran ciencia que es la Física, él, que era un «sabio»-, que reconocía se encontraba ’como un niño parado en la orilla del mar y que no podía comprender todo el misterio que lo rodeaba’. Cada vez me doy cuenta que realmente sabemos poco, casi nada. Es muy verdadero que no sabemos. No obstante, soy optimista y la razón por muy pequeña que sea, es el mejor vehículo. Porque todo lo que hace, cuando se cumplen sus leyes, lo hace muy bien"

Luego de estas palabras, fue muy enriquecedor -e irónico para mí- escuchar de boca de este hombre erudito, cuando me acerqué como un discípulo ante su maestro y le hice una pregunta sobre la entrega al saber. Su respuesta fue altamente paradójica para mí. Me dijo, que «lo que se necesita principal y fundamentalmente para hacer filosofía, para entregar su vida a la razón, es fe».

Fe, esta palabra, que recién desde ya casi tres años atrás ha entrado a mi vida, y se ha instalado en mi vocabulario sin darme cuenta y sin querer. Fe, me dijo Roberto -mi maestro teatral, sacándome de cuadro- que poseía. Fe, es algo que debatía con mi psicoanalista -en aquellos tiempos de exploración-, y que me hizo una fuerte revelación, para poder comenzar a comprender esta palabra, respetarla e ir poco a poco conociendo. Fe, fue lo que me dijo un extraño que generosamente me regaló un libro sobre éste tema, y me rotuló una dedicatoria. Fe, fe, fe. Nuevamente aparece abiertamente, luego de haber estado como escondida, como camuflada, como diciéndome siempre estoy presente, pero no siempre me ves. Fe que muchas veces confundo con la pasión. Fe que es simplemente creer.

Me impresiona ante mi mismo cómo este saber está relacionado directamente con esta fe. Como esa pasión de conocimiento que muchas veces brota en mi mente, va altamente ligada con esa convicción de lo que no existe. Una ley más se repite en mí: sin darme cuenta, todo está conectado, todo es lo mismo, todo tiene dos caras: Razón y Fe, por ejemplo, con unos frontales y directos enemigos, ignorancia y prejuicio.

Un saludo a todos,
Pablo

¿Es bella? ¿Viviría con ella?

El día de hoy tuve el privilegio de poder oír a una de las más grandes figuras representativas de la Historia peruana, la señora María Rostworowski. Fue muy amena, colorida y altamente risueña su ponencia. Con una naturalidad muy fina y elegante en sus suaves comentarios, todos estábamos muy envueltos de sus experiencias personales, laborales, institucionales tanto aquí como en el extranjero. Y estoy seguro que la que más resaltó fueron sus años escolares en Polonia, donde recordaba los bailes de las hermosas polonesas. Ella, si bien es peruana, su padre que era polaco se la llevó de muy pequeña -en la segunda década del siglo anterior- por un período de catorce años aproximadamente, desde los cinco hasta los diecinueve años de edad, momento en el que por decisión propia -y luego de estar en otros países- regresa al Perú. Ha hecho innumerables investigaciones, y es toda una autoridad en la materia que no necesita ninguna aclaración mayor de mi parte.

Me gustó mucho eso sí, ese gran amor que le tiene al Perú, su trabajo incansable y su vitalidad muy suave pero muy vigente y ese carisma para con la juventud. Justamente su mensaje para nosotros fue: "siéntanse orgullosos de su tierra y de su patria". Y terminó agregando lo siguiente a un párrafo inicial: "Cuando llegué a Lima fue impactante, una ciudad gris, poco atractiva, con un cielo melancólico, tan triste, y realmente asustaría a cualquiera que viene de afuera... Al menos a mí, que fui criada en el campo, con la naturaleza y un cielo maravilloso... Pero con el paso del tiempo, me di cuenta que Lima, es lo mejor! En resumen: ¡Para viajar cualquier parte del mundo, pero para vivir, Lima!". Vinieron los aplausos y bueno, calabaza, calabaza, todos a su casa.

Aquí es donde viene mi reflexión. Justamente esta charla fue en el centro de Lima. No fue en Europa, o en una ciudad de los países adelantados, sino que fue aquí en Lima, la horrible. Y fue en Lima centro, además! Esa Lima que seguramente ella debió haber conocido y disfrutado.

Cuando salí del Centro Cultural del Jr. Ucayali. (Los que son de aquí, podrán entender mejor de la «belleza» de dicho jirón), lo primero que sinceramente me sorprendió fue la poca iluminación de esas sucias y sórdidas calles. "Bueno, -me dije-, debe ser un prejuicio mío, a lo mejor no estoy viendo bien, Lima, es bella". Pero a medida que iba avanzando hacia el Jirón de la Unión, por algunas callejuelas -que seguramente en la época colonial pasearían tapadas con miriñaque, carruajes y muchas cosas más- la oscuridad se iba acentuando, y los rostros eran extraños. Eso sobre todo. Los rostros tomaban cierto rictus, cierta expresión que no sabía si eran huellas de fantasmas mefistofélicos o simplemente gente desesperada por vivir en esta Lima, que dicen va a llegar a los ocho millones de habitantes.

Felizmente, vi la luz, llegué al Jirón de la Unión, y me confundí con toda esa masa promiscua de gente, de la que era parte. Los edificios con arquitecturas afrancesadas algunos, que quizá a inicios del siglo pasado fueron hermosas joyas, ahora son antros de diverso género. Aún así seguía pensado, "Lima, es bella". Pero luego me cuestionaba "¿Lima, es bella?"

Cuando llegué a la Plaza San Martín, el "sabor atmosférico" era algo indescriptible. Demasiada «belleza» puede obnubilar a mis ojos ignorantes. Pero cuando entré por el antiguo boulevard Quilca, los gritos de los charlatanes me hicieron tomar conciencia que entraba a un submundo del submundo. Miré bien: rostros curtidos, pordioseros por doquier, mendicidad moral por todas partes, comunistas, evangelistas, y un montón de parados. Y qué mar de gente. En ese pequeño espacio unas trescientas personas en total quizá, en grupos circulares, de unas cincuenta o cuarenta cada uno.

Ahí estaban en una esquina los degenerados, en otra, los «quemados» física y cerebralmente por tanta sobredosis, en otra los rasta-man, en otra los bohemios y borrachos, y pululando muchos, muchos parados, ambulantes, y también empleados burocráticos de los despachos ministeriales del centro de Lima y esas caras que solo se ven en el Palacio de Justicia y similares. E incluso hasta a un congresista famoso y reconocido me encontré ahí. Y ya cuando mi estómago iba a protestar... quería pensar que Lima era bella. Pero no podía. La realidad superaba a mi romántica imaginación.

Hasta que decidí escuchar qué es lo que decían estos hombres. Y me sonreí al recordar lo de ayer. Sentí algo similar, solo que en sentido opuesto y en otra escala. Y salvando las distancias, había algo contradictorio en estas dos experiencias. Me explico. Así como ayer, que cinco personas en una calle estuvimos disertando -véase nota anterior, aquí debajo- hoy era lo mismo pero en otra escala y con otra idiosincrasia. Pero aquí, había algo más, algo distinto también. Había una especie de resentimiento, de querer desahogar, de violencia y burla a la vez, de decir y gritar tu verdad -la que fuera-, a quien quisieras y como quisieras. Justamente, parecería que estos foros públicos -como queriendo revivir la antigua Grecia- son el lugar perfecto -en este caso específico-, no para disertar, compartir o debatir, sino para poder al menos liberar una ira contenida, una rabia acumulada, deseos insatisfechos al no poder poner los pies en la tierra y recordar que la vida no puede ser más miserable que la que ronda a Lima, la horrible.

Si bien, en contra de lo que dijo Valdelomar, Lima no es el Jirón de la Unión, -menos ese boulevard de Quilca-, no puedo negar que esa misma atmósfera -oscura, tenebrosa, pérdida, plebeya, ultrajada- esas miasmas -creo-, se respiran no sólo ahí sino por otros lares de la capital también. Entonces me pregunto: ¿Qué es? ¿A qué se debe?... ¿Será el cielo? ¿Será la atmósfera limeña o es que su contenido químico de gases y tóxicos a lo mejor, tiene abundancia de algún mal o alguna enfermedad metafísica no visible? ¿Será su gente? ¿Serán los hábitos de los mismos? ¿Será el cúmulo de escupitajos diarios que recibe en su pavimento? ¿Será el desempleo? ¿Será el exceso de población? ¿Será la pobreza de toda índole -cultural, mental, económica material-?

Mi respuesta puede ser absurda. Yo creo que puede ser el cielo (Aunque lo más razonable sería decir, la mezcla de todo).

Claro, Lima también tiene la otra parte, sus barrios residenciales, sus eventos criollos, -sus conos también- su gente de diversas realidades, su mundo de juerga súper colorido donde cada día puede ser un fin de semana, sus playas, y un montón de muchas cosas más, como de rica tradición, que hace justamente muy enriquecedor todo el entorno. Mi hermano vive en un distrito good “a”, pero todo se viene por un tubo, ya que cuando uno levanta la mirada parece que viera nuevamente el pavimento. Este cielo, esa «hermosa» tonalidad gris tan única y peculiar nadie se la quita a esta «bella» ciudad. Ni los días más despejados... O bueno, quizá sí, tampoco seamos tan exagerados.

No obstante, debo reconocer, que sí hay belleza. Y es rara. Es como contemplar lo que hay detrás de la oscuridad. Y nace un orgullo -eso sí- pero no por Lima que está demasiado degenerada -muy arrogante ella, muy soberbia, con una maquillada economía pero perdida al fin y al cabo-, sino por el Perú, por ese Bello Durmiente, como diría Chabuca, por sus provincias, por su serranía, por su costa, su selva, por todo lo que fue alguna vez, y por lo que es, y lo que algún día podrá ser.

Finalmente, para seguir ilustrando sobre Lima, cuando me bajaba del carro me pasó algo emblemático. Una chica se me acercó, con una cara al borde... "Joven, amigo, puede acompañarme? tengo miedo" me dijo. "Es que mi esposo está que sale con otra, y lo estoy espiando". Al principio me impactó por la sorpresa y me sorprendió que fuera casada. Luego la miré bien, y le dije: "Bueno, vamos donde quieras". Pero luego de caminar unos pasos, se detuvo en la entrada de un garaje, y escondiéndose ahí con un rostro medio desencajado, me dijo: "Mejor me quedo aquí".

Me pregunté entonces viendo las calles: ¿Es bella? ¿Viviría con ella? Y seguí felizmente, irónica y paradójicamente, rumbo al puerto, de donde naturalmente y agradecidamente soy!.